XLVI

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Pov

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Pov.Mina
El rugido de la camioneta distraía a los policías que se acercaban, sus luces parpadeaban a lo lejos y el sonido de las sirenas se hacía cada vez más cercano. La camioneta, con un propósito claro, desvió la atención de los oficiales que estaban en la pista de aterrizaje.

Aprovechando la confusión, el chico herido, con dificultad, me arrastró hacia la avioneta estacionada en un rincón oscuro de la pista. Su rostro, retorcido por el dolor y la desesperación, mostraba una determinación feroz. Abrí los ojos con miedo al ver la aeronave, y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.

Sin perder tiempo, el chico me empujó hacia el interior de la avioneta. Las luces interiores eran tenues, y el zumbido de los motores comenzaba a llenar el espacio. Me obligó a sentarme en uno de los asientos mientras él maniobraba con esfuerzo para cerrar y asegurar la puerta.

La avioneta comenzó a moverse, y en pocos minutos, el chico se sentó en el asiento del piloto, su mano herida temblando mientras manipulaba los controles. La aeronave avanzaba por la pista, desafiando la velocidad y el caos que la rodeaban.

Mientras despegábamos y el suelo comenzaba a alejarse, miré por la ventana. La pista de aterrizaje se hacía cada vez más pequeña, y las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos. La camioneta había logrado desviar la atención de la policía.

El rugido del motor de la avioneta seguía siendo ensordecedor, y la oscuridad de la noche nos envolvía. Aunque estábamos en un espacio cerrado y relativamente seguro, no podía encontrar consuelo. El pánico se apoderaba de mí, intensificado por la cercanía de mi captor, que ahora parecía más un acosador que un simple perseguidor.

El chico, con su rostro marcado por el dolor y la desesperación, intentaba mantener la aeronave en el aire. Su mano herida temblaba mientras manipulaba los controles, y el sudor que le resbalaba por la frente reflejaba la tensión que estaba experimentando. A pesar de esto, no podía ignorar el terror que sentía al estar a su lado.

Cada vez que miraba hacia él, me encontraba con su mirada fija, una mezcla de satisfacción por tenerme bajo su control y una furia incontrolable. Sus ojos, que deberían haber mostrado arrepentimiento o remordimiento, solo reflejaban una inquietante determinación. Era evidente que su obsesión no había disminuido, a pesar de la crítica situación.

De repente, me di cuenta de que estaba atrapada en un juego peligroso del que no tenía control. La ilusión de que la situación podría mejorar se desvanecía cada vez que él me miraba. Sus intentos de consolarme se sentían casi crueles, una manipulación que solo aumentaba mi angustia.

—Vamos a encontrar un lugar seguro —dijo con una voz que pretendía ser tranquilizadora, pero que sonaba fría y calculadora.

No podía dejar de pensar en que ya había sentido su mirada incómoda y su presencia invasiva. Cada gesto, cada palabra, estaba cargada de una inquietante mezcla de desesperación y posesividad.

REPUTATION -MICHAENGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora