PROLOGO

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SEOKJIN

Jin estaba sentado en la oscura cocina, masticando su cereal. Por primera vez, su madre había conseguido algo apropiadamente dulce y azucarado, con esos coloridos malvaviscos crujientes que Jin intentaba y no conseguía dejar para el final. Qué rico.

¿Sabía ella lo que estaba a punto de ocurrir? Jin no se lo había dicho. Pero quizá los mayores tenían otras formas de saberlo...

Levantó la vista de su cuenco cuando se encendió la luz de la cocina. Se oyó un fuerte golpe. Una maleta cayendo al suelo.

—¡Jesucristo! —El papá de Jin se llevó una mano al corazón, como si la sorpresiva presencia de Jin en la cocina hubiera provocado que se detuviera. Pero Jin no tenía ese poder.

Pero, ¿no sería genial si lo tuviera?

—Me has asustado, hijo. Son las tres de la mañana. ¿Qué haces despierto?

Jin estudió a su padre con atención. Su pelo era de un castaño tan claro que casi parecía rubio. Y aquellos ojos azules siempre un poco enrojecidos. Jin no se parecía en nada a él.

Estaba contento con eso.

—No podía dormir. Solo estaba comiendo un poco de cereal —Jin hizo crujir un malvavisco entre los dientes para demostrarlo—. ¿Qué haces, papá? ¿Te vas?

Su padre se lo quedó mirando de esa manera que hacía a veces, como si Jin fuera raro, como si su padre le tuviera miedo. Luego sacudió la cabeza como si estuviera aclarando sus pensamientos y respondió a la pregunta.

—Viaje de negocios, amigo. Tengo un vuelo temprano.

—Yéndote y no regresando nunca más —musitó Jin, removiendo la cuchara en el cuenco.

Ahí estaba de nuevo, reflejándose en la cara de su padre. Definitivamente miedo. —¿Por qué dices eso?

Jin se limitó a crujir un poco más los cereales. Era una pregunta estúpida, y su padre lo sabía.

—¿Viste... viste algo, amigo?

Ooh, interesante. Jin sonrió, bajando la cuchara. Esto era nuevo. A su papá nunca le gustaba hablar de lo... especial que era Jin. —¿Qué podría haber visto, papá?

Pero al parecer el momento de sinceridad ya había pasado, porque su padre negó con la cabeza. —Nada. Es sólo un viaje de trabajo, amigo. Estaré de vuelta en una semana. No querría perderme tu cumpleaños once grandes.

Jin se encogió de hombros ante aquella tonta afirmación. ¿Intentar distraer a Jin con menciones de cumpleaños? Ridículo.

Su padre se dio la vuelta para irse.

—Sandra —dijo Jin en voz baja. Muy bajo.

Pero su padre lo oyó. Su cara se puso blanca.

—¿Crees que podría haber visto a Sandra, papá? —Jin preguntó—. ¿O... California?

Oh, a su papa definitivamente no le había gustado eso. Estaba sacudiendo la cabeza otra vez, pero empezaba a lucir más molesto que asustado. ¿Le gritaría a Jin? No sería la primera vez que culpaba a su hijo por algo que Jin había visto en sus sueños.

Como si Jin pudiera elegir qué visiones le venían. Como si tuviera elección sobre algo de eso.

—De ninguna manera —Su padre rechinó los dientes al decirlo, y las palabras salieron arenosas. Como rocas chocando entre sí—. Nunca... no hay manera de que supieras ese nombre.

Jin suspiró como había visto hacer a los adultos a su alrededor cuando estaban súper decepcionados por algo. La negación era aburrida y sin sentido, pero su padre nunca parecía cansarse de ella.

Como ahora.

—No es natural —Le espetó su padre—. no eres natural.

Jin no sabía lo que eso significaba. Había nacido en este planeta, ¿no? No lo habían construido en un laboratorio ni lo habían traído del espacio. ¿Cómo podía ser "no natural"?

—No deberías saber estas cosas. Tú no sabes estas cosas —Su padre cogió la maleta del suelo—. Volveré en una semana. Para tu cumpleaños.

No se despidió de Jin con un abrazo. Ni siquiera miró hacia atrás. Simplemente salió de la habitación con su mentira flotando en el aire.

Jin sabía que era mentira, porque había visto su cumpleaños. Mamá había estado allí. También una bicicleta nueva. Pero no papá. Y no lo habría de nuevo. Ahora tenía una nueva familia. Sandra y sus hijos en California.

Apesta ser ellos, pensó Jin. Se negó a estar triste por ello. No estaba triste por ello. ¿Qué quería Jin con alguien que no lo quería? ¿Quién dejaría a la mamá de Jin (la mejor mujer de todo el mundo) solo porque su hijo lo asustaba a veces?

Ni siquiera es culpa mía. Yo no pedí nada de eso.

Jin no estaba seguro de cuánto tiempo estuvo sentado en la cocina, pero sus cereales ya no estaban crujientes cuando entró su madre, haciendo ese contoneo especial que hacía ahora que su barriga de embarazada había crecido tanto.

A él no le importaba su gran barriga. Adentro estaba creciendo su hermanita. Una que se iba a parecer a él y a mamá. Pelo oscuro, ojos oscuros. Hermosa.

Jinnie, ¿qué haces levantado? —Su mamá le besó la frente al pasar, y algo de esa sensación oscura y asquerosa que había dejado su papá se fue con el gesto.

Jin le sonrió alegremente. —Me gustan estos cereales nuevos que trajiste.

—Mmm. Pensé que te gustaría —dijo ella, cogiendo la tetera del fuego y llenándola de agua—. Aunque se suponía que eran para una ocasión especial.

—Papá se fue a su viaje de negocios.

La mano de su madre se congeló con la tetera colgando sobre el lavamanos, todo su cuerpo rígido por sus palabras. —¿Es así?

Por primera vez aquella mañana, Jin se sintió un poco... perdido. ¿Debía decírselo? No quería mentir, no era un mentiroso, pero tampoco quería entristecerla. ¿Debería haberle avisado antes? Pero decírselo a la gente antes de tiempo nunca parecía servir de nada. Sólo los asustaba, o se molestaban cuando las cosas salían exactamente como Jin había dicho que saldrían.

Pero entonces su madre se giró y lo miró, con sus ojos oscuros serios, y se dio cuenta de que ya lo sabía. Y que ella sabía que él lo sabía.

Compartieron una larga mirada, él y mamá. Pero ella no le hizo ninguna pregunta ni le dijo lo raro y "antinatural" que era por saber cosas de adultos que se suponía que no debía saber. Ella se limitó a sonreírle. No era su mejor sonrisa, pero tampoco estaba mal.

—A lo mejor yo también me comeré un tazón de cereales.

Mi Flor del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora