La decisión de Elizabeth

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Ella quedó dormida como un tronco, yo al contrario no pude, estuve toda la noche mirándola dormir, observando como sonreía incluso dormida, como la maldita luna seguía burlándose de mi iluminando su hermoso rostro junto con sus cabellos rosados. Le había crecido el pelo en estos meses y yo de tonto no lo había notado, o por lo menos no le había prestado tanta atención como en ese momento. Llegaban casi a sus caderas y se veía radiante por encima de la sabana, unos en su espada y otros tapando sus brazos. Se había acomodado en mi pecho y podía ver claramente su rostro. Nunca sentí tanta nostalgia en un solo momento, y el pensamiento de que podría ser la última noche a su lado me hacía temblar de miedo, y me robaba el sueño.

En la mañana siguiente baje a hacerle un desayuno y su madre estaba despierta. Incluso de espaldas se le notaba la melancolía y el sufrimiento y decidí acercármele.

― buenos días señora Eliza ¿Cómo está? ―

― hola hijo mío ¿Cómo durmieron? ― me dijo mientras secaba su rostro para que no notara sus lágrimas.

― hablamos un rato y luego ella durmió tranquilamente ―

― ¿y por qué tienes esa cara? ¿no pudiste dormir? ―

― no… me quedé toda la noche pensando y viéndola… aun no puedo asimilar la notica ―

― te comprendo Melo… nosotros aun después de meses no podemos hacerlo ― me dijo mientras se acercaba y me abrazaba ― pero debo darte las gracias por estar ahí para ella, y por cuidarla cuando nosotros no estamos ―

― no debe agradecerme por algo que simplemente nace solo señora Eliza, o eso siempre me dice mi mamá ― dije entre risas para relajar el ambiente.

― pues si ― me respondió sonriendo ― tu mamá es una hermosa persona también, es bonito que se tengan el uno al otro, por cierto ¿Qué ibas a hacer? ―

― iba a prepararle algo a Elizabeth para que desayunara algo ― que ahora que lo digo así, es interesante la confianza que se crea con el tiempo porque lo dije como si la casa fuera mía.

― tan bello como siempre, pues adelante, yo te acompañaré así le hago algo a Armando también ―

Hicimos unos huevos hervidos con tocino y jugo de mango, era lo que le gustaba a Elizabeth y al papá, y cada uno luego se dirigió a la habitación destinada despidiéndonos con una sonrisa.
La señora Eliza siempre fue muy cariñosa, pero ahora entiendo más el por qué.

Al llegar ella aún dormía y coloco el desayuno en la mesita de noche y me detengo unos segundos a mirar su rostro, y justo cuando iba a despertarla la muy golosa lo hizo sola.

― ¿eso que estoy oliendo acaso son huevos con tocino? ― preguntó la muy descarada mientras aún se estiraba.

― tu no cambias, un día vas a rodar de lo tanto que comes ―

― amorcito, este cuerpo que tanto miras y tocas no va a perder la forma por comer ― me dijo entre risas.

― toma el desayuno y cierra el pico creyente ― loca.

― ay, alguien se despertó de mal humor, pesado, ya voy ― si supieras que no dormí tonta.

Ella comenzó a comer y yo me quedé ahí acompañándola, y al rato escuchamos a su mamá gritarnos.

― ¡Niños, bajen para decirles algo! ― se le notaba un poco de alegría en la voz.

― ¿Qué será? Es raro escuchar a mi mamá decir eso con ese entusiasmo ― dijo Elizabeth.

― pues si… es raro, bueno lávate la cara, yo bajaré el plato y te espero ―

― no, usted se queda aquí a esperar a que su novia se asee y baja con ella, y deme mi beso que aún no me lo ha dado mal educado, ni beso ni buenos días da usted, con la cara de bravo esa ―

― le preparo desayuno y mira las cosas que dices, es que nunca estas satisfecha, lo tuyo es pelar nada más ―

― es que te pones lindo cuando te enfadas bobo ― me dice luego de robarme un beso y corre en dirección al baño.

Maldita loca… por lo menos está feliz… o al menos disimula la preocupación o el miedo, cosa que yo no puedo.
Esperé que terminara y bajamos juntos. Al llegar abajo estaba el hombre con quien la vi el cual era su tío.

― buenos días chicos, Melo… me presento, soy Stevan, hermano de Armando y tío de Elizabeth ― su formalidad por alguna razón fue un poco incómoda para mí.

― un placer ―

― y usted señorita veo que está muy contenta ―

― claro tío, es que no todos los días mi novio me lleva desayuno a la cama ― no puedo creer que dijera eso.

― ¡Valla! Buena jugada amigo ― dice entre risas.

― bueno, bueno, el motivo por el que los llamamos ― interrumpió Armando ― Melo ―

― ¿si señor? ―

― usted… ― puso tono de suspenso en su voz ― ¡fue aceptado por la marca Dior para promocionar el perfume para los jóvenes! ― ¿Qué?

― ¡Si! ¡Lo sabía! ― gritó Elizabeth y luego me besó, pero yo no entendía nada todavía.

― felicidades cariño ― me dijo su mamá con una sonrisa también.

― pero… no entiendo ― dije confundido.

― te explico hijo ― dijo Armando y se creó un silencio total en la sala de la nada ― tus fotos de aquella vez yo la envié a muchos de mis contactos los cuales trabajan con jóvenes, y ahora en la mañana mi amigo Louis Vuitton, propietario de la línea de Christian Dior me dijo que te quiere junto a Johnny Depp promocionando su nuevo perfume para hombres y chicos, Depp es la imagen de los hombres y tú serás la de los jóvenes ya que quedó encantado con tu rostro y figura ― ¿Qué?

No sabía que decir, ni hacer, ni responder, incluso creo que hasta olvidé como respirar. No entendía nada ni sabía nada. Hasta que Elizabeth dijo algo que me hizo reaccionar.

― bueno, ya que se dio una buena noticia yo también quiero dar una ―

Todos quedamos en silencio y le prestamos total atención.

― bueno… ya eh tomado una decisión… tío Stevan… me voy a operar lo antes posible ―

Mi Primera y única noviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora