En una pequeña ciudad costera, Kathryn es una talentosa actriz que ha decidido tomarse un descanso de Hollywood para redescubrir su pasión por la actuación en el teatro local. Joe, un joven aspirante a actor, sueña con salir de su pueblo y hacer una...
La tensión era palpable mientras Joe ayudaba a Kate a salir del coche. Apenas podían intercambiar palabras; el silencio entre ellos era pesado, cargado de emociones que ambos luchaban por procesar. Al llegar a la puerta de la casa, Joe apenas tuvo tiempo de guiar a Kate hacia el sofá antes de que ella se desplomara sobre los cojines. Sus manos temblaban mientras se quitaba los zapatos, revelando las heridas en sus talones y rodillas, consecuencia de la caída en el acantilado. Aún sollozaba, sus lágrimas cayendo con pesadez, como si cada una llevase consigo un fragmento de su agotamiento.
—El botiquín está en el baño—, murmuró Kate, casi inaudible, mientras sus ojos se enfocaban en la nada.
Joe asintió sin decir palabra y se dirigió al baño. La situación lo abrumaba, pero sabía que lo más importante en ese momento era cuidar de ella. Encontró el botiquín en uno de los armarios y volvió a la sala con pasos silenciosos, casi como si temiera romper la frágil burbuja de tristeza en la que Kate parecía sumergida.
Cuando Joe se arrodilló frente a ella y empezó a limpiarle las heridas con suavidad, Kate apenas reaccionó. Seguía mirando al vacío, sus sollozos ya convertidos en respiración pesada y entrecortada. Joe trabajaba en silencio, concentrado en la tarea. Pero cuando terminó de vendar las rodillas y los pies, no pudo evitarlo más. Se acercó y, casi instintivamente, envolvió a Kate en un abrazo fuerte, uno que parecía decir: "Estoy aquí, no estás sola". La sintió frágil en sus brazos, como si con ese gesto quisiera recoger cada pedazo de su dolor y hacerlo suyo. —Todo va a estar bien—, susurró Joe, su voz quebrándose apenas perceptiblemente. —Lo resolveremos, de alguna manera. Nada de esto es culpa tuya, ¿me escuchas?—
Kate asintió ligeramente, aunque sus ojos seguían húmedos. Joe levantó su rostro con ambas manos y le limpió las lágrimas con los pulgares, mientras ella lo miraba con una mezcla de agradecimiento y dolor. La intensidad de ese momento lo desarmó, pero se obligó a mantenerse firme por ella. Se levantó y fue a la cocina, sirviendo dos tazas de té para intentar aliviar el ambiente tenso.
Mientras Kate se dirigía al baño, Joe escuchó el chorro de la ducha encenderse y suspiró. Él sabía que ella necesitaba ese momento sola, pero no podía evitar sentir la carga de su dolor.
Ella ingreso al baño, abrio la llave de la ducha, mientras el agua se calentaba se econtraba mirándose en el espejo del baño pensando "Que mierda voy hacer, que voy a hacer, Dios".
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Ella observaba cada parte de su rostro, como el rimel se encontraba disperso en sus ojos y mejilla, como su cabello estaba seco por la brisa del mar y un poco despeinado, sus lineas de expresion casa vez mas notorias, sus ojos hinchados del llanto prolongado, el agua seguía fluyendo en la ducha, escucho su teléfono vibrar, cogio su teléfono y abrió los mensajes, era su ex representante, pidiéndole encarecidamente que se comunicara con ella lo más antes posible y en este abjuntaba las fotos que habían tomado los paparapsis unas horas antes, Kate miraba las fotos y sintió un pequeño dolor en el corazón, volvió a llorar y tiró el teléfono lo mas lejos posible de ella con toda la rabia que pudo, simplemente trató de alejarlo de ella, por un momento solo necesitaba paz, se quito la ropa lentamente y entró a la ducha.
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El sonido del agua se convirtió en un fondo distante mientras Joe servía el té, tratando de encontrar las palabras adecuadas para cuando ella regresara.
Al rato, Kate volvió a la sala, con su pijama puesto y el cabello aún mojado, chorreando pequeñas gotas de agua sobre la alfombra. Joe se quedó paralizado por un instante al verla; su rostro estaba hinchado, sus ojos enrojecidos, pero lo que más lo desconcertaba era la expresión vacía en sus ojos. Como si toda su energía se hubiera agotado.
Se tiró en el sofá, y Joe, sin saber qué decir, se sentó junto a ella. Ambos sostuvieron sus tazas, pero nadie bebió. Un silencio pesado llenó el espacio, sólo roto por el ocasional sonido de las gotas de agua cayendo del cabello de Kate.
Fue entonces cuando Kate rompió el silencio. Su voz era baja, apenas un murmullo. —Me han enviado las fotos... mi exrepresentante, ya están circulando—
Joe giró la cabeza rápidamente hacia ella, alarmado. —¿Cómo? ¿Dónde?—
—En mi teléfono—, respondió Kate, su voz apagada. —Ella me avisó que mañana salen como una exclusiva, quería que le respondiera antes de que fuera tarde.—
Joe se quedó helado por un instante, su mirada fija en la taza de té que ya había dejado de ser importante. La noticia lo golpeó como un balde de agua fría. Se levantó lentamente y caminó hacia el baño. El teléfono de Kate estaba tirado en el suelo, y lo recogió con cuidado, como si fuera una pieza frágil de lo que quedaba de su vida antes de este caos.
Al volver, se sentó junto a ella y desbloqueó el teléfono. Las fotos estaban ahí: imágenes nítidas de ellos dos en la playa, riendo, bailando, disfrutando de un momento que ahora parecía lejano y distorsionado. Joe sintió un nudo formarse en su estómago mientras leía el mensaje de su exrepresentante. El ultimátum era claro: si no hacía algo, esas fotos estarían en todos los medios al amanecer.
Joe miró a Kate, quien seguía en silencio, su mirada perdida en la taza. —¿Qué piensas hacer?—, le preguntó con suavidad.
Kate suspiró y, con una tristeza profunda en su voz, le dijo: —No lo sé... Tú dime. Esto nos afecta a los dos.—
Él tomó una respiración profunda, como si intentara ordenar sus pensamientos, pero antes de que pudiera decir algo, Kate le arrebató el teléfono y marcó el número de su exrepresentante.
—Hola, Abril... Sí, soy yo. Está bien. ¿Cuánto pidieron esta vez?—Hubo una pausa mientras escuchaba la respuesta al otro lado de la línea. —Ok, hazlo... Nos vemos mañana. Bye.—
Colgó y dejó el teléfono a un lado. —Están negociando, mañana vendrá mi representante con un plan por si no llegan a un acuerdo.—
Joe asintió, aunque su preocupación era palpable. —Si esta bien, bueno, si deseas que me valla lo entenderé, aunque enserió me preocupes y en este estado, bueno..—, ofreció, intentando darle espacio si lo necesitaba.
Kate se levantó, pero sus piernas flaquearon. Estaba agotada, tanto física como emocionalmente. —No, no quiero que te vayas— dijo en un susurro. —No hoy—
Joe se acercó, sus manos firmes pero gentiles, sosteniéndola por los hombros. —Entonces no me iré. No hasta que estés bien.—
La noche avanzó lenta, pero ambos sabían que, aunque el silencio era incómodo, no estaban solos. Joe preparó el sofá con mantas y se quedó con ella, asegurándose de que, al menos esa noche, no tuviera que cargar con todo sola.