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Si soy sincera

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Si soy sincera. Creí que podría lidiar con la misión encomendada por mi madre, claro; fue fácil prometerlo, pero del dicho al hecho hay mucho trecho.
La mente de Darien es difícil de "adiestrar" no logre entrar de la manera que quería, no pudía leer y domar sus pensamientos.
Él es fuerte más que cualquier humano -y si que me he encontrado con varios en el camino- pensé que sería tan vulnerable como ellos, pero su mitad divina lo ha sabido defender bien. Incluso me ha hecho pensar que de nada han valido los diecisiete años que estuve tras él.
Creí que sería fácil, pues vivía con humanos y si ellos pudieron moldearlo hasta hacerlo como ellos entonces tendría el camino libre en todo aspecto. Salvo por los dos obstáculos que tuve en nuestros primeros encuentros. Pequeños pero muy molestos.

-¡Sh, no te acerques!- me gritó una mujer, armada con una escoba en mano-. ¡Fuera, bruja!
Ella golpeaba cada viga de la habitación con el fin de espantarme mientras que yo huía; la mujer era lo de menos, mi atención recaía en el pequeño que se encontraba en la cuna profundamente dormido.
-Pero ¿Qué es lo que pasa?- apareció la más jóven. La madre del niño-. Suegra ¿Que hace con eso?
-Trato de espantar a ese pajarraco- respondió con desprecio.
-¿Que pajarraco?
-Ese de allá, míralo.- alegaba señalándome con el cabo de la escoba.
La joven alzó la mirada a la repisa sobre la que me posé, y se echó a reír.
-¿Por qué ries?- preguntaba la mujer madura con cierta severidad.
-Suegra, es sólo una inofensiva lechuza- contestó la joven madre del niño.
- ¡Nada de inofensiva!-replicó la abuela-, Son pájaros de mala suerte; es necesario ahuyentarlos, si es que no quieres que tu hijo sufra en el futuro.
-Suegra esas son supersticiones de la gente, mírela, se ve tan tierna ¿Qué daño podría hacer? Más bien, deme eso- tomó la escoba-. Quizás tenga un nido cerca, si la mata acabaría con una familia de polluelos. Muy cruel en mi opinión.
La joven mujer se acercó a la ventana y la abrió, creyendo que me sentía prisionera.
Analicé la situación y decidí salir volando de allí, prometiendome volver.
Los encuentros con el pequeño Darien fueron recurrentes, en uno de ellos la abuela me sorprendió y sin que su nuera se diera cuenta me golpeó con un oso de felpa. Huí de allí tan pronto pude, y debido a ello me vi en la obligación de esperar, de no exponerme de nuevo sino hasta que tuviera oportunidad.
Los meses fueron pasando, y yo lo vigilaba desde lejos, ese niño crecía demasiado rápido. No tardó mucho en aprender a caminar, lo observaba desde el ciprés de la casa contigua.
Jugaba con sus cochecitos de plástico y sonreía, unos instantes despues apareció su madre con un sombrerito rojo de pescador.
-Darien, ya te he dicho que te pongas tu sombrero, el sol te puede lastimar.
El niño era bastante quisquilloso, no quería ese sombrero.

El fin de semana siguiente, los observé empacando algunas cosas en la carcacha vieja de Artemis y Luna (En mi largo tiempo de vigilia pude aprender sus nombres) llevaba una canasta consigo, lo entendí: irian de picnic a alguna parte. Tenía que seguirlos de todas maneras.
Tan pronto la vieja camioneta emprendió viaje salí volando tras ellos.
Llegamos a un campo en lo alto de las colinas, para ser más precisa, estábamos en el mirador del pueblo; era de suponer, querían un lugar tranquilo para su día de campo.
La llanura estaba cubierta de una espesa grama, flores que desde las alturas parecían puntos amarillos en una gruesa manta verde.
Artemis detuvo el auto cerca al viejo álamo, y como hombre acomedido se dispuso a ayudar a su esposa a organizarlo todo.
Disfrutaron de su comida, miraban en dirección al pueblo y conversaban; pronto, el radiante sol fue bajando y con eso la sensación térmica del ambiente que para entonces era tibia.
La pareja se dispuso a recogerlo todo de regreso. Estaban tan distraídos en ello, que no se percataron que el pequeño Darien se alejó. Justo lo que yo quería, era mi oportunidad.
Volé hacia él, apareciendo me de repente. Él me observó por unos segundos y sonrió, con esa carcajadita que emiten los bebés; al verlo sonreír algo dentro de mí se removió, era una sensación de tranquilidad, traté de sonreír también.
De pronto; recordé mi objetivo y con ello recobré la razón, alcé la vista una y otra vez. Luna estaba de espaldas y Artemis dentro del carro.

𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐋𝐀 𝐓𝐈𝐄𝐑𝐑𝐀 & 𝐋𝐀 𝐋𝐔𝐍𝐀. [Trilogía Estelares #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora