¿Sentimientos?

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Maldito Kageyama, ¿qué ganaba con hacerme la vida imposible? En casa de Noya, solo me jodió el ambiente, y ni se diga con lo que pasó con Kenma y Kuroo, de verdad es que no entiendo esto de los amores. 
 
—Tú fuiste quien se metió en el mío desde que aparecí aquí... —Susurre, kageyama se dio la vuelta y volvió a mirarme. 
 
—Oye Kemma... Ve y busca a Kuroo —Kageyama se acercó a mí y me acorraló contra la pared. —Te di una orden, ve y busca a Kuroo… —Dijo en un tono amenazante, que me atrevería a decir que me dio miedo. Kenma obedeció a regañadientes, ya que le hice una seña para que hiciera caso. 
 
—Estas muy cerca… Hueles muy fuerte… —Susurre de manera débil. —Alejate… No me gusta tu olor, no lo soporto. 
 
—Te encanta, por eso no lo soportas... —Kageyama Susurró en mi oreja, sentía su aliento caliente, haciendo que me erizara la piel. Trague grueso, su cuello estaba justo en mi nariz, podía olerlo completamente y nuestros cuerpos estaban pegados. ¿Por qué ahora se comporta así? Hace unos minutos… Él parecía que quería matarme. 
 
—Oye... Estas muy raro... —Tartamudee, mis piernas estaban temblando al tener tan cerca a alguien como Kageyama. 
 
—No lo estoy… Dime algo, Hinata… —Su voz gruesa junto con mi nombre me hicieron apretar mis piernas por instinto. —Es verdad lo que dijo Atsumu… ¿Eres virgen? ¿Planeas darle a él tal cosa? —Me sorprendí al escucharlo y rápidamente lo empuje. ¿Se estaba intentando burlar de mí?
 
—¡Eres un idiota, eso a ti que te importa! —Le grité; mis mejillas estaban rojas. 
 
Kageyama me vio de arriba abajo, su mirada se sentía tan penetrante, podía sentir como me examinaba lentamente, recorriendo mi cuerpo de pies a cabeza…
 
—Tu cuerpo de verdad es muy pequeño —Levante la vista, los ojos de Kageyama se habían vuelto más oscuros.
 
—No lo es… solo eres tú… eres muy alto —dije cabizbajo y mire hacia el pasillo, esperando que nadie nos encontrara en esta situación que fácilmente se podría malinterpretar.
 
—¿Me estás diciendo enorme? —Kageyama me miraba como si estuviese viendo a su presa. Desvíe mi vista hacía a otra parte, no quería mirar sus ojos que atravesaban mi alma como una flecha, mandada directamente al… corazón.
 
—Bueno… pues eso es lo que eres, tu cuerpo es el doble que el mío. —Intenté pegarme a la pared lo más posible, queriendo mantener un poco de espacio entre nosotros, su colonia era tan fuerte que no podía oler nada más que no fuese su perfume, que desde lejos se podía notar que era uno caro. —¿Algún problema con que te dijese así...? —Mi voz sonaba quebrada por más que intentaba mantener la calma.
 
—Ninguno… solo quiero aclarar que no solo mi cuerpo es enorme… quizá hay más cosas enormes en mí… —Kageyama Susurró con una voz que mis tímpanos temblaron al escucharlo, sin darme cuenta mi mirada bajo hacia su entrepierna. —¿Qué pasa...? Acaso tu... ¿tienes curiosidad por saber que más tengo enorme?
 
Repentinamente Kageyama tomó mi mano y la llevó directo a su bulto que se había formado en tan pocos segundos. Me quedé observando como soltaba un suspiro, como su aliento caliente golpeaba mi cara, sus ojos azules oscuros, sus mechones azabaches cayendo por su rostro, pegándose a su frente por el poco sudor que mantenía en su piel ligeramente bronceada... entendía el porqué las chicas gustaban de Kageyama.
 
—¿Los interrumpimos? —Kageyama y yo volteamos a ver de quién se trataba, rápidamente aparté mi mano de su bulto, mis mejillas se sonrosaron levemente. Kuroo estaba ahí y con Kenma. —Perdón, tortolitos, no sabíamos que estaban haciendo cosas sucias... —Kuro tenía una sonrisa arrogante, como casi todas las veces, y Kenma… pues Kenma… era Kenma. 
 
—Idiota… estaba buscando la debilidad de Kageyama y por accidente toque ahí. Tú eres el sucio. —Argumente y simplemente me aleje de Kageyama para acercarme a Kenma. —Ya es hora de irnos… —Le susurré y tomé su mano para salir de aquel horrible lugar.
 
Jale a Kenma conmigo y lo llevé a la Salida. Podía sentir la mirada de aquellos dos personajes que alternaban mi vida… en especial Kageyama, lo detestaba, me humillaba de todas las maneras posibles, lo peor es que siempre termino cayendo en su trampa. Debo aprender a no caer en la boca del lobo…

...

A la mañana siguiente desperté en la habitación, como era de costumbre, hice mis necesidades. Lo que pasó en la noche había sido tan agotador que me dormí al instante en que puse mi cabeza sobre la almohada, Kenma había pasado hablando con Kuroo por el teléfono, no entendía como podía aguantar tanto a ese imbécil. 
 
Me aliste para ir al Karasuno, kenma  se había quedado dormido, aunque no era de mucha importancia, ya que tenía clases más tarde que yo. Al llegar al Karasuno puse mis cosas en el casillero. Los imbéciles iban pasando en su grupito; todos se apartaban para darles paso; eran realmente molestos. 
 
Kageyama hizo contacto visual conmigo y rápidamente aparté la mirada y seguí guardando mis cosas en mi casillero. Recordar lo que había pasado anoche era realmente vergonzoso. 
 
—¡Hey, Hey, Hey.... Shoyo! —La voz de Bokuto se hizo presente, liberándome de mis pensamientos inusuales.
 
—Ah… Bokuto, ¿qué tal? —Le respondí con una sonrisa amigable. Mantenía mis libros en mis brazos, apretarlos calmaban mis nervios, sobre todo cuando tenía la presencia de Kageyama cerca.
 
—Te veo más tímido de lo usual… ¿Todo bien? —Bokuto acercó su rostro al mío, pegando su frente con la mía, mis mejillas se pusieron rojas. —Creo que tienes fiebre, Shoyo, estás rojo. 
 
Repentinamente Bokuto soltó un quejido de dolor y cayó ante mis pies. Rápidamente me agache para ayudarle. —Bokuto, ¿te encuentras bien? —Dije preocupado, sin entender muy bien lo que había pasado. Hasta que noté que Kageyama estaba parado detrás de él, tal parece que el rey le había dado una patada.
 
Levanté la vista para verle, no tenía los mismos ojos con los que me miraba ayer, ahora estaban más oscuros, no entendía el por qué… ¿Por qué Kageyama cambiaba tanto su forma de ser? Es amable y luego es como un… lobo, que busca a sus presas para alimentar, en este caso… alimentar su ego.
 
—¡¿Oye idiota, que te pasa?! —Me levanté mientras apretaba mis cuadernos con rabia. Kageyama me volteó a ver sin decir nada, pero su ceño estaba ligeramente fruncido; el iris de sus ojos no se notaban esta vez; sus ojos estaban más oscuros de lo normal. Era algo intimidante. 
 
—¿Qué? ¿Acaso te molesta que haya pateado a tu noviecito? —dijo con un tono burlesco, hizo una sonrisa arrogante y se fue sin decir más.

The Lavender Flower [KAGEHINA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora