5

9 3 0
                                    

Rodrigo se encontraba en una taberna de una aldea cercana al marquesado de Alvarado. La taberna estaba llena de vida, con el bullicio de los aldeanos disfrutando de una noche de descanso y camaradería. Las paredes de madera estaban decoradas con escudos y armas, y el fuego de la chimenea crepitaba, llenando el ambiente con un calor acogedor.

Sentado junto al Duque Alonso de Montemayor, Rodrigo escuchaba atentamente las instrucciones de su señor. El Duque, con una expresión seria, le hablaba en voz baja para asegurarse de que nadie más escuchara su conversación.

—Rodrigo, confío en ti para proteger a Isabela —dijo el Duque, su voz firme—. Quiero que te quedes en el castillo del Marqués y veles por su seguridad. Además, necesito que me mantengas informado de todo lo que ocurra allí. Envíame misivas con regularidad, detallando cualquier cosa que consideres importante.

Rodrigo asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Haré todo lo que esté en mi poder, mi señor. Isabela estará segura bajo mi protección, y le enviaré informes detallados de todo lo que ocurra en el castillo del Marqués.

El Duque le dio una palmada en el hombro, mostrando su confianza en él.

—Sé que puedo confiar en ti, Rodrigo. Isabela es lo más preciado para mí, y saber que estás a su lado me da tranquilidad.

Mientras la noche avanzaba, Rodrigo y el Duque continuaron discutiendo los detalles del viaje y las medidas de seguridad.

Una vez que Rodrigo terminó su conversación con el Duque, se dirigió sigilosamente hacia la alcoba donde se hospedaba Isabela. El hostal estaba en silencio, con solo el crujido ocasional de las vigas de madera y el suave murmullo del viento. Rodrigo se movía con cautela, asegurándose de no ser descubierto.

Al llegar a la puerta de la habitación de Isabela, la abrió lentamente, cuidando de no hacer ruido. La luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando suavemente la figura de Isabela. Ella estaba sentada en la cama, con su cabello castaño suelto cayendo en cascada sobre sus hombros. Vestía una sencilla ropa de dormir que resaltaba su delicada belleza.

Isabela levantó la vista al escuchar la puerta abrirse y, al ver a Rodrigo, una mezcla de alivio y emoción cruzó su rostro. Rodrigo cerró la puerta tras de sí y se acercó a ella con pasos silenciosos.

—Rodrigo —susurró Isabela, su voz llena de emoción—. No esperaba verte tan pronto.

Rodrigo se arrodilló junto a la cama y tomó las manos de Isabela entre las suyas.

—No podía esperar más para verte —respondió él, mirándola a los ojos—. Cada momento lejos de ti es una eternidad.

Isabela sonrió, aunque sus ojos reflejaban una tristeza profunda.

—Sé que nuestro tiempo juntos es limitado —dijo ella—. Pero cada instante contigo es un tesoro que guardaré en mi corazón.

Rodrigo la abrazó con ternura, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo. En ese momento, todo el mundo exterior parecía desvanecerse, dejando solo el amor y la conexión que compartían.

—Prometo protegerte, Isabela —dijo Rodrigo en voz baja—. No permitiré que nada te haga daño.

Isabela cerró los ojos y se dejó llevar por la calidez del abrazo de Rodrigo, sintiendo una paz que no había conocido en mucho tiempo. Sabía que, aunque su futuro era incierto, mientras estuviera con Rodrigo, podría enfrentar cualquier desafío.

La noche avanzaba lentamente, y el tiempo parecía detenerse para los dos amantes. En la quietud de la alcoba, compartieron sus sueños y esperanzas, encontrando consuelo en la presencia del otro.

Bound by Fate, Freed by LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora