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Gotanda y Reiko salieron de la habitación donde Aqua dormía, el silencio del pasillo envolviendo la escena con una atmósfera tensa. Las luces tenues destacaban sus sombras, mientras el hombre rompía el silencio con un tono de preocupación.
—Sabes, no es como si yo fuera el padre de este tipo —comentó Gotanda, la voz grave y cargada de una preocupación que no podía ocultar. Su expresión reflejaba un conflicto interno; cuidaba a Aqua como si fuera su propio hijo.
Reiko bajó la mirada, una nube de decepción oscureciendo su rostro. —Rayos... —murmuró, sus palabras como un susurro perdido en la oscuridad.
—¿Y, ya eres su novia o algo así? —preguntó Gotanda, el tono un poco más ligero, como si intentara romper la tensión.
—No, yo no soy su novia, y no estoy segura de si la persona con la que sale es realmente su novia. —La frustración brotó de Reiko, cada palabra impregnada de un dolor que resonaba en su pecho. Mientras hablaba, sus manos se apretaban, como si intentara aferrarse a algo que se le escapaba.
—¿En serio? Pensé que tú... —dijo Gotanda, la incredulidad dibujándose en sus rasgos. —Parecía como si hubiera algo entre ustedes. —La mirada de Gotanda se encontró con la de Reiko, y ella suspiró, sintiendo el peso de la verdad.
—Hasta usted lo notó
—Siento haber llegado de repente. —Reiko cambió de tema, una disculpa flotando en el aire, temiendo haber causado molestias con su visita.
—No te disculpes. —La calidez en la voz de Gotanda era reconfortante, intentaba aliviar la tensión.—¿Y soy yo, o ya dejaste de ser una malcriada? —preguntó, intentando aliviar el ambiente con un toque de humor, mientras despeinaba juguetonamente el cabello de Reiko.
—A veces tengo que demostrar mi educación. —Reiko se rió, aunque la tristeza aún se asomaba en sus ojos.
—No es la primera vez que sucede algo así. —Gotanda se refería al ataque de ansiedad de Aqua, un recuerdo que traía consigo un eco de problemas.
