Capítulo 7:Entre líneas y silencios

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Era temprano, el aire fresco de la mañana impregnaba las calles del pequeño pueblo, mientras el sol apenas comenzaba a asomar detrás de las colinas. Joe se encontraba caminando hacia el teatro, sintiendo el crujir de la grava bajo sus pies. Había algo especial en esas caminatas matutinas que empezaban a formar parte de su rutina. En Londres, todo se movía tan rápido; aquí, las cosas parecían tener su propio ritmo, más pausado, más íntimo.

A medida que el teatro apareció en su campo de visión, Joe se sintió invadido por una mezcla de emoción y nervios. El estreno de Hamlet todavía estaba a semanas de distancia, pero el peso de su papel principal no disminuía. Había pasado noches en vela, repasando las líneas, tratando de meterse en la mente de Hamlet, de entender su complejidad. Sin embargo, había algo que le seguía faltando, una conexión más profunda con el personaje.

Al llegar al teatro, lo recibió el eco de pasos en el escenario. La sala todavía estaba vacía, salvo por Kathryn, que ya estaba allí, caminando de un lado a otro, sumergida en su propio mundo de ensayo. Ella tenía una facilidad para moverse por el espacio como si estuviera hecha para estar bajo esas luces, como si el escenario fuera su hogar más natural. Joe se quedó en el umbral de la puerta, observándola por un momento, intrigado por su concentración.

—Siempre madrugando, ¿eh? —dijo Joe finalmente, rompiendo el silencio mientras entraba.

Kathryn levantó la vista y sonrió, esa sonrisa cálida que había aprendido a apreciar.

—Tú también —respondió ella con una leve risa—. Creo que es una especie de escape. Es como si, por las mañanas, el teatro fuera solo mío—

—Parece que también es mío ahora —dijo Joe, sonriendo mientras se unía a ella en el centro del escenario.

El teatro vacío tenía una atmósfera especial, casi mística. Las sombras de los asientos vacíos se extendían hacia ellos, y las luces suaves desde arriba hacían que todo se sintiera más íntimo. Joe sintió un ligero nerviosismo al estar tan cerca de ella, no solo por su talento y experiencia, sino por la conexión que sentía que se estaba formando entre ellos.

Kathryn lo miró, con ese brillo en los ojos que siempre tenía cuando hablaba de actuación.

—¿Cómo te sientes con Hamlet? —preguntó suavemente, inclinando la cabeza hacia él.

Joe tomó aire, sin estar del todo seguro de cómo responder.

—Es complicado. Creo que cada vez que lo interpreto, descubro algo nuevo, pero... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Siento que todavía hay partes de él que no puedo tocar, como si no estuviera viendo todo.

Kathryn asintió, comprendiendo.

—Es uno de esos personajes. Hamlet es difícil porque no es solo un papel, es un espejo. Todo lo que traes contigo, tus miedos, tus dudas, tus esperanzas, él te lo refleja de vuelta. Tal vez lo que necesitas no es encontrarlo a él, sino encontrarte a ti mismo en él—

Joe se quedó en silencio, digiriendo esas palabras. Era como si Kathryn hubiera dado voz a algo que él había estado sintiendo pero no había podido articular. Ella lo veía de una manera que nadie más lo hacía, y ese entendimiento lo conmovía.

—No sé si sé cómo hacerlo —admitió Joe, la sinceridad en su voz revelando una vulnerabilidad que rara vez mostraba.

Kathryn se acercó un paso más, y por un breve momento, sus manos casi se rozaron. La cercanía entre ambos creaba una electricidad sutil en el aire.

—No tienes que saberlo todo ahora —dijo ella en un tono suave, casi susurrado—. Este es solo el comienzo. Permítete apoyarte en el proceso—

Joe la miró a los ojos, notando la profunda calma que ella irradiaba, y algo dentro de él comenzó a aflojarse, a relajarse. De repente, ya no era solo el joven actor nervioso que intentaba estar a la altura del desafío de Hamlet. En ese momento, era solo Joe, compartiendo un espacio con alguien que entendía su lucha.

—Gracias, Kathryn. Estaria perdido sin ti en este proyecto —dijo con una sonrisa sincera.

Ella sonrió de vuelta, aunque su expresión parecía esconder algo más, algo que Joe no alcanzaba a comprender del todo.

—Ya lo estás haciendo —respondió ella antes de alejarse ligeramente y cambiar de tema—. Ahora, ¿quieres repasar algunas líneas conmigo antes de que llegue el resto?—

Joe asintió y ambos comenzaron a trabajar en sus escenas, sus voces llenando el teatro vacío. A medida que avanzaban, Joe se dio cuenta de que las palabras fluían con más facilidad, como si algo dentro de él hubiera comenzado a desbloquearse. Quizá el consejo de Kathryn había sido lo que necesitaba: no buscar la perfección, sino permitirse estar en el momento.

El ensayo matutino pasó rápidamente, y para cuando el resto del elenco llegó, Joe se sentía más en sintonía con el personaje. Se dio cuenta de que había empezado a disfrutar el proceso en lugar de verlo como un peso.

Después del ensayo, mientras todos se dispersaban para tomar un descanso, Kathryn y Joe se quedaron un poco más, ambos caminando hacia la salida del teatro bajo el suave resplandor del sol de la tarde.

—¿Qué te parece si mañana nos escapamos un rato antes del ensayo? —preguntó Kathryn de repente—. Hay un lugar en las afueras del pueblo, cerca de un lago. Desde que lo descubri ultimamente voy allí cuando necesito despejarme—

Joe se sorprendió por la invitación, pero sonrió ante la idea.

—Me encantaría —respondió sin dudar.

Mientras caminaban juntos hacia sus respectivos hogares, Joe sintió que algo más profundo estaba empezando a florecer entre ellos, algo que iba más allá de la amistad o el trabajo en la obra. No sabía aún qué forma tomaría, pero había una conexión real, una que sentía que solo seguiría creciendo con el tiempo.

Al llegar a su pequeño apartamento, Joe no podía dejar de pensar en cómo Kathryn lo había ayudado a ver a Hamlet desde una nueva perspectiva, pero también cómo ella estaba empezando a ocupar un lugar especial en su vida. Quizá la obra no era lo único que cambiaría para él en este pueblo.

Ecos de HamletDonde viven las historias. Descúbrelo ahora