12

4 3 0
                                    

Un mes después de la boda, Isabela se despertó sintiendo una ligera incomodidad. Al levantarse, notó con desagrado que las sábanas estaban manchadas de sangre. Su corazón se hundió al darse cuenta de que había comenzado su menstruación. Esto significaba que no estaba embarazada, y la presión de su situación volvió a pesar sobre ella.

Isolda, su doncella personal, entró en la habitación poco después y notó la expresión de preocupación en el rostro de Isabela.

—Mi señora, ¿está todo bien? —preguntó Isolda, con voz suave.

Isabela asintió lentamente, aunque su mirada reflejaba su angustia.

—Sí, Isolda. Solo... solo necesito un momento para mí misma —respondió, tratando de mantener la compostura.

Isolda, comprendiendo la situación, asintió y se retiró discretamente para darle a Isabela el espacio que necesitaba. Isabela se sentó en el borde de la cama, sintiendo el peso de sus responsabilidades y la incertidumbre de su futuro. Sabía que Fernando y Doña Leonor esperarían que intentara concebir de nuevo, y la idea de enfrentarse a esa realidad la llenaba de tristeza.

Con un suspiro, Isabela se levantó y comenzó a prepararse para el día, decidida a enfrentar sus desafíos con la misma dignidad y fortaleza que había mostrado hasta ahora. Sabía que debía encontrar una manera de sobrellevar su situación, por difícil que fuera, y mantener su honor y su deber por encima de todo.

Doña Leonor, al escuchar el barullo en la alcoba de Isabela, se asomó para ver qué ocurría. Al comprender la situación, su expresión se suavizó un poco. Aunque su relación con Isabela no había sido fácil, sabía que debía intentar animarla en este momento difícil.

—Isabela, querida —dijo Doña Leonor, entrando en la habitación con una voz más suave de lo habitual—. No te preocupes demasiado por esto. A veces, las cosas no suceden de inmediato. Tienes tiempo.

Isabela, sorprendida por el tono comprensivo de Doña Leonor, levantó la vista y trató de sonreír.

—Gracias, Doña Leonor. Aprecio sus palabras —respondió, aunque su tristeza aún era evidente.

Doña Leonor se acercó y tomó las manos de Isabela entre las suyas.

—Eres joven y fuerte. Estoy segura de que todo saldrá bien. Solo necesitas tener paciencia y fe —dijo, tratando de infundirle ánimo.

Isabela asintió, sintiendo un pequeño consuelo en las palabras de su suegra. Sabía que su camino no sería fácil, pero la muestra de apoyo de Doña Leonor le daba un poco de esperanza para enfrentar los desafíos que vendrían.

Doña Leonor, después de salir de la alcoba de Isabela, se dirigió con paso firme hacia la habitación de Fernando. Al entrar, encontró a su hijo abrazado a Elvira en el lecho. Su expresión se endureció al ver la escena, y con una actitud claramente molesta, se dirigió a Fernando.

—Fernando, necesito hablar contigo con urgencia. Te espero en el despacho en media hora —dijo, su voz cargada de autoridad y descontento.

Sin esperar una respuesta, Doña Leonor salió de la alcoba dando un portazo, dejando a Fernando y Elvira sorprendidos por su brusquedad. Fernando, aunque irritado por la interrupción, sabía que no podía ignorar la llamada de su madre. Con un suspiro, se levantó del lecho, preparándose para lo que seguramente sería una conversación tensa y difícil.

En el despacho, Doña Leonor esperaba a Fernando con una expresión severa. Cuando él entró, ella no perdió tiempo en expresar su descontento.

—Fernando, no estás cumpliendo con tu deber como Marqués. Necesitas un heredero para asegurar la continuidad de nuestro linaje y la estabilidad del marquesado —dijo, su voz firme y autoritaria.

Bound by Fate, Freed by LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora