Alondra veintidós.
Alex veinte.
Kael veintinueve.
Jack veintiuno.
Eran amigos desde que tenían memoria. Vivían en la misma ciudad y habían pasado por cosas similares en sus vidas. Los cuatro con los mismos ideales, a pesar de la edad de cada uno, su especialidad siempre había sido robar. Robar de manera limpia y sin que nadie sospeche sobre ellos.
Más que un talento, una habilidad grandísima. Los cuatro, pertenecientes a la mafia más grande del país.
La mafia Tentation.
Alex sacudió las bolsas de dinero. Los billetes cayeron agrupados en grandes paquetes sobre la madera maciza del tablero. Una sonrisa grande se instaló en él.
El robo había sido un completo éxito, justo como los cuatro lo habían planeado desde hace muchísimo tiempo
—Está —Kael sacó una lata de cerveza de la nevera— Es porque pudimos contra esos imbéciles. Se los dije, no sería difícil. —Tomó de su cerveza, dejándola por la mitad. Al terminar, se limpió con su propia piel.
—En tiempo récord. —Le codeó Jack, que apareció detrás de los tres.— insuperables
—El robo del siglo. —le siguió Alex mientras estaba concentrado en ese montículo de billetes que figuraba en el tablero de su viejo departamento.
—¿Has visto las noticias? —preguntó Alondra.
—No, seguramente todas las encabezamos nosotros. —se burló Alex, a gusto. Los tres rieron, menos Alondra
—Sí, imbécil. La encabezamos nosotros y la jodida cajera que me ha visto en el banco.
Aquello le afectaba, pues era la primera vez que había aceptado dejar ver su rostro por sus víctimas.
—¿Estará hablando?
—Más que eso, me está describiendo. —tomó las llaves de su Lexus que adornaban su pantalón.— Si no la quitó del camino, va a joderme.
Jack se rió en su sitio.
Su amiga era capaz de cualquier cosa, y eso le enorgullecía de alguna forma. Los tres la vieron salir del departamento.
Explicar lo que era, era un completo misterio. Ni siquiera ella misma se conocía.
Hace dos años había entrado a rehabilitación por voluntad propia, perdía el control muchas veces, sin necesidad de que alguien la haya hecho enfadar. Era enérgica, totalmente impulsiva, fría, calculadora, egocéntrica. Conocía perfectamente lo que era la vida y lo mal que está jugaba a veces. Por eso, y por muchísimas cosas más, era quién era.
Nadie podía con ella.
Encendió su auto.
Room 69 de Jara sonó de inmediato en los amplificadores. Pensó en muchas cosas, el auto avanzó.
Pensó en la cajera.
Ni siquiera se imaginaba lo que le esperaba por a ver conocido a aquella chica en la mañana. Pero se lo merecía. De esa forma lo veía ella, la describió en pleno noticiero internacional.
Se iba a divertir mucho esa noche.
Tal vez ni siquiera matarla haría falta, al menos no por sus manos, no era su estilo.
Había estudiado muy bien la vida de cada uno de los trabajadores de ese banco. Conocía sus nombres, sus casas, sus vidas, las personas que los rodeaban.
Todo.
Lo único que no conocía
Era a ella.
Y la recordó, no se detuvo. Siguió manejando al compás de lluvia que empezaba a caer de pronto. Un recuerdo más, un ligero recuerdo de ella.
¿Por qué no la conocía?
¿Acaso no los había estudiado perfectamente a todos?
¿Por qué ella no?
Se le había escapado de una manera increíble. Otra vez, mojó sus labios con delicadeza. Era linda.
No podía negarlo.
Le había llamado mucho la atención.
De tan solo recordar ese precioso cuerpo.
Cerró los ojos y los volvió a abrir, tratando de no tensarse demasiado y detuvo el auto. El primer semáforo de la calle se lo ordenaba. El parabrisas se llenó de varias gotas de aguas continuas. bajó su ventanilla un poco, necesitaba sentir el aire fresco que la lluvia le ofrecía.
Y así lo hizo. Topándose de pronto, con la silueta de una mujer que estaba a punto de cruzar la pista. Encendió los faros de su auto, y logró divisar quién era.
Era ella.