Cap. 17

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- Llegamos a mi habitación desde que empezamos a besarnos no paramos, me faltaba el aire pero no quería detenerme, mi lobo saltaba me dejaba saber lo feliz que se sentía, tome con fuerza el cabello de Jung Kook haciendo que el beso fuera intenso, sentí en mi boca el sabor metálico de nuestra sangre, teniamos los labios hinchados y heridos pero a pesar de eso lo estábamos disfrutando, me aleje a este punto si no lo hacia mis pulmones explotarían, lo mire y había una combinación entre nuestros lobos y nuestra parte humana teníamos plena conciencia de lo que hacíamos. -Me gusta coger.- ¿Tienes problemas con eso?

- Te complaceré en lo que pidas.

Sus labios se volvieron a unir, se encontraron sus alientos, mezclándose con más y más fuerza. Sus lenguas se entrelazaron e interpretaron una enérgica danza ritual, alimentada por el deseo y la anticipación que habían acumulado desde el día en que se volvieron a ver. La mano derecha de Jimin rodeó su espalda y acarició su perfecto pecho a través de la camiseta que Jung Kook llevaba puesta, mientras la izquierda tocaba su abdomen bajo en busca del tesoro oculto entre sus piernas. Cuando al fin se separaron sus labios, Jung Kook respiraba como si acabara de participar en una carrera de larga distancia. Jimin agarró la cinta de su pantalón de chándal, intentado desamarrarlo, y Jung Kook, al ver que no lograba descifrar el mecanismo, se deshizo él mismo del impedimento, aliviando así la presión que crecía bajo su ropa interior. 

Convencido de que el destino estaba de su lado volvió a besarlo no se cansaba de sentir el dulce sabor de la mezcla de Whisky y Vainilla que desprendía Jimin, en un momento en que apenas era capaz de pensar en algo que no fueran su suaves labios. El se quitó la camiseta ya le estorbaba y la echó al suelo, ambos cayeron sobre la amplia cama vestida con sabanas de ceda aperlada sobre la cual desatarían su pasión.

Jimin gruñó al recostarse sobre su espalda, sus labios apretados ante la sensación de placer que sentía. Jung Kook  le miró con deseo, sintiendo de él el agradable calor de su torso desnudo.  Jimin se había deshecho de la parte superior de su ropa, dejando al descubierto sus bien formados pectorales, la silueta de sus tetillas relucían con la luz de la luna. Agarró su cintura y tiró de ella, acercándolo al alcance de otro apasionado beso, una poderosa distracción que permitiría a su hombría asaltar su punto débil. 

—Esto nunca lo había sentido —dijo Jung Kook al separarse de sus labios, y Jimin exhaló un súbito gemido al notar sus dedos, que como valientes soldados habían rozado la entrada hacia el camino situado entre sus nalgas.

Jimin, jadeando con la más amplia sonrisa que el pelinegro jamás hubiera imaginado ver en el, pasó una pierna por encima de Jung Kook y, sentado sobre su regazo, tiró de las prendas inferiores del que aun este tenia, liberando su deseoso miembro. Jung Kook, mientras tanto, había desabrochado el pantalón de Jimin, y tiró hacia un lado, se quedó de pie sobre él, la viva imagen de un dios, una escultura en honor a la forma del mas hermoso de cualquier ser existente en la tierra, Jimin era hermoso hasta en su mas sensible desnudez. Lo contempló con lujuria la gloria de su desabrigo. Todo estaba donde debía estar. Jimin se sentó en él ahorcajadas sobre la cama rodeando con sus brazos besando y lamiendo su cuello sobre la glándula de olor de Jung Kook que expedía ese enloquecedor aroma cacao y almendras, lo atacaba como un lobo  jugando con su presa, y Jung Kook, que no aguantaba seguir viendo sus suculentos y rosados pechos, se llenó la boca y lamió sin contemplaciones. Sus dedos, mientras tanto, obraban su magia, apenas los controlaba, actuaban por instinto, acariciando las partes más sensibles del cuerpo de Jimin. El se posicionó poco a poco sobre su cintura, exhalando un prolongado gemido, al sentir como de manera lenta y cuidadosa Jung Kook introducía su falo dentro de él, hasta que al fin, bajo la resplandeciente luna que destellaba en rojo, ambos se convirtieron en uno.

Jimin se movía con el ímpetu de un animal salvaje, subiendo y bajando con la ayuda de Jung Kook, que con gusto prestaba sus manos para impulsar sus sedosas nalgas. Él gruñía, no de dolor, o al menos sólo en parte. Tras un par de gozosos minutos, Jung Kook sintió que algo masajeaba sus bolas. Al principio no le hizo caso, siendo como era que tenía los pechos de Jimin en sus labios y no quería perder el hilo de su rítmica danza. Sin embargo, a los pocos segundos Jimin se inclinó hacia delante, apoyando sus manos sobre su pecho  para propulsarse arriba y abajo.

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