—¿Sandra? —susurró Rai, contra su celular.
—¿Dónde estás? —le preguntó su mejor amiga.
—No lo sé —cerró los ojos.
Nada.
Absolutamente nada en el mundo haría que ella misma se perdonara por lo que había hecho anoche con aquella mujer.
—¿Cómo qué no sabes? —le preguntó Sandra, se levantó de la cama.
—Es que, joder, no tenia dónde dormir
—¿Has dormido en un hotel?
—No —volvió a cerrar los ojos con fuerza— He dormido con alguien más...
Sandra soltó un grito en el teléfono
—¿¡Qué, lo conozco?! —preguntó emocionada.
—Ni siquiera yo la conozco y es mujer
—¿Qué estás diciendo?
—¡No lo sé!, no sé que estoy haciendo desde ayer. Simplemente acepté que me trajera a su casa. —explicó desesperada, pero aun manteniendo el volumen de su voz.
Estaba encerrada en el bañto personal de I habitación de Alondra y no quería despertarla.
—Claro, como siempre creyendo que no intentaria nada. Era obvio querida, te iba a follar.
—No me ayudas.
—¿Y qué hago? Es la verdad. —se excusó.— Pero y bueno. ¿Qué tal esta? ¿Cómo lo ha hecho?
—Estás loca, no tengo la menor idea de que decirle ahora. Joder, me cago de la vergüenza.
—Ha tenido que ser un muy buen polvo para que te sacara de tus casillas
—Cállate
—No puedo creer que te hayas metido con alguien que no conocías. Eres mi ídolo.
—¡Cállate!
La puerta del pequeño baño se abrió de repente. Rai apretó el celular entre sus manos, a la misma vez que juntaba sus labios con fuerza. Ella apareció, entró y volvió a cerrar la puerta mientras se sacaba la ropa tranquilamente.
—¿¡Es ella?! —preguntó Sandra por el celular.
—¿Te interrumpo? —le preguntó Alondra al notar que alguien mas ocupaba su baño.
Rai negó con la cabeza y al instante colgó la llamada.
—No, es tuyo... —sonrió tontamente. No sabia qué coño le pasaba.
—¿Qué haces?
—¿Yo?
—Si, no dejas de mirarme
—Perdona, me gustan tus piernas
Ella respiró por dentro. Esa idiota sabía cómc hacerle sentir cosas intensas dentro de ella.
—Gracias. ¡Hey! —se quejó Rai, había intentado bajarse el bóxer delante de ella.
—Necesito ducharme.
—Espera a que me vaya
—¿Porqué? Me has visto desnuda anoche.
Rai ruborizó de nuevo.
—Pero...
—¿Pero? —se acercó a pasos lentos hacia su cuerpo.
—Es que....
—¿Es que? —un pasó más. Estaba a punto de tocar su cuerpo con el suyo.
—Es diferente.
—Me ha gustado mucho... —susurró ahora, contra sus labios. Casi tocándoselos. Rai sintió que moriría.
Estaban apunto de besarse de nuevo. ¿Qué pasaba? Alondra rozó sus labios lentamente. Ni siquiera un beso y ya la tenía jadeando.
Se tocaron de nuevo, abrazándole la cintura.
De pronto entró una llamada en el celular de Rai
Se apartó.
El número de Jacob Santiago, contestó de inmediato.
—¿Señor Santiago? —dijo sorprendida por su llamada. Si su jefe la estaba llamando era porque tal vez había una esperanza en recuperar su trabajo.
—¿Se puede saber en dónde está? —le preguntó fuertemente. Rai se quedó sin hablar por varios segundos, Alondra fingía no escuchar nada, mientras abría el grifo de la ducha, aún sin meterse en ella.
—Usted me ha quitado el departamento...
—¿Dónde está?
—En un hotel.
—Quiero que venga ahora mismo al edificio, la policía necesita testigos.
—¿Testigos? Pero yo no he visto nada, ya se lo he dicho
—Entonces, ¿Porqué has sido la única que ha abierto esa jodida caja fuerte?
—No he visto nada señor y tampoco estoy implicada en ello, se lo juro. Si supiera algo de ellos ya se lo hubiera dicho
La conversación subía de nivel, se podía escuchar la voz de Rai entrecortarse.
—¿Sabe? Puedo meterla a la asquerosa cárcel si se me da la gana. —le amenazó.— Si no viene en media hora, va a saber que no estoy mintiendo.
Y cortó la lamada, dejando el alma de Rai colgando en un hilo. Soltó un respiro y bajó el teléfono de su rostro, se volteó a mirarla.
Lo había escuchado todo, cada palabra.
—¿Ha pasado algo? —le preguntó, fingiendo no saber nada.
Rai volvió suspirar, tapándose el rostro completamente frustrada. Estaba harta de él, de su maldito abuso. Se lo había quitado todo, el departamento, el trabajo, todo. Pero encima de todo eso, quería llevarla a prisión.
—Cree que yo sé algo sobre el robo —le dijo indignada. Sus ojos se llenaron de lágrimas, no podía con tanto.— me ha dicho que si no voy en media hora va a meterme a la cárcel.
—Talvez llegué a cambiar de opinión.
—No lo hará, no es uno de esos tipos
Claro que lo haría.
Alondra se lo había propuesto.
Si la hacía llorar, él lloraría el doble.