Capítulo Seis

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Olivia

Bajé del auto algo confundida; no sabía muy bien a dónde habíamos llegado, pero papá se veía muy feliz de estar aquí. Arreglé mi vestido negro para que me llegara un poco más largo que las rodillas. Tenía prohibido usar vestidos reveladores, tanto que ni siquiera llevaba escote. Mamá hizo lo mismo con el suyo, luego me ofreció su brazo para entrar juntas. Gustosa, lo tomé y comenzamos a caminar.

Habían pasado días desde la fiesta, desde la noche en la que volví a soñar con mi madre. Me comporté de nuevo como la mujer perfecta: callaba mis quejas y asentía complaciente ante cualquier cosa. Ellos tampoco habían mencionado a Cameron, así que fue más fácil volver a actuar como querían.

Tampoco habían mencionado a ese tal De Luca, y para ellos el apellido "Di Bianco" parecía desconocido, como si se tratara de un fantasma. Mi prima Andrea sabe todo de todos, así que le pregunté. Me dijo que no le sonaba, y mi tío, que escuchó nuestra conversación, tampoco mostró ninguna reacción ante ese nombre.

Al parecer, había hecho un trato estúpido con un fantasma, así que dejé de tocar el tema. Además, mi comportamiento de esa noche no fue el mejor, así que intentaba olvidarlo.

Llegamos a una mansión muy linda, pintada de blanco y con enormes ventanales. Había un camino de piedras que llevaba hasta la puerta, supongo que lo pusieron ahí para no pisar el césped.

Una señora nos abrió e invitó a la sala. Papá caminaba delante de nosotras, demostrando quién estaba a cargo. Mordía mi labio, confundida, mientras repasaba el lugar intentando descubrir qué hacíamos aquí.

No tardé mucho en darme cuanta.

—¡Cameron! —gritó mi padre emocionado.

Mi rostro se petrificó, sentí cómo la respiración volvía a faltarme, como si tuviera un nudo en los pulmones.

—Los Rogers, mi familia favorita —exclamó Cameron con igual entusiasmo.

Caminó un poco para abrazar a papá, dándole una palmada en la espalda. Mi madre se apartó de mi lado para saludarlo con un beso en la mejilla. Y luego, el maldito se dirigió a mí. Por inercia, retrocedí, clavé las uñas en mis palmas intentando contener el temblor de mi cuerpo.

Pareció notar mi reacción, porque en sus labios apareció una sonrisa, y se acercó aún más a mí.

—Me alegra volver a verte —sus ojos azules me devoraban con la mirada—, cada día te ves más linda.

Tomó mi mano y, por más que intenté apartarla, no me dejó hasta que la llevó a sus labios. Apreté la mandíbula, conteniendo las ganas de golpearle la cara.

—Vamos a la sala para hablar más tranquilos —sugirió mi madre.

—Qué excelente idea —respondió Cameron sin apartar la mirada de mi cuerpo.

Mis padres se tomaron de la mano y comenzaron a caminar delante de mí, dejándome a mi suerte con este pervertido. Al parecer, el asunto del matrimonio no había quedado en el olvido.

«¡Maldita memoria!»

Qué bueno que Hallie se quedó en casa, no quería que este viejo pervertido estuviera cerca de ella.

Cameron me tomó de la cintura y me guió adentro. El simple hecho de sentir su toque me provocaba unas enormes ganas de vomitarle en la cara.

—Toma asiento donde quieras, bonita —sentí su aliento en mi cuello—, esta es tu casa.

Lo único que pude hacer fue mirarlo mal. Me liberé de su agarre con un pequeño empujón, algo que mis padres no notaron. Me senté lo más lejos posible de él.

Sedúceme (1 Trilogía Infierno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora