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La caravana que transportaba a Isabela y sus padres se acercaba al palacio del Marqués. Los carruajes avanzaban lentamente por el camino empedrado, rodeados por un paisaje de colinas verdes y campos dorados por el sol. Isabela, sentada en su carruaje, miraba por la ventana, su corazón lleno de tristeza y resignación.

A su lado, montado en su caballo, estaba Rodrigo. Su figura imponente y su presencia constante le daban a Isabela una sensación de seguridad, aunque sabía que pronto todo cambiaría. Con un nudo en la garganta, Isabela abrió la ventana del carruaje y llamó a Rodrigo.

-Rodrigo -dijo, su voz temblando-. Aunque ya no podré estar contigo nunca más, mi corazón siempre te pertenecerá.

Rodrigo la miró, sus ojos llenos de dolor y amor. Asintió lentamente, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para responder. Isabela cerró la cortina del carruaje y, una vez dentro, rompió en llanto. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras su corazón se rompía en mil pedazos.

Rodrigo, por su parte, se aferró a las riendas de su caballo con fuerza, tratando de contener sus propias lágrimas. Sentía un gran nudo en el estómago, sabiendo que esta era la despedida de Isabela. Una despedida amarga y dolorosa. Aunque tendría que velar por su seguridad y estar cerca de ella, sabía que estarían separados por un abismo insalvable.

El viaje continuó en silencio, con ambos sumidos en sus pensamientos y emociones. La llegada al palacio del Marqués marcaría el comienzo de una nueva etapa en sus vidas, una etapa llena de desafíos y sacrificios. Pero en ese momento, lo único que podían hacer era aferrarse a los recuerdos y al amor que compartían, aunque fuera en secreto y a la distancia.

Fernando y Elvira estaban en la nueva alcoba, abrazados y durmiendo plácidamente, disfrutando de un momento de paz en medio de la tormenta que los rodeaba. De repente, la puerta se abrió de golpe y la madre de Fernando, Doña Leonor, entró enfurecida.

-¡Fernando! -exclamó con voz autoritaria-. ¡Los Duques ya han llegado! ¡Date prisa y prepárate para recibirlos!

Fernando se despertó sobresaltado, su corazón latiendo con fuerza. Miró a Elvira, quien también se había despertado, y luego a su madre, sintiendo una mezcla de frustración y resignación.

-Madre, ¿no puedes esperar un momento? -respondió, tratando de mantener la calma.

Doña Leonor lo miró con severidad.

-No, Fernando. No hay tiempo para eso. Los Duques están aquí y debes cumplir con tus deberes. ¡Levántate y prepárate de inmediato!

Fernando suspiró, sabiendo que no tenía otra opción. Se levantó del lecho y se dirigió a vestirse, mientras Elvira lo miraba con tristeza.

-Lo siento, Elvira -dijo Fernando, acariciando su mejilla-. Debo irme, pero volveré tan pronto como pueda.

Elvira asintió, tratando de contener sus emociones.

-Lo entiendo, Fernando. Ve y cumple con tus deberes.

Con un último beso en la frente de Elvira, Fernando salió de la alcoba, decidido a enfrentar a los Duques y a cumplir con sus responsabilidades, aunque su corazón estuviera dividido.

Cuando Fernando salió de la alcoba, su madre, Doña Leonor, se acercó a Elvira con una mirada fría y calculadora. Sin previo aviso, la agarró del cuello con fuerza y la miró directamente a los ojos.

-Escucha bien, Elvira -dijo Doña Leonor con voz baja pero amenazante-. Mientras los Duques estén en el palacio, dormirás con los demás criados. No quiero verte cerca de mi hijo ni de sus aposentos. Eres una mujerzuela y haré todo lo que esté en mi mano para echarte de aquí.

Bound by Fate, Freed by LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora