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Elvira, furiosa por la nueva información sobre la fiesta y la partida de Fernando a la guerra, salió del palacio con determinación. Su mente estaba llena de planes y resentimientos mientras se dirigía a la cabaña de Hernán Pérez, su secuaz y amante.

La cabaña de Hernán estaba situada en un claro del bosque, lejos de las miradas indiscretas. Al llegar, Elvira empujó la puerta con fuerza, encontrando a Hernán sentado junto a la chimenea, afilando una daga.

—Hernán, tenemos que hablar —dijo Elvira, su voz cargada de ira.

Hernán levantó la vista, sorprendido por la furia en los ojos de Elvira.

—¿Qué ocurre, Elvira? —preguntó, dejando la daga a un lado.

Elvira se acercó a él, sus ojos brillando con determinación.

—Fernando se va a la guerra. El rey le ha prometido dinero para el marquesado a cambio de que lidere un contingente de hombres. Y para colmo, su madre ha decidido organizar una fiesta este fin de semana, invitando a los padres de Isabela y a todos sus parientes nobles —explicó, su voz llena de desprecio.

Hernán frunció el ceño, comprendiendo la gravedad de la situación.

—¿Y qué planeas hacer al respecto? —preguntó, con un tono calculador.

Elvira se sentó junto a él, susurrando sus planes con voz baja pero intensa.

—No podemos permitir que Fernando se acerque más a Isabela ni que esta fiesta fortalezca sus alianzas. Necesitamos crear caos y desconfianza. Durante la fiesta, quiero que causes un incidente que ponga en duda la lealtad de Isabela y sus parientes. Algo que haga que Fernando y su madre desconfíen de ellos —dijo, con una sonrisa maliciosa.

Hernán asintió, comprendiendo su papel en el plan.

—Entiendo. Haré lo necesario para sembrar la discordia. Pero, ¿qué pasa si Fernando descubre nuestra implicación? —preguntó, con cautela.

Elvira sonrió, confiada en su capacidad para manipular la situación.

—No te preocupes por eso. Me encargaré de mantener a Fernando distraído y de desviar cualquier sospecha. Solo asegúrate de que el incidente sea lo suficientemente convincente —respondió, con voz firme.

Hernán asintió, dispuesto a seguir las órdenes de Elvira.

—Muy bien. Me encargaré de todo. La fiesta será un desastre, y Fernando no sabrá en quién confiar —dijo, con una sonrisa siniestra.

Elvira se levantó, satisfecha con el plan.

—Perfecto. Ahora, volvamos al palacio. Tenemos mucho que preparar —dijo, antes de salir de la cabaña.

Con sus planes en marcha, Elvira y Hernán se prepararon para sembrar el caos en la fiesta, decididos a mantener su influencia sobre Fernando y a destruir cualquier posibilidad de reconciliación entre él e Isabela.

Otra noche más, Fernando cumplió con su deber en la alcoba de Isabela, pero en cuanto terminaba, se dirigía a la alcoba de Elvira. Esta rutina se repitió durante varios días, manteniendo a Isabela en un estado de constante tristeza y confusión. Aunque Fernando cumplía con sus obligaciones, su corazón y su mente parecían estar en otro lugar.

Isabela, a pesar del dolor, se mantenía firme y digna. Encontraba consuelo en la compañía de Isolda y Martín, quienes la apoyaban incondicionalmente. La cercanía entre Isolda y Martín crecía, y aunque Hugo observaba con celos, no podía hacer nada para cambiar la situación.

Finalmente, llegó el día de la fiesta. El palacio estaba decorado con esmero, los jardines llenos de luces y flores, creando un ambiente festivo y elegante. Los invitados comenzaron a llegar, entre ellos los Duques de Montemayor, los padres de Isabela, y otros parientes nobles.

Bound by Fate, Freed by LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora