—¡Baja las luces! —gritó.
—Perdóname. —se disculpó ella, dentro de su auto. Bajo las luces.
La chica cruzó la calle rápidamente, salpicando el agua de la lluvia con sus tacones.
—¡Oye! —gritó Alondra para que ella pudiera escucharle.— ¿Te llevo?
Ella tragó saliva y respiró hondo. Tenía el cuerpo completamente mojado, las pantorrillas cansadas, la cabeza hecha una mierda.
Ella hecha una mierda.
Corrió hasta la puerta copiloto del auto de esa mujer que ni siquiera conocía. Pero a esas alturas, eso era lo último que le importaba.
Entro, primero una pierna, luego la otra.
Cerró la puerta.
Alondra la miró de reojo. Así podía ver mejor las cosas, ella mojada, aquella blusa resplandecía su encantador sostén. Le asentaba perfecto.
—¿A dónde te llevo? —le preguntó ella. Apretó el acelerador de nuevo, el semáforo había vuelto a verde.
—No lo sé. —susurró ella. Tenía la voz debilitada.— No tengo donde ir. —confesó. La miró, a pesar de la oscuridad de la noche.
—Eso es malo.
—Muy malo. —le siguió ella. Colocó sus dos manos sobre su rostro. Si le contara al menos una pequeña cosa de las que había vivido hoy.— ¿Sabes? Hoy todo se ha vuelto una mierda.
—Cómo te llamas?
—Rainelis Rojas. —Ie dijo ella, estiró su mano hasta ella
—Alondra López. —le respondió ella, estrechando su mano.
—Cuéntame Rai, ¿Por qué todo es una mierda hoy? —se miraron.
Ella sonrió.
—No creerías si te dijera que hoy han robado el lugar en donde trabajo y que me han incriminado
Alondra se quedó observándola.
—Vaya, ¿Enserio?
—Sí, todo un lío. Mi jefe piensa que yo estoy involucrada con uno de esos tipos y me ha despedido
—Es un imbécil. No creo que tú tengas que ver.
—No tengo que ver. Es solo que, yo he abierto la caja fuerte. yo era la única que conocía las claves.
—¿Mala suerte?
—La peor
—No es tan malo, seguro te aceptaran en otro lugar.
—Te aseguro que no, me han quitado hasta el departamento en donde vivía.
—Lo siento mucho.
—No tienes de qué, tú no tienes la culpa.
—Entonces, ¿Qué harás? —inquirió.
—No lo sé. —volvió a decir.
De alguna manera, su vida se había vuelto totalmente incierta en ese momento.
No tenía trabajo.
No tenía a donde ir y solo contaba con un poco de dinero, por la reciente mudanza.
—¿Tienes dónde dormir?
Rai abrió los ojos, pero no lo dio a notar. Apretó los labios y la miró de reojo. que hermosa era, sus brazos contra el timón la estremecían y sus tatuajes le sentaban muy bien.
Negó con la cabeza
.
—¿Te molesta si duermes en mi casa hoy? No tengo problema. —dijo sin demostrarle alguna emoción. Quería parecer fría.
—¿Qué? —logro decir.
—Dormiré en el diván, no te preocupes.
Ella no quería eso.
Pero
¿Enserio valdría la pena dormir en la calle?
La chica es linda.
Amable.
Sus tatuajes son lindos.
No tiene pinta de ser asesina en serie.
O al menos, eso creía ella
—Si no tienes problema, y muchas gracias.