Capítulo Trece

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Dexter

De Luca me extendió el sobre sin mirarme, sus ojos estaban clavados en Olivia. Ella seguía sentada en el sofá, intentando descifrar lo que sucedía a su alrededor.

Gianna estaba sentada frente a ella, observándola, pero con una expresión divertida, a diferencia de su hermano, que la miraba como si quisiera matarla.

Romina se mantenía frente a ellas, aún preguntándose, ¿por qué ella seguía aquí?

Abrí el sobre sin prisa, aunque me inquietaba lo que había dentro. Los ojos de De Luca me decían que era algo grave.

"Sé quién eres, Di Bianco. Puedo hacerte caer cuando yo quiera. Tu padre no estará muy feliz de saber que lideras con la mafia italiana. No quieres que se enteren de tus planes, ¿o sí? Te lo advierto, si no dejas a Olivia Rogers en paz, haré que todo tu teatro se caiga."

Arrugué el papel entre mis manos. Me parecía un mensaje estúpido, pero sabía quién era y a lo que me dedicaba, lo que me ponía en alerta.

—¿Cómo sabes que lo envía la Bratva? —arqueé una ceja, manteniendo mi tono firme.

—El sobre que rompiste traía la firma de Volkov —respondió De Luca en un tono frío, sin apartar la mirada de ella.

Una voz en mi cabeza me incitaba a golpearlo por mirarla con tanto odio. Solo yo tenía derecho a hacerla temblar de miedo, como él lo estaba haciendo. Apreté la mandíbula antes de azotar la carta arrugada sobre la mesa para captar su atención.

Sus ojos grises se posaron en mí, sin entender lo que sucedía.

—No estoy muy seguro de que sea de la Bratva —dije, ignorando su mirada—. Créeme, el jefe de una de las mafias más poderosas no manda recaditos como un niño de primaria.

—Quien sea que lo mandó, sabe la verdad —intervino Romina—. Estamos en riesgo.

Mordí mi labio, analizando la situación. El recado era de la Bratva, al menos eso creían todos, y eso decía el papel. Pero yo sentía que había algo más. Miré a Olivia, buscando alguna respuesta en su expresión, pero ella solo miraba al techo, mordiéndose el labio, mientras su mano apretaba su brazo herido para apaciguar el dolor.

No confiaba en ella, al igual que su familia. Era una manipuladora, una pequeña zorra que hacía cualquier cosa para salirse con la suya. Podría estar involucrada con la Bratva, tal vez se acostó con… Mierda. Mi estómago dio un vuelco, y apreté los puños con ira.

La piel me hervía de solo pensar que alguien más podía tocarla. Aunque sabía que ya había dos personas que lo hacían: su maldito novio y el desgraciado de su amante. Luchaba con la tensión de volarles la cabeza.

—Ve por el teléfono —ordené a Gianna, quien se levantó a regañadientes.

La morena despegó la mirada del techo posando sus ojos verdes en mí, sin entender lo que estaba pasando.

—Si no vas a matarme, ¿puedo irme? —habló con aburrimiento—. La herida empieza a dolerme como la mierda, quiero ir a mi cama y dormir.

De Luca comenzó a caminar hacia ella, se agachó para quedar frente a su rostro. La sangre me ardió cuando sus dedos se clavaron en sus mejillas con fuerza.

«Está tocando lo que es mío. »

—No te irás —su voz era tan peligrosamente calmada que, sin siquiera mirar su expresión, sabía que sus ojos la amenazaban—. Ahora nos perteneces.

Comencé a caminar con una tranquilidad que daba miedo, captando la mirada de Olivia.

—Te equivocas —espeté—. Ella es mía, así que aléjate antes de que se me olvide que somos amigos.

Sedúceme (1 Trilogía Infierno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora