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Checo no podía evitar sonreír mientras observaba a Lando desde el otro lado del salón. Estaban en una elegante fiesta organizada por la FIA, algo social y relajado antes del parón de verano. Los pilotos y sus equipos habían sido invitados a compartir una noche entre risas, música y buenas conversaciones. El ambiente estaba animado, y todos parecían disfrutar de la oportunidad de desconectar un poco de la presión constante de las carreras.

Checo miraba a su novio con admiración. A lo largo de los meses que habían pasado juntos, Lando se había asegurado de hacerlo sentir especial en cada oportunidad. Lando siempre estaba ahí para él, pendiente de cada detalle, y Checo lo apreciaba profundamente. Había algo en la forma en que el británico lo miraba, lo tocaba o simplemente lo acompañaba en los momentos más difíciles que lo hacía sentirse querido como nunca antes.

—Esta vez, me toca a mí —murmuró para sí mismo.

Checo siempre había querido hacer sentir a Lando tan amado como él se sentía, y aunque el británico solía ser el más cariñoso y demostrativo, esta noche Checo se había propuesto que Lando se sintiera igual de especial. Sabía que Lando estaba acostumbrado a ser quien tomara la iniciativa en cuanto a gestos de cariño, pero hoy Checo sería quien diera ese paso extra.

El ambiente de la fiesta era relajado, con otros pilotos y miembros de los equipos charlando y riendo entre copas. Checo se acercó a Lando, que estaba en medio de una conversación con algunos amigos. Sin pensarlo dos veces, pasó un brazo alrededor de la cintura de Lando y lo atrajo hacia sí, depositando un suave beso en su mejilla. Lando sonrió al instante, disfrutando del gesto inesperado de su novio.

—¿Todo bien, rayo de sol? —preguntó Lando, un tanto sorprendido por la actitud más melosa de Checo.

—Todo perfecto, princesa —respondió Checo, usando el apodo que tanto le gustaba a Lando, mientras le daba un apretón cariñoso en la cintura.

Checo no pudo evitar bromear y mostrarse más carismático de lo habitual, riéndose y contando anécdotas con los demás pilotos. La forma en que sonreía y bromeaba hacía que Lando lo mirara con una mezcla de admiración y fascinación. Aún después de tanto tiempo, Checo seguía siendo esa persona encantadora que lo había enamorado desde el principio. Lando no podía dejar de mirarlo y pensar en lo afortunado que era.

En medio de las bromas y la diversión, Lando se excusó para ir por algo de beber. Como siempre, estaba pendiente de Checo, asegurándose de que también tuviera algo que disfrutar. Sin embargo, cuando Lando regresaba con las bebidas, una chica del grupo se le acercó, sonriendo de manera descarada. Checo, que lo observaba desde lejos, pudo notar inmediatamente el cambio en el ambiente. La chica claramente estaba coqueteando con Lando, tocándole el brazo y acercándose demasiado para ser casual.

La sangre de Checo comenzó a hervir. Aunque no solía ser celoso, esta vez sintió una punzada de posesividad que no había experimentado antes. Decidido a dejar en claro su territorio, caminó hacia ellos sin dudarlo. Cuando llegó, se posicionó al lado de Lando y, con una sonrisa que no dejaba lugar a dudas, le pasó un brazo por la cintura y lo atrajo hacia él.

—Disculpa, pero Lando ya tiene novio —dijo Checo, su tono ligero pero lo suficientemente firme para que la chica entendiera el mensaje.

La chica parpadeó sorprendida antes de sonreír con una disculpa nerviosa y alejarse rápidamente. Lando, por su parte, no pudo evitar soltar una carcajada, claramente disfrutando del momento.

—¿Checo Pérez, celoso por mí? —bromeó Lando, alzando una ceja con una sonrisa burlona—. Esto es nuevo.

Checo fingió indignación, aunque no podía ocultar la sonrisa que se formaba en su rostro.

—No estoy celoso, princesa. Solo estoy asegurándome de que todos sepan que eres mío —respondió con un tono juguetón, apretando a Lando aún más cerca.

Lando siguió riendo, encantado por la situación.

—Claro, claro. La primera vez que me celas y tienes que hacer todo un espectáculo —bromeó, sabiendo que normalmente era él quien se ponía celoso cuando alguien prestaba demasiada atención a Checo.

En lugar de enojarse, Checo simplemente se unió a las bromas.

—No me hagas empezar, Lando. Sabes que lo hago mejor que tú —dijo mientras depositaba un beso rápido en los labios de su novio.

Lando sacudió la cabeza, sin poder borrar la sonrisa de su rostro. Le encantaba ver ese lado posesivo de Checo, algo que raramente salía a la luz, pero que ahora lo hacía sentir aún más especial.

La noche continuó, con Checo mostrándose más afectuoso de lo habitual. Cada vez que Lando se movía o hablaba con alguien más, Checo lo seguía, tomándole la mano o pasando un brazo por su cintura. Era como si no pudiera mantenerse lejos de él. Cada tanto, Checo le dejaba un beso en la mejilla o se inclinaba para susurrarle algo al oído. Lando disfrutaba de cada segundo de atención, sintiéndose completamente amado.

—Sabes que no necesitas hacer tanto alarde, rayo de sol —bromeó Lando en un momento, mientras Checo lo abrazaba por la espalda—. Ya soy todo tuyo.

—Lo sé, pero esta noche soy yo quien quiere mimarte —respondió Checo, acomodándole el cuello de la camisa con una sonrisa mientras lo miraba con afecto—. Hoy, soy yo quien se asegura de que te sientas como el novio más afortunado.

Lando rio suavemente, pero en su interior, cada gesto de Checo le recordaba lo profundamente enamorado que estaba de él. Mientras la fiesta continuaba, se dieron cuenta de que ya no les interesaba lo que sucedía alrededor. Solo estaban ellos dos, perdidos en su pequeño mundo.

Cuando la música comenzó a disminuir y la gente empezó a retirarse, Checo tomó la mano de Lando con firmeza. Había un brillo en sus ojos, uno que Lando conocía muy bien.

—Creo que es hora de irnos, princesa —susurró Checo, su voz baja y sugerente.

Lando sintió cómo un escalofrío recorría su espalda. Podía sentir la tensión entre ellos, esa chispa que siempre aparecía cuando querían algo más que solo un rato de compañía.

—¿Ya quieres terminar la fiesta? —preguntó Lando, pero su sonrisa cómplice revelaba que estaba más que dispuesto a seguir a Checo a donde quisiera.

—No —respondió Checo, acercándose para besar a Lando suavemente en los labios—. Solo quiero empezar otra fiesta, pero solo para nosotros dos.

Lando no pudo evitar reír mientras entrelazaba sus dedos con los de Checo, dispuesto a compartir una noche más íntima, lejos de las miradas curiosas y los rumores. Sabía exactamente lo que eso significaba, y no podía esperar.

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