࿆࿐┈𓃭 𓇚• ει σjσ dε Hσrυs .•𓇚𓂀┈࿐࿆

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Si mis cálculos no fallaban eran más de 100 mts de caída libre, si, lo sé

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Si mis cálculos no fallaban eran más de 100 mts de caída libre, si, lo sé. Era la altura perfecta para matarme; pero por suerte la arena amortiguó el golpe.
Tosía repetidas veces ya que parte de esa arena entró por mis fosas nasales y boca, me levanté de la duna que atenuó la caída, para después sacudirme y limpiar mis párpados que también estaban contaminados y maltratados por los minúsculos granos de arena.
Le eché un vistazo al lugar, se trataba de una caverna. Amplia y oscura.
Por fortuna otro de mis atributos secretos era poder ver en la oscuridad. Las paredes de dicha caverna estaban garabateadas con geroglificos, con chacales, halcones y hasta un león con cuerpo de hombre.
Reconocí el lugar, estaba dedicado a la cultura egipcia antigua.
«Según las palabras de Zoisite; una bestia hambrienta tenia que estarme esperando. Sin embargo, no veo a nadie.» pensé.
Quise encontrar una salida, escapar e ir a buscar en primer lugar a Serena. Me preocupaba que alguno de los monstruos en la fosa le haya hecho daño, sé que es mi enemiga, que me odia; pero como líder de la misión era mi deber tener a mi equipo completo.
Sin embargo lo pensé una vez más, Serena no es ese tipo de chica. No es una damisela en apuros que espera que la rescaten, quedó evidenciado la noche del Sábado; cuando luchó con Zoisite. Pudo traer a un ejército lunar consigo, pero no lo hizo. Prefirió hacerlo por sí sola; la definición de una mujer con carácter, una mujer digna de admirar.
Mecí la cabeza, deshaciendo las distracciones. No era momento de pensar en otra cosa que no fuera mi supervivencia.
Caminé de un extremo a otro, buscando una forma de salir; aprovechando que la bestia no estaba.
De pronto oí como una roca crugía contra el suelo, Sospeché que se tratara de la bestia. Debía apresurarme y salir de ahí.
Continué buscando, y una vez más el sonido de un trote resonó. Tuve la tentación de preguntar si habría alguien, pero eso me expondría con la bestia. Decidí callar y seguir buscando como salir.
Finalmente unas suaves y elegantes carcajadas hicieron eco por el recinto.
- ¿Buscas algo?- preguntó, su voz sonaba como un delicado ronroneo.
Dirigí la mirada hacia atrás, frente a mí se hallaba...¿Una mujer?
Su cabello era negro, cortado a la altura de sus hombros; el color miel de sus ojos resaltaba entre su flequillo y con ese delineado tan afilado como su mirada.
-Pero... ¿Que es lo que veo?-se me acercó con pasos cuidadosos, pero que al mismo tiempo sonaban imponentes.
Miré hacia abajo, notando sus extremidades. Grandes y poderosas extremidades... La mítica esfinge se encontraba frente a mí.
No supe que hacer, ni como reaccionar. Siempre pensé que se trataba de un mito, más bien de una pesadilla.
Ella me acorraló, cerrando con sus patas delanteras mi rostro mientras con su cola felina me acariciaba la mejilla.
-¿Eres acaso un dios que descendió del olimpo?
De manera atrevida acercó su rostro al mío, rozando sus labios en los míos. Tenía un rostro de mujer muy atractivo, no podía negarlo sin embargo algo que arruinaba esa belleza era su fétido aliento que golpeó mi nariz.
Decidí no darle respuesta alguna.
-Por supuesto que no- rió ella-. De otro modo habrías salido de aquí sin problemas.
Se separó de mi al instante, y agradecí que lo hiciera. No soportaba un minuto más su aroma a muerte.
-Por tu apariencia, intuyo que eres humano- me mantuve en silencio -. ¿Acaso el gato te comió la lengua? No me has dirigido la palabra- se alejó de mi, caminando hacia una roca alta sobre la que se recostó.
Seguí con la mirada su trayecto, notando que una pequeña parte de la roca conectaba con la entrada de la fosa
-Me imagino que quieres salir de aquí ¿No es así?- preguntó la Esfinge.
Simplemente suspiré.
-¡Vamos, niño! Di algo.
Inspiré una bocanada de aire y le dirigí la mirada.
-Así es.
Alzó sus cejas, se le veía sorprendida. Luego su mirada se volvió ¿Lasciva?
-Una cara atractiva, un cuerpo perfecto y una voz imponente. Es una lástima que el mundo ya no podrá volver a gozar de eso, caiste en mi fosa y salir de aquí es muy difícil; más bien, es imposible.
-Yo no lo creo así- le dije con total seguridad-. Tengo dos maneras de hacerlo. La primera es escalar sobre tu atrio y salir justo por donde entré, aunque sé que no permitirás siquiera que me acerque.
Ella asintió, aun con sus cejas elevadas.
-Y la segunda es: vencerte con mi ingenio así como lo hizo Edipo.
Por fortuna recordé las clases de mitología que recibí en la escuela, cuando era más joven.
A la esfinge se le debía vencer con determinación, con ingenio. Su principal trampa eran los acertijos, admito que no era muy bueno con ello, pero podría luchar. Ganar tiempo y así encontrar una manera de salir por la parte alta de la fosa.
-Además se ve que eres inteligente- sonrió-. Debes saber que de las cuatro bestias, yo soy la más piadosa no mato a mis víctimas sin antes divertirme un poco con ellas.
-Demasiado piadosa- me dije para mi mismo y con un ligero toque de sarcasmo.
Ella bajó de su roca, caminó en dirección a mi, luego se dispuso a acariciarme con su cola.
-Aunque contigo puedo hacer una excepción. No todos los días se puede ver a alguien tan apuesto en lugares como estos.
De todos modos no podia confiar en ella, se sabía que era tramposa. Nada me garantizaria que en un arranque me quitara la cabeza con sus garras.
-Tampoco puedo quedarme- le dije como respuesta -. Tengo un asunto urgente que atender, tan pronto salga de esta caverna.
La expresión en su cara cambió a desilusión. En verdad me quería tener preso con ella.
-Debo advertirte- retomó la palabra-. Tienes un acertijo, con tres oportunidades. Si ganas, te mostraré una salida. Así podrás ir a donde desees.
» Pero; si por el contrario, pierdes te quedarás conmigo por el resto de tu vida. Diría que serias mi cena, pero me mortificaría por siempre el haberte matado.
Volví a tomar aire, para despejar mi mente y prepararme para el acertijo de la esfinge.
-Bien; este es mi acertijo:
"Tangible, como intangible.
¿Que puede romperse, pero no puede ser sostenido?
¿Que puede ser dado, más nunca atrapado? "
Sacudió su melena, de ella cayó un pequeño reloj de arena, al cual le dio la vuelta. La arena empezó a descender desde la parte llena hasta la parte vacía del reloj. Nos ibamos a regir de acuerdo al tiempo.
Me quedé callado, pensando como podria acertar.
Se toca... pero no se puede tocar
Se rompe sin retener
Se entrega pero no se toma.
Mientras buscaba alguna respuesta, la esfinge seguía acariciandome con la cola. Susurraba cosas en mi oido, no tardé en darme cuenta que queria desconcentrarme para que así perdiera, a esto se refería Zoisite cuando dijo que era una tramposa, de todas maneras no lo logró. Pero lo que ella no pudo hacer, lo hizo el tiempo.
-Ultimo grano de arena- expresó ella en medio de una sonrisa satisfecha -. ¿Y bien? ¿Cuál es tu respuesta?
Muy a mi pesar respondí:
-El tiempo.
La esfinge me miró con una mueca burlona, al instante su carcajada resonó.
-Creo que no eres tan inteligente despues de todo... respuesta incorrecta.
Con su pata le volvió a dar la vuelta al reloj, empezariamos una vez más.
- "Que puede romperse, pero no puede ser sostenido?
¿Que puede ser dado, más nunca atrapado? "- canturreaba.
Cerré los ojos, como una manera de visualizar su acertijo. Imaginé algo que pudiera tomarse con las manos y al mismo tiempo no. Algo que se rompiera pero sin sostenerlo.
Le daba vueltas y vueltas, mientras que la esfinge seguía intentando distraerme.
-Se acabó el tiempo- Anunció la esfinge.
-No lo sé- respondí entrando en desesperación, no me quedaba sino una oportunidad-. El agua.
Ella volvió a reírse.
-¿Te parece una respuesta decente? "El agua"- imitó mi voz en falsete-. Te queda solo una oportunidad, si vuelves a errar. Serás mío para siempre.
» Última oportunidad. Y procura fallar para que así...
No terminó la frase, en vez de eso emitió un espantoso grito, lo que hizo que me tapara los oidos.
¿Que fue lo que pasó?- me pregunté.
La esfinge se retorcía, convulsionaba agarrándose la cabeza con sus patas delanteras. Sus ojos miel estaban desorbitados y muy abiertos al punto que parecía que se le iban a salir de sus cuencas. Rugía y gritaba con horror.
La miré mientras se revolcaba en la arena, de pronto observé su tiara, la cual parecía una serpiente enroscada al rededor de su cabello negro, la cabeza de la serpiente fulgía en una brillante luz azul. Dicha luz parpadeaba, retumbaba ocasionandole dolor a la esfinge.
Mi mirada viajó desde el monstruo hasta la parte alta de la caverna, por la que entré luego de que el puente se derrumbara.
"Es ahora o nunca "
Corrí hacia la roca sobre la que la Esfinge se recostaba, la escala sin importarme si me lastimaba los pies o las rodillas. De todos modos no tendría ni heridas o secuelas, punto a favor de Endymion.
Subí hasta la plataforma, el borde de la entrada estaba aún lejano; debía saltar si quería salir.
Retrocedí unos pasos hacia atrás, ignorando lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Corrí para tomar impulso y justo cuando salté, algo me impactó a un costado.
Mi cuerpo se golpeó fuertemente contra el suelo, quedé cubierto de arena y polvo que se alzaba por cada punto.
Sentí peso sobre mi pecho, eran las patas delanteras de la esfinge que me presionaban contra el suelo, sus garras se enterraban a cada lado de mi pecho provocando dolor.
-Te dije que no saldrías tan fácilmente de aquí- susurró sobre mi rostro-. Tuve un instante de debilidad, nada más. Pero esto aun no se ha acabado, saldrás de aquí o serás mío.
Ella levantó su rostro, mirando hacia adelante
-Alguien tomó a Völsung, alguien derrotó a Fafner en la primera fosa- susurraba.
Bajó su mirada hacia la mía.
-No permitiré que salgas, no sin que antes haya una derrota.
-¡Yo no estaría tan segura!- exclamó Serena desde un costado en la fosa.
La esfinge alzó la mirada, girándola alrededor para encontrarla.
-¿Quien dijo eso?
-Aqui- respondió Serena.
Levanté un poco la cabeza de la arena, Serena salió de entre las sombras. Sus ojos grises brillaban entre la oscuridad de la caverna y la suya propia, estaba bañada en una materia extraña y oscura. Pero he de reconocer que jamás me había alegrado tanto de volver a verla.
La esfinge sacó sus garras de mi pecho y se giró hacia Serena.
Me levanté del piso, observando como mi franela azul estaba teñida de rojo en cuatro puntos y que formaban un arco.
-El chico es mío- reclamaba Serena, tenía su mano extendida y en ella una espada roja que emitia un ligero destello de luz.
Confieso que tuve una sensación extraña cuando dijo eso.
La esfinge rió ante las palabras de Serena.
-Entonces ¿Fuiste tú la que derrotó a Fafner y me produjo un severo dolor de cabeza?
Serena la ignoró para dirigir la mirada hacia mi.
-Me das vergüenza, Darien- me dijo-. Te dejaste pisotear por esta gata roñosa.
La esfinge gruñó por la provocación de Serena.
-Ten mucho cuidado con tus palabras, niña. No me obliges a volverte girones la cara.
Serena le devolvió la mirada, para después dedicarle una falsa sonrisa.
-Así es- respondió -. Fuí yo, la que hice pedazos a esa molesta lagartija. Y la que sigue eres tú si le tocas un cabello al tipo que está detrás de ti.
-Veo que tienes agallas- dijo la esfinge-. Veamos si así como eres buena para alardear también lo eres para defenderte.
Sin preámbulo, la esfinge dió un zarpaso. Arrojándose hacia Serena.
Ella por su parte, se tiró al suelo dando una voltereta y salvándose de las garras del monstruo.
-¡Déjala Serena. Este es un asunto mío!- exclamé
-¡Ay, por favor!. ¡Estabas en el piso, comiendo arena!. ¡Si yo no hubiera llegado ya serias estofado!
La esfinge se volvió a impulsar hacia Serena.
-¡Cuidado!- advertí.
Ella por su lado respondió, corriendo hacia adelante, empuñándo aquella espada.
Se volvió a tirar al piso de rodillas, deslizándose sobre la arena. Alzó la espada y le ocasionó una gran y ardiente herida en el pecho y parte del vientre a la bestia.
¿Dije ardiente? Así es, puesto que la herida refulgía como un rio de lava.
La esfinge cayó a la arena, parecía muerta. Sentí alivio al verla ahí, tirada e inmóvil.
Traté de acercarme a Serena quien aún se mantenía en guardia, y mirando con atención al monstruo
-Quédate donde estás, Darien. No debemos confiarnos, no sabemos si en verdad ha muerto.
Giré el rostro hacia el cuerpo de la esfinge, esta estaba bañada en sangre. No necesitabamos más pruebas.
Ignoré la petición de Serena y me acerqué.
-Está muerta. La herida que le hiciste fue el golpe fatal
Por un momento Serena me dedicó la mirada y de pronto.
-¡Apártate!
Me tomó del hombro y me empujó hacia abajo, apenas pude observar como de un manotazo la esfinge golpeó a Serena, arrojándola contra la roca por la que pensé escapar.
Serena lanzó un fuerte grito, que hizo que la caverna temblara. Su sangre brillante descendía por su frente en grandes cantidades.
-¡Maldita esfinge, hija de...! ¡Oh, mi brazo!
-Hablas demasiado, niñita- expresó la bestia en una carcajada burlesca.
Me maldije por haber intervenido, si no me hubiese confiado tal vez Serena hubiera podido ganarle a la bestia; tenia ganas de darme un puño. Si no la iba a ayudar ¿Para que estorbaba? Fue un movimiento estúpido.
La esfinge se volteó hacia mí y de nuevo me sonrió como si nada hubiera ocurrido.
-Tú y yo tenemos algo pendiente.
»Tienes solo un minuto, si no aciertas en menos de ese tiempo. Tu amiguita será la cena y tú te quedarás conmigo. Pa-ra si-em-pre.
La esfinge repitió el acertijo dos veces más. De reojo vi como sacó una gran parte de arena del reloj dejándo una porción minúscula. Volteó al reloj y empezó a contabilizar el tiempo.
"Se puede tocar y al mismo tiempo no.
Se rompe, pero no se puede agarrar
Se entrega, y al mismo tiempo no se puede atrapar."
-¡Vete, Darien! -exclamó Serena, ganándose mi atención.
Por primera vez en la vida vi una mirada sincera de su parte, ya no habia odio, ni resentimiento y mucho menos arrogancia. Anhelo, esa era la palabra; era eso lo que habia en su mirada.
Serena se levantó de la base de la roca, con su brazo derecho guindando, inerte. Su labio estaba roto por el arco de Cupido asi como su frente sangrante.
La Esfinge se giró, dandole la cara a Serena.
-Parloteas bastante, tanto que eres insoportable- acusó-. Parece que quieres morir, pues bien, te daré ese gusto.
Serena alzó la espada, lista para defenderse. Sin embargo; leguas se notaba que ya no tenía fuerzas. A tal grado que la efinge la tomó con una de sus patas delanteras, como tratando de asfixiarla. La levantó por el aire y la puso conta la pared de la fosa.
Cerré los ojos, no quería ver como la vida de Serena seria cortada.
Sin duda alguna cargaría en mi consciencia la culpa de que Serena pereciera.
Todo estuvo mal desde el principio.
No debí proponerle que viniéramos, de otro modo no habriamos pasado por tanto, y ella seguiría con vida.
Ahora la ira de Selene no solo caería en Endymion, sino también en mi, y con justa razón. Por culpa tanto de el "padre" como del hijo sus dos hijas terminarían su vida en la tierra.
De manera extraña y repentina mi mente reprodujo el acertijo.
'Ya no tengo ideas. Ya no sé que hacer.'
Algo acarició mi mejilla, pensé que era la esfinge. Pero no fue así.
Cuando abrí los ojos, vi una delicada y suave mano pálida. Lo extraño de todo es que su toque me transmitía tranquilidad, me sentía cómodo con ella.
Seguí el largo de su brazo hasta llegar a su rostro, "ella" la chica de ojos grises.
-¿Serena?
No me dió una respuesta, sólo me observaba con ojos esperanzados. Me dedicó una última sonrisa, como queriendo decirme "Todo va a estar bien".
—Adelante- me susurró, luego me dejó un beso en la mejilla y se alejó.
Mi mirada viajó hacia donde estaban la esfinge y Serena, vi como esta última cayó al piso. La franela que le presté brillaba en un azul-plateado intenso, la esfinge le había cortado el cuello con sus garras. Aún así, parecía que Serena no quería morir. Pues rápidamente se tomó el cuello con la mano para parar el sangrado. De manera automática entendí su mensaje, ella me esperaría para que curará sus heridas.
Fue así como me armé de valor para encarar a la bestia.
-Último grano de arena, declaró la esfinge. Responde- me ordenó -. "Que puede romperse, pero no puede ser sostenido?
¿Que puede ser dado, más nunca atrapado? "
Las imágenes se fueron proyectando en mi mente, primero: esa mujer que era idéntica a Serena. Luego mis deseos de ser médico, seguido por las tantas charlas que tuve con mis padres y en última estancia, Artemis Shields. Mi padre.
-Los sueños- respondí
La esfinge se quedó inmóvil, observándome. Ya no poseía esa mueca divertida con la que la conocí.
-Se rompen cuando por diversas circunstancias no puedes continuar, o en el peor de los casos si mueres sin siquiera haberlo intentado. No se sostienen porque no tienen forma física.
» Los entregas cuando los compartes con alguien más, y no los puedes atrapar porque como te dije anteriormente, no tienen forma física.
La bestia cayó derrotada tras mi discurso. Me miraba pero sin parpadear, hasta que de pronto su cuerpo se fue convirtiendo en una estructura de polvo que se deshizo al instante.
Olvidé todo lo demás, toda mi atención iba dirigida a Serena, que estaba tirada y con su mano sosteniendo el cuello. En mi interior rezaba porque siguiera con vida, me acerqué a ella y la llamé, quedé aterrado cuando no respondió.
-Serena... Serena, por favor- supliqué.
Le daba suaves palmaditas en la mejilla. Hasta que lentamente abrió sus ojos.
Agradecí por ello, me hubiera sorprendido que sobreviviera a ese tipo de corte. Pero recordé la discusión con la esfinge, donde le decía que había derrotado a Fafner.
Según la mitología Nórdica, Fafner fue un enano que robó y mató a sus hermanos por codicia. Custodiaba su tesoro en forma de dragón, tal vez porque inspiraba terror.
El único que pudo derrotarlo fue el bravo y gallardo Sigfrido, el héroe nibelungo.
Y por lo poco que conocía a Serena, sabía que ella reunía esas características. La admiraba mucho por eso, independientemente de lo que haya sucedido entre nosotros.
Según la mitología, aquellos que sean bañados con la sangre de ese dragón serían invencibles. Sólo así justifico que haya sobrevivido a un corte en la yugular.

𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐋𝐀 𝐓𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀 & 𝐋𝐀 𝐋𝐔𝐍𝐀. [Trilogía Estelares #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora