CAPITULO 7

93 22 1
                                    

JUNGKOOK

No fue Jin quien abrió la puerta.

Jungkook miró a la camarera de la noche anterior, haciendo lo posible por no torcer el labio. No tenía nada específico contra ella en sí, nada excepto su cerrazón respecto a los poderes sobrenaturales y el hecho de que fuera otra destinataria de las sonrisas de Jin, simplemente no era a quien quería ver en ese momento.

Monique inclino la cabeza hacia la casa sin quitarle los ojos de encima. —¡Jin! Tu amigo esta aquí! —Le levanto una ceja—. ¿Se atrasó el ensayo?

Jungkook tardó un momento en entender la referencia. ¿Ensayo? Ah, sí. No se había vuelto a poner las gafas de sol.

Sabía que a Jin le gustaba verle los ojos.

—Algo así —respondió Jungkook, atento a los sonidos de Jin acercándose. Se quedó casi sin aliento al oír el suave ruido de los pasos, el monstruo que llevaba dentro gimiendo suavemente de necesidad.

Lo cual era ridículo, sinceramente. Le habían visto hacía sólo unas horas. No era como si se estuvieran reuniendo después de años de separación.

Y entonces allí estaba él, con el pelo verde revuelto, vistiendo unos pantalones cortos sueltos de aspecto suave y una camiseta de manga corta desabrochada por descuido que ondeaba suelta a los lados, con el pecho delgado y rojizo a la vista.

Jungkook gruñó suavemente al verlo.

Monique se quedó mirando. —Hombre.

Jin sonrió alrededor del palillo que sostenía entre los dientes. Sabía a canela, por el olor que desprendía. Pero su sonrisa no le llegaba a los ojos. No era la sonrisa de verdad, la que Jungkook veía ahora cada vez que cerraba los ojos. —Oh, no le hagas caso —dijo Jin con rotundidad—. Sólo está frustrado por lo que no puede tener.

Jungkook estaba demasiado distraído con la visión del hombre que tenía delante como para prestar la debida atención a la advertencia. ¿Estaba el olor de Jin saturado de canela por todos los accesorios con sabor a canela que se llevaba a la boca, o gravitaba hacia la canela porque ése era su olor subyacente? Jungkook no estaba seguro del orden de las cosas. Sintió una extraña necesidad de saberlo con certeza. Quería probar la piel de Jin. Su sangre. Su semen.

—Ohh, la cagaste, ¿no? —Monique arqueó otra ceja hacia Jungkook antes de girarse hacia Jin—. ¿Necesitas que me quede?

Jin negó con la cabeza, su mirada seguía centrada en Jungkook. —Aquí estamos bien. Alguien tiene que arrastrarse.

Monique se rio suavemente, cogiendo su bolso de la mesa del pasillo. —A casa de Alice me voy, entonces —Le dio un beso en la mejilla a Jin, y Jungkook apenas pudo contener otro gruñido ante su proximidad, obligándose a contenerse y dar un paso atrás para permitirle salir.

Y entonces Jin estaba en la puerta, con los brazos cruzados sobre aquel delicioso pecho desnudo. —Desapareciste —Le reprochó.

No había nada más que hacer que admitir la culpa. —Lo hice.

—Iba a hacer que conocieras a mamá.

—Ibas a hacerlo.

Jin se sacó el palillo de canela de la boca, con las fosas nasales dilatadas. —Eso es importante para mí. Mi familia es importante para mí.

Jungkook ofreció verdad por verdad. —Mi familia me odiaba.

Jin echó la cabeza hacia atrás como si le hubieran golpeado. Luego suspiró profundamente y sus ojos oscuros analizaron el rostro de Jungkook, buscando algo. Jungkook deseaba saber qué. Jungkook se lo daría. En serio.

Mi Flor del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora