Hay un tipo de dolor que no se puede describir con palabras, un dolor que vive en el fondo de mi ser, más allá de lo que mis ojos pueden llorar y mis labios pueden confesar. Es el dolor que habita en el alma, que me atraviesa cada vez que respiro, como si cada latido recordara lo que perdí, lo que anhelé, y lo que nunca volverá a ser.
Es ese vacío que queda cuando todo lo que una vez iluminaba mi vida se apaga, dejándome en una oscuridad tan densa que no hay salida, no hay respuestas. ¿Cómo sanar algo que ni siquiera se puede ver? Mi alma llora en silencio, en un rincón de mi ser que nadie más puede alcanzar. Es un eco de lo que solía ser, una sombra de lo que una vez sentí.
Este dolor no se cura con el tiempo, porque no es el tipo de herida que se puede cubrir. Es un peso que llevo conmigo, una carga que me aplasta desde adentro, haciéndome cuestionar quién soy y por qué sigo adelante. A veces me pregunto si algún día podré liberarme, o si este dolor se ha convertido en parte de mí, de mi esencia.
Sin embargo, sigo aquí. Porque aunque mi alma esté rota, hay una chispa, pequeña y frágil, que me recuerda que aún estoy viva. Y quizás, solo quizás, algún día esa chispa será suficiente para encender algo nuevo 🌪️🖤
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Una adolescente más 👤
RomancePensamientos, sentimientos y emociones de un adolescente que intenta descifrar que es lo que tiene