CAPITULO 14

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JUNGKOOK

Jungkook volvió en sí con un sobresalto.

Su cuerpo se sentía extrañamente rígido, acurrucado en una posición extraña sobre el sofá demasiado suave de Jin. Y su cerebro se sentía... confuso, de esa manera que a menudo se sentía luego de que su monstruo se hiciera cargo durante un período prolongado de tiempo.

Porque el monstruo definitivamente se había hecho cargo. Había empujado a Jungkook al fondo de su propia mente para proteger a su compañero. Y ahora se sentía insoportablemente engreído. Tranquilizado. Calmado.

Todo lo contrario de lo que había sentido al enfrentarse a esos malditos gemelos. Y a sus malditas amenazas.

Y luego estaba Jin. Intenso. Impávido. Defendiendo a Jungkook cuando la ira de la bestia lo había dejado incapaz incluso de hablar.

Era insondable que esos bastardos hubiesen invadido el espacio de su compañero sin anunciarse, sin un previo aviso. Jungkook debería haberlos oído. Debería haberlos sentido. Pero en ese momento había estado demasiado inmerso en Jin. En las heridas internas y las cicatrices que había revelado tan voluntariamente. El cómo miraba a Jungkook (al monstruosos, horrible Jungkook), en busca de consuelo durante su momento de incertidumbre. Su aroma. El sabor de su piel cubierta de jugo de durazno. No había nada más que Jin.

Y les había permitido acercarse sigilosamente a él. Qué desgracia.

¿Y si Jin no hubiera estado en el regazo de Jungkook, al alcance de su mano? ¿Y si hubiera estado junto a la puerta?

¿Y si Jungkook no hubiera podido protegerlo?

Nunca había estado tan desgarrado en su vida como lo había estado en ese momento. Tanto él como su monstruo habían querido arrancar las jodidas cabezas gemelas de ese par de jodidos cuerpos arrogantes y rociar su sangre por las paredes.

Pero debajo de toda esa rabia que lo consumía había estado la conciencia de que Jin podría resultar herido en fuego cruzado. Jungkook había estado gritando dentro de su propia mente, deseando que el monstruo lo escuchara. No ataques. No aquí. No ahora.

Su mortal era fácil de romper. Tan jodidamente fácil de romper.

Así que Jungkook había estado simplemente... congelado. Completamente. Incapaz de hablar más allá de esos primeros gritos que le exigieron a los gemelos que se fueran. Apenas había sido capaz de pensar con claridad, sus pensamientos viéndose empujados detrás de los instintos ásperos del monstruo.

Y sin embargo, Jin...

Jin había negociado con esos idiotas pelirrojos. No había retrocedido ante dos vampiros que podrían matarlo en un abrir y cerrar de ojos. Y luego, simplemente fue y se folló al monstruo de Jungkook hasta someterlo, algo que ni él mismo sabía siquiera que fuera posible.

Ya sabía que su monstruo escuchaba a Jin, que quería (en un nivel instintivo y animal), complacerlo.

Pero Jungkook no se había dado cuenta del alcance de eso.

El monstruo había querido más que nada en ese momento reclamar a Jin, demostrar que era suyo, que estaba a salvo, que estaba completo. Pero sabía que, en el estado en que se encontraba, podría haberlo quebrado y usado con demasiada brusquedad.

¿Necesitas que te follen, monstruo?

Que puta pregunta.

Jungkook se movió, deleitándose con esa sensación desconocida. No estaba exactamente dolorido, no por su curación acelerada, pero podía sentir que había sido... usado. Era una sensación extraña, nunca antes había sido el pasivo. Pero Jin, de alguna manera, supo exactamente lo que Jungkook y su monstruo habían necesitado.

Mi Flor del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora