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La noticia del embarazo de Isabela se extendió rápidamente por el palacio. Doña Leonor de Alvarado, la madre de Fernando, estaba encantada. Para ella, la llegada de un heredero era motivo de gran alegría y esperanza para el futuro de la familia.

—¡Qué maravillosa noticia! —exclamó Doña Leonor, abrazando a Isabela con entusiasmo—. Este niño traerá bendiciones a nuestra familia.

Isabela, aunque agradecida por el apoyo de Doña Leonor, no podía evitar sentir una profunda inquietud. Sabía que Fernando no compartía la misma alegría.

Fernando, con el rostro serio y la mente llena de dudas, pidió a todos que lo dejaran a solas con Isabela. Doña Leonor, aunque sorprendida por la petición, asintió y salió de la alcoba junto con las doncellas y el sanador.

Una vez que estuvieron solos, Fernando se acercó a Isabela, su mirada dura y llena de interrogantes. El silencio en la habitación era pesado, y la tensión entre ellos era palpable.

—Isabela, necesito saber la verdad —dijo Fernando finalmente, su voz baja pero firme—. ¿Ese niño es mío?

Isabela, sintiendo el peso de la pregunta, levantó la mirada hacia Fernando, sus ojos llenos de tristeza.

Isabela, aunque profundamente afectada por la noticia de su embarazo, no estaba segura de quién era el padre del niño. La incertidumbre la atormentaba, pero sabía que debía tomar una decisión para protegerse a sí misma y al bebé.

Cuando Fernando la confrontó, Isabela decidió mentir, asegurándole que el niño era suyo. Sabía que esta era la única manera de evitar más conflictos y de mantener la paz en el palacio.

—Fernando, te juro que este niño es tuyo. Por favor, créeme —dijo Isabela, su voz firme aunque su corazón dudaba.

Fernando la miró fijamente, tratando de discernir la verdad en sus palabras. Aunque sus dudas no desaparecieron por completo, decidió darle el beneficio de la duda, al menos por el momento.

—Espero que estés diciendo la verdad, Isabela. Por el bien de nuestro hijo y de nuestra familia —respondió Fernando, su voz más suave pero aún llena de incertidumbre.

Isabela asintió, sintiendo una mezcla de alivio y temor. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero estaba decidida a enfrentar los desafíos con valentía y esperanza.

Mientras tanto, en su interior, Isabela luchaba con la culpa y la incertidumbre. Sabía que la verdad podría destruir todo lo que había construido, pero también sabía que debía proteger a su hijo a toda costa.

Isabela, aunque aliviada por haber convencido a Fernando, sabía que su situación seguía siendo precaria. Decidió enfocarse en su salud y en la del bebé, buscando la fuerza para enfrentar los días venideros. Con la ayuda de Isolda, comenzó a cuidar mejor de sí misma, siguiendo las recomendaciones del sanador y evitando cualquier tipo de estrés.

Rodrigo, ahora en la distancia, no podía dejar de pensar en Isabela. Aunque había decidido marcharse para protegerla, su corazón seguía atado a ella. Desde las sombras, continuaba vigilando el palacio, asegurándose de que Isabela estuviera a salvo.

Mientras tanto, Fernando seguía luchando con sus propios demonios. Aunque había decidido confiar en Isabela, las dudas seguían atormentándolo. Sabía que debía encontrar una manera de reconciliar sus sentimientos y sus responsabilidades, pero cada día se sentía más atrapado en una red de mentiras y desconfianza.

La tensión en el marquesado de Alvarado seguía creciendo, con cada personaje enfrentando sus propios desafíos y emociones.

Elvira, al enterarse del embarazo de Isabela, sintió una furia incontrolable arder en su interior. No podía creer que su rival estuviera esperando un hijo de Fernando, lo que complicaba aún más sus planes. Decidida a desahogar su ira, se dirigió a la cabaña de su compinche, Hernán Pérez, un hombre de reputación sombría y conocido por sus métodos despiadados.

Bound by Fate, Freed by LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora