XLVIII

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Pov

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Pov.Mina
Una tarde mientras el sol se estaba poniendo, proyectando sombras alargadas a través de la cabaña destartalada.

Mi corazón latía a mil por hora mientras esperaba el momento exacto para escapar. Sabía que él había salido, quizá para buscar comida o simplemente para tomar aire. Era ahora o nunca. Contuve la respiración, con la garganta seca y el pulso temblándome en las manos. Me levanté del colchón sucio, moviéndome con la mayor cautela posible, sintiendo cada crujido del piso de madera bajo mis pies como una alarma que podría traerlo de vuelta.

Miré hacia la puerta entreabierta, asegurándome de que realmente no estaba. El miedo de que pudiera aparecer de repente me paralizaba, pero tenía que arriesgarme. Respiré hondo, sintiendo la ansiedad clavarse como agujas en mi pecho. Con el corazón en la garganta, di un paso, luego otro, y otro más, manteniendo la vista fija en la salida. Al llegar a la puerta, mis dedos apenas lograron girar la manija, temblando incontrolablemente. Las lágrimas empezaron a nublar mi visión.

"Por favor, por favor..." murmuré para mí misma, como un rezo silencioso, implorando que todo esto terminara. Abrí la puerta con el mayor cuidado posible y salí, sintiendo el viento frío golpear mi rostro como un balde de agua helada. Por un segundo, me quedé paralizada, sin saber qué hacer, a dónde correr. Pero no tenía tiempo para dudar.

Eché a correr hacia el bosque, cada paso retumbaba en mis oídos como un trueno. Mis pies descalzos se hundían en el barro, resbalando en las hojas húmedas, pero no me detuve. Sentía como si una fuerza invisible me empujara hacia adelante, como si el aire mismo supiera que no podía permitirme frenar. Mi respiración era un jadeo desesperado, mis pulmones ardían, pero el miedo era un motor imparable.

Las ramas me golpeaban el rostro y los brazos, dejándome arañazos que ardían, pero el dolor no importaba. El pánico me daba alas, haciéndome correr más rápido de lo que creí posible. Miré hacia atrás, esperando ver su figura aparecer en cualquier momento, su voz enloquecida gritando mi nombre. Pero todo lo que escuchaba era el rugido ensordecedor de mi propio corazón.

De repente, vi un coche aparecer en un claro del bosque. Los faros me cegaron por un momento y casi me caigo de rodillas. Con lo último de mis fuerzas, me lancé hacia la carretera, agitando los brazos frenéticamente.

-¡Ayuda! ¡Por favor, ayúdeme! -grité, mi voz desgarrada y rota.

El conductor frenó bruscamente. Apenas podía ver su rostro, pero sentí su shock al verme cubierta de lodo, con la ropa rota y los ojos llenos de terror. Salió del auto rápidamente y se acercó a mí.

-¿Qué pasó? ¿Estás bien? -Su voz temblaba, su mirada pasaba de mí al bosque, buscando algún peligro inminente.

-¡Por favor, ayúdeme! -repetí, sintiendo las lágrimas correr por mi rostro. -¡Por favor, sáqueme de aquí!

Él asintió rápidamente, abriendo la puerta del coche.

-Sube, rápido. Te llevaré a la policía.

Me metí en el asiento del copiloto, con los latidos de mi corazón resonando en mis oídos como tambores. Intentaba abrochar el cinturón con manos temblorosas cuando el rugido de una motocicleta se escuchó a lo lejos. No. No. No. El pánico me inmovilizó cuando vi al joven aparecer a toda velocidad por el camino, con el rostro desencajado y los ojos desorbitados de rabia.

REPUTATION -MICHAENGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora