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Fernando y Elvira se conocieron en circunstancias bastante inusuales. Elvira, una joven huérfana de estatus humilde, trabajaba en una pequeña taberna en una aldea cercana a las tierras de Fernando. A pesar de su origen modesto, Elvira siempre había mostrado una fuerza y determinación que la distinguían de los demás.

Una tarde, Fernando, cansado de sus responsabilidades y buscando un momento de tranquilidad, decidió visitar la taberna. Al entrar, sus ojos se encontraron con los de Elvira, quien estaba sirviendo a los clientes con una sonrisa amable. Hubo una chispa inmediata entre ellos, una conexión que ninguno de los dos pudo ignorar.

Fernando, intrigado por la joven, se sentó en una mesa y pidió una bebida. Elvira, al acercarse para atenderlo, sintió una mezcla de curiosidad y atracción hacia el hombre que tenía delante. A lo largo de la tarde, intercambiaron miradas y sonrisas, y finalmente, Fernando se animó a iniciar una conversación.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Fernando, su voz suave pero firme.

—Elvira —respondió ella, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas—. ¿Y usted?

—Fernando —dijo él, sonriendo—. Es un placer conocerte, Elvira.

A partir de ese momento, Fernando comenzó a visitar la taberna con más frecuencia, siempre buscando la compañía de Elvira. Con el tiempo, sus conversaciones se volvieron más profundas y personales. Elvira le contó sobre su vida, cómo había quedado huérfana y había tenido que valerse por sí misma desde muy joven. Fernando, por su parte, compartió sus propias experiencias y responsabilidades como Marqués.

A pesar de su diferencia de estatus, la relación entre Fernando y Elvira floreció. Fernando se sintió atraído no solo por la belleza de Elvira, sino también por su fortaleza y espíritu indomable. Elvira, aunque había intimado con otros hombres antes, encontró en Fernando un amor y una conexión que nunca había experimentado.

Aunque su relación era complicada y llena de desafíos, ambos sabían que lo que sentían el uno por el otro era real y profundo. Y así, a pesar de las dificultades, continuaron viéndose, construyendo una relación basada en el respeto y el amor mutuo.

El primer beso entre Fernando y Elvira ocurrió una noche tranquila en la taberna, después de que todos los clientes se hubieran marchado. Fernando había esperado pacientemente a que Elvira terminara sus tareas, ayudándola a cerrar el lugar. La luna llena iluminaba el interior de la taberna a través de las ventanas, creando un ambiente íntimo y mágico.

Elvira, cansada pero feliz de tener a Fernando a su lado, se sentó en una de las mesas, suspirando con alivio. Fernando se acercó y se sentó junto a ella, sus ojos reflejando la luz de la luna.

—Ha sido un día largo —dijo Elvira, sonriendo—. Gracias por quedarte a ayudarme.

—No hay de qué —respondió Fernando, mirándola con ternura—. Me gusta pasar tiempo contigo.

Hubo un momento de silencio, cargado de una tensión dulce y expectante. Fernando levantó una mano y acarició suavemente la mejilla de Elvira, sintiendo la suavidad de su piel bajo sus dedos. Elvira cerró los ojos, disfrutando del contacto, y cuando los abrió de nuevo, encontró a Fernando mirándola con una intensidad que le aceleró el corazón.

—Elvira... —susurró Fernando, acercándose lentamente.

Elvira no dijo nada, simplemente asintió, sus ojos fijos en los de Fernando. Y entonces, en un movimiento suave y decidido, Fernando inclinó la cabeza y sus labios se encontraron. El beso fue tierno y lleno de emoción, un momento en el que ambos sintieron que el mundo se detenía a su alrededor.

Bound by Fate, Freed by LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora