Me froté los ojos para dar crédito a lo que veía; y es que ni en mis más preciosos sueños podría imaginar algo igual.
Valió la pena, valió cada golpe, las caídas y hasta los rasguños de las bestias con tal de verlo. Elýsion era fantástica, sublime.
Hicimos un recorrido periférico con la mirada tan pronto salimos de las fosas, y una vez que nuestros ojos se adaptaran de nuevo a la luz.
Valles de ensueño y montañas se extendían desde nuestra salida hasta lo visible. Los libros y películas de fantasía se quedaban cortos ante lo que vi. Ni "El viaje al centro de la Tierra " de Julio Verne se le podía comparar.
Detallé cada lugar, cada bosque y colina hasta detenerme en una de ellas, la última si soy exacto. En ella se alzaba un poblado parecido a La Acrópolis de Atenas. Detuve la mirada en la edificación más alta, cuya apariencia me trajo recuerdos.
Un palacio dorado con cúpulas azules.
Tal como lo soñé aquella noche: Un acantilado, un mar sin fin y un palacio. Sólo faltaba esa chica de cabellera semejante a una luna llena.
Miré hacia Serena por instinto (y por su parecido), todo su cuerpo ahora era de color rojo tras su batalla en la primera fosa. La única variación era su color de ojos.
Ella me devolvió la mirada; Sin embargo esta se parecía y al mismo tiempo no a la de la otra chica, ya que la de Serena carecía de ese brillo encantador. Ese que sin palabras me decía que todo estaría bien.
-Sólo un largo camino nos separa de Elýsion, Serena-le susurré.
Ella no me devolvió una respuesta, apartó su mirada hacia la ciudad en la montaña. Y de la misma forma lo hice yo, de nuevo mirando hacia el palacio.
De pronto algo llamó mi atención, de la torre más alta se desprendía esa luz dorada que iluminaba todo.
No había sol... Es decir, nunca lo hubo.
Recordé el sueño: Entonces ese atardecer nunca existió.
-¿Cómo es que hay luz en un lugar como este?- le pregunté a Zoisite, al quitar la mirada del palacio.
Él hizo de sus labios una línea, y después dirigió su atención hacia mi.
-Vamos, Zoisite- dijo Serena con un tono de voz más profundo, más serio.
Me conformé con que por lo menos ya no lo habia tratado como un esclavo.
-Díselo- exigió.
Zoisite emitió un suspiro.
-Así como el reino lunar tiene su respectivo Loto de Cristal. La tierra también tiene el suyo.
Con su mano señaló a la cúpula alta del palacio.
-Es gracias al Loto dorado terrestre que hemos podido sobrevivir, ocultos en un mundo subterráneo. Tanto la gente de Elýsion como algunas criaturas mitológicas-enfatizó.
Serena dio una media vuelta hasta ponerse frente a mí, se cruzó de brazos y me miró fijamente.
-Ese es otro de mis interrogantes. ¿Por qué, teniendo su propio Cristal de poder tomaron el nuestro?
Me rasqué el entrecejo con suavidad. Odiaba ese tono de voz desafiante, odiaba esa montaña rusa de emociones que era ella. Apenas unos momentos antes se había mostrado como alguien gentil, hasta llegué a pensar que esa era su verdadera personalidad. Pero como siempre, al hablar de esa piedra mágica se arruinaba cualquier indicio de una buena relación.
-Eso es algo que sólo Endymion puede aclararnos, fue por eso que te propuse venir ¿Lo recuerdas?- respondí-. Y por favor no me culpes por algo que él hizo, él y yo no somos iguales.
En seguida Zoisite tomó la palabra.
-Creo que lo mejor será irnos.
A pesar de la tensión que se respiraba en el entorno decidimos escuchar a Zoisite y emprender el camino hacia lo alto del acantilado.
Caminar por el sendero principal a Elýsion era relajante, la arena acariciaba nuestros pies desnudos brindándoles calma y descanso, se sentia como caminar sobre algodón.
Fue por eso que Zoisite nos pidió quitarnos el calzado.
Aproveché para echarle un vistazo a las praderas.
Se podian ver a los unicornios, centauros y mustangos en caballadas, corriendo tan libres y alegres.
Avanzamos un poco, cruzando el puente que nos llevaría al bosque que rodeaba la ciudad.
El bosque también le hacia justicia al lugar donde se cumpliría nuestro destino, frondosos arboles llenos de vida, vegetación de menor magnitud y siempre verde, quizá gracias a la humedad.
Respiré hondo para sentir la frescura del entorno.
-Regaliz- Serena musitó.
-¿Que dijiste?- pregunté.
- Era el favorito de Serenity. Le encantaba el aroma a regaliz.
Al instante Zoisite tomó la palabra.
-Las ninfas y hadas se encargan de todo. Mantienen el orden de los bosques y la naturaleza, y todas están bajo mi mando.
-¡Woah! Impresionante. ¿Quieres decir que todo este tiempo...?-dejé la frase en el aire.
-Dejé a una de ellas a cargo, mientras cumplía mi misión de cuidarlo a usted. No sé si sepa algo sobre: Eco.
De inmediato mi mente recordó el mito de aquella ninfa que se enamoró de Narciso, pero este la rechazó. Debido a ello la diosa Némesis lo castigó, ocasionando que se enamorara de su propio reflejo y que terminara ahogándose en el estanque.
-Comprendo- respondí en automático.
Llegamos hasta unas escalinatas de mármol, la barandilla (también del mismo material) estaba adornada con rosas trepadoras, las cuales florecian en tonos blanco y rojo.
Me acordé del incidente con Serena y sin pensarlo dos veces me acerqué a ella. Si la tierra queria agredirla entonces tendría que herirme primero. De la misma manera, ella las observó con recelo y empuñándo su espada con fuerza, preparándose por sí debía atacar.
-Despreocúpate- le dije para tranquilizarla-. Esta vez no te harán daño.
-¿Cómo sabes?
Me encogí de hombros.
-Recuerda que la Tierra no puede herir a los suyos. Te cubriré con mi cuerpo si una de las enredaderas trata de hacerte daño.
-¿De verdad harías eso por alguien como yo?
-Es por el bien de la misión-me apresuré a responderle-. No queremos que haya problemas.
-Si tú lo dices- dijo con sus cejas alzadas.
Finalizamos en el rellano, hasta que escuchamos voces y la algarabía de la gente al otro extremo.
Zoisite nos pidió detenernos, alzando su mano derecha. En seguida se giró a nosotros y quitándose su larga capa le dijo a Serena:
-Princesa; tal vez la parezca indigno lo que le voy a pedir, pero es necesario para evitar miradas curiosas.
-Que por lo generar recaerán en mi- supuse. Zoisite asintió.
Luego le extendió la capa a Serena.
-Presumido- me pareció oir de su parte.
-Está cubierta de sangre, para ninguno de los tres es un secreto que van a empezar a señalarla y usted se podría incomodar.
Esperé a que Serena hiciera una de sus majaderías, pero "Oh, sorpresa" no lo hizo. Por el contrario aceptó la capa sin poner resistencia.
-Te tomo la palabra. Detesto que esten murmurando a mis espaldas.
Rápidamente Zoisite cubrió a Serena con su capa, agradecimos que por su baja estatura la capa pudiera cubrir sus piernas para que así nadie notara la sangre del dragón.
-Bien; es el momento- dijo Zoisite.
Avanzamos por el empedrado, acercándonos cada vez más a la civilización. Serena se cubría el rostro, apenas y se podian ver sus ojos.
Las miradas curiosas de los transeúntes viajaban hasta nosotros, incluyendo las murmuraciones.
-¿Ese no es Zoisite? ¿Uno de los colaboradores del rey?
- Si, es él. ¿Ya culminó su trabajo en la superficie? Tenía entendido que aún le restaba un año.
-¿Y, quienes serán los otros dos?
-La cara de ese hombre me parece conocida. ¿Será posible que sea...?
Ignoré sus comentarios, a final de cuentas más pronto que tarde sabrían la verdad.
En mi recorrido le eché un vistazo a las edificaciones, estas conservaban el estilo griego antiguo. Era como estar en la época de la Grecia Clásica. Las gentes vestían con túnicas largas y sandalias, parecía que el tiempo no había pasado allí.
Me pregunté si ¿Sabrían que la civilización de la superficie tiene otro tipo de costumbres y/u otro tipo de vestimenta?
De pronto la mirada se detuvo en uno de los tantos puestos de fruta, allí una mujer sostenía una manzana. Palpándola y pidiéndole al dueño que le empacara unas cuantas en su canasta de mimbre. A los pocos segundos vi como dos niños jugaban en la calle, sentí que se trataba de un dejavú. Y de inmediato caí en cuenta.
Esa fue la misma visión que tuve cuando pasamos por las ruinas de Pompeya.
-¿Hermano Zoisite?- apareció un chico frente a nosotros.
Llevaba una bandana beige en la frente, que hacia juego con su toga, era rubio, con cabello corto y semi ondulado. Además se veía joven, como de unos 15 años.
El chico sonrió y sin dudarlo se colgó de Zoisite, dándole un abrazo.
-Jadeite a mi también me da gusto verte.
La potestad del Sur.
La mirada del chico viajó hasta mi, sorprendiéndose al verme.
-Se parecen mucho-afirmó -.Supongo que él es...
Zoisite se giró hacia nosotros.
-Si, es él.
Jadeite asintió. Luego dirigió la mirada hacia Serena.
-Ella es la princesa de la Luna. Serena- explicaba Zoisite.
-¡¿Que?! - exclamó, ganándo asi la atención de la gente de alrededor, luego se disculpó para que así los curiosos siguieran en lo que estaban-. Pero...Zoisite- advirtió.
-Sé que ahora nuestras relaciones con la Luna no han sido...- trató de explicarle.
-Fue mi idea- interrumpí, para no darle largas al asunto -. Yo fuí quien la invitó.
El chico llamado Jadeite, se quedó callado y sin decir nada más inclinó la cabeza a manera de disculpa.
-Entiendo, alteza- agregó después-. Imagino que van rumbo al palacio. Permitanme acompañarlos.
Ninguno de los tres tuvo inconveniente, y aceptando la para entonces guía de Jadeite nos pusimos en marcha al palacio.
Era de esperarse las miradas curiosas de los demás ciudadanos, y sumadas a ellas murmuraciones similares a las de el principio. Decidí no prestarles atención, en algún momento hasta se les olvidaría.
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𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐋𝐀 𝐓𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀 & 𝐋𝐀 𝐋𝐔𝐍𝐀. [Trilogía Estelares #1]
Fantasy¿Que harías si un día que considerabas "normal" descubres que no eres un humano común y corriente? ¿Qué hasta tu propia sangre te advierte que no eres igual a los demás? Y que incluso pasas de ser una simple criatura Viviente a ser el heredero al tr...