Hoy robarán el banco central.Han trabajado tanto para eso, están preparados y completamente capacitados para la misión y las consecuencias que conlleva todo esto.
Han estudiado cada lugar.
Cada espacio.
Cada centímetro.
Cada cifra se encuentra en nuestras cabezas.
Todo está mecanizado y totalmente arreglado para el robo del siglo.
Entra al banco tranquilamente.
—Buenos días. —saluda a la cajera que no ha dejado de mirarla desde que he empezado a caminar en dirección a ella— ¿Ya abrieron, o he llegado muy temprano?
—No, ya abrimos. —le sonríe. Se pone nerviosa y enseguida se acomoda el cabello tratando de llamar su atención. Y no pierde el tiempo, lo ha logrado.
Camino hacia los asientos de espera. Abro el periódico, que he traído, y finjo leer mientras los trabajadores del banco empiezan a llegar y se instalan en sus puestos de trabajo. Lo siguiente, es la pieza clave.
—¿Te molesto? —vuelve a acercarme a la misma cajera. Mira su nombre en la tarjeta metálica que sobresale en su uniforme— ¿Sara?
—Mhm... —Se lo piensa. Probablemente se va a negar primero.— No, claro que no. ¿Te puedo ayudar en algo? —se equivoca. Le ha dicho lo contrario, y eso no hace más que ayudarla.
—Bueno sí, tengo un problema, verás, soy nueva en la ciudad, acabo de graduarme y mis padres me envían semanalmente dinero a la cuenta bancaria que tengo —hace una pequeña pausa para simular que tiene vergüenza— El único problema es que no sé cómo retirarlo.
Ella se ríe.
—Eso no es problema.
—¿Me puedes ayudar?
—Te puedo decir lo que tienes que hacer. Al menos, lo básico.
—Genial, dime —Le sonríe. Ella no ha dejado de mirarla.
Sus ojos cambian, reflejan temor.
Ella se confunde, es imposible que la hayan descubierto.
—¿Está bien? —le pregunta, pero ella no responde.
Al contrario la toma del brazo y hace que voltee.
Entran tres hombres enmascarados, uno disparando a las cámaras de seguridad.
Otro de ellos cierra la puerta del banco pasando por encima del cadáver del guardia.
El último solo ve todo, lo analiza lentamente.