Dexter
Arranqué sus bragas con desesperación, necesitaba hundirme en ella cuanto antes. La tomé de los muslos, haciéndola enredar sus piernas en mis caderas.
Sus labios entreabiertos dejaban escapar gemidos que se escuchaban como si estuviera ahogándose, eso le quitaba un pcoo lo atractivo. Echó su cabello negro a un lado de manera seductora.
—Hazme tuya, Dexter —comenzó a balancear sus caderas—, por favor.
Entonces caí en cuenta.
No era ella.
Ella jamás me suplicaría, incluso aunque lo quisiera, jamás lo haría. Se dedica a provocarme; mis ganas de hacerla sufrir y follarla aumentan cada día. Quería seducirla, destrozarla y someterla.
Demostrarle que era mía, para hacerla sufrir, o para hacerla arder en deseo.
La imagen de Anna comenzó a hacerse clara. Su pelo no era negro, era rojo; sus ojos no eran verde jade, eran de un extraño color café; sus labios no eran gruesos y rojos, eran de un simple café que, aunque la hacía verse bien, no era Olivia.
Tenía que sacármela de la cabeza si quería seguir con mis planes. Tomé el cabello de Anna entre mis manos para dirigirla como quería. Entré en ella con rudeza, balanceaba mis caderas mientras mi boca succionaba sus pezones, imaginando que eran los de Olivia.
Aunque los de Anna son un poco más grandes, por alguna extraña razón los escotes se le ven mejor a Olivia. La piel morena de Olivia hacía que todo le quedara bien. Joder, esto de sacarla de mi mente no está funcionando.
Apreté las manos en su cadera, liberando mi frustración por no poder controlar mi deseo. Ella echó la cabeza hacia atrás en un fuerte gemido y solo pude recordar la manera en la que besé el cuello de Olivia.
La manera en que mis labios se deslizaron por su cálida y suave piel, cómo dejé marca en ella para demostrarle que era mía y cómo ella me retaba con la mirada para hacerme entender que no me pertenecía. Pero se equivocaba, era mía desde que la vi en la cocina acuchillando pasteles como una loca.
—Dexter... —gimió tirando de mi pelo.
Podía imaginar la manera tan seductora en que ese gemido sonaría en los labios de Livxy. Mi mente comenzó a alejarse de la realidad, imaginando que la chica que tenía entre mis brazos era ella.
Aceleré mis movimientos, pudiendo ver cómo sus ojos verdes arderían en deseo, y sus uñas se deslizarían en mi espalda arañándome, demostrando cuánto le gustaba que me la follara.
Mi fantasía fue interrumpida al pensar que había dos imbéciles que sí la tenían así, dos imbéciles que ya habían visto lo hermosa que, estoy seguro, se vería desnuda. Ellos ya la habían tenido entre sus sábanas.
Mis penetraciones fueron más rudas, intentando liberar el enojo que me producía que alguien más la estuviera tocando. No sé cuántas estocadas más di antes de correrme y volver a la realidad.
—Eso fue intenso —dijo con la respiración acelerada, pero notaba cierto enfado en sus ojos—. ¿Lo repetimos?
Sus labios rozaron los míos de manera juguetona. Fuimos interrumpidos por los toques en la puerta.
—Dexter —llama Romina desde el otro lado—, ella está aquí, vamos a comenzar.
La bajé dejándola en el suelo, me deshice el preservativo antes de subirme los pantalones. Mi cuerpo estaba tenso de tan solo pensar que tenía que estar en la misma habitación que ella y no podría tocarla.
Los ojos de Anna me miraban con confusión.
—¿Qué tienes que hacer ahora? Pensé que tendrías el día libre.
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Sedúceme (1 Trilogía Infierno)
Roman d'amourLa vida perfecta de Olivia se ve derrumbada, tras la decisión de su padres de atarla en matrimonio a un hombre mayor que ella. Desesperada por escapar acude Dexter Di Bianco, quien resulta ser el jefe de la mafia italiana. La primera vez que él la...