La noche de anoche

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"Yo sé que esto no volverá a pasar..."

Desde la distancia, Lando solo podía observar cómo aquel mexicano que había poseído en cuerpo y mente la noche anterior ahora caminaba hacia el driver room de cierto piloto neerlandés, lo que casi lo hizo enloquecer.

-Maldito mentiroso -murmuró el británico, furioso, mientras salía tan rápido como sus cortas piernas le permitían del hospitality de Red Bull.

Lando había dado todo por ese mexicano con quien había compartido la cama la noche anterior. Para él, no había sido solo una entrega carnal; había puesto sentimientos e inseguridades en ese glorioso e íntimo acto. Estaba seguro de que Sergio también lo había hecho. Joder, en ese momento lo habría jurado. Pero ahora, viéndolo caminar hacia el cuarto del tricampeón, comenzaba a dudarlo.

Su cabeza no podía estar más confundida. Sobrepensaba cada detalle, cada posibilidad de haber malinterpretado las señales que el piloto de Red Bull le había dado. Pero, diablos, no podía haberlas entendido mal, ¿o sí?

Está bien, sí, Lando había dado el primer beso, pero fue después de que Checo le dijera: "¿Qué hubiera pasado si... nosotros hubiéramos seguido siendo amigos... o algo más?". Además, Checo fue quien dio el segundo beso. Y ni mencionar que literalmente le dijo: "Quiero todo de ti. Todo".

"Tú me decías que morías por mí..."

¿Acaso en ese "TODO" no estaba implícito el intentar algo con Lando?

Mierda, a este punto, Lando se conformaría con que el mexicano simplemente lo mirara.

Pero, al parecer, la falta de comunicación seguía siendo un problema entre Checo y él. Lando esperaba que hablaran, que pudieran aclararlo todo. Pero ¿cómo podrían hacerlo si ahora el mexicano estaba dentro del cuarto de su novio?

Y ahí estaba lo que más atormentaba a Lando. Checo aún tenía novio. Y no era él.

[...]

-Mmmghh, Lando -gimió sobre la oreja del británico-. Más...

Lando pasó sus manos por aquella estrecha cintura, sintiendo en su totalidad la calidez de aquella piel suave, llena de lunares en ese precioso cuerpo color canela.

-Te sientes tan bien -susurró el británico en el cuello del contrario-. Tan estrecho y cálido.

El joven piloto recibió como respuesta un ronco gemido, seguido de las uñas cortas clavándose en su espalda.

-Naciste para ser jodido, bebé -murmuró Lando antes de besar esos finos labios que lo incitaban a pecar.

"Tú me dejaste el cuerpo caliente, infierno..."

De repente, sintió un golpe brusco en la frente y frunció el ceño.

-¡LANDOO! -gritaron en su oído derecho.

El británico abrió los ojos con pánico, sobresaltándose en aquel incómodo y pequeño sofá. Después de acostumbrar sus ojos a la luz artificial, enfocó la mirada en su compañero de equipo, que lo observaba con molestia.

No quería que interrumpieran su sueño, esa fantasía era lo único que le quedaba de su pecoso.

-¿Qué mierda, Piastri? -se quejó Lando, sobándose la frente adolorida.

-¿Qué mierda yo? -replicó el australiano, incrédulo-. ¿Qué mierda tú, gimiendo como un adolescente en nuestro hospitality, con más de la mitad del equipo trabajando?

Lando comenzó a sonrojarse al darse cuenta de que su sueño sobre Sergio y él la noche anterior no había llegado en el mejor momento.

-Mierda, lo siento -susurró Lando, realmente avergonzado.

Oscar miró a su alrededor, notando las miradas curiosas que seguían dirigidas hacia ellos. Hizo una mueca y volvió su atención a su abatido compañero.

-¿Estás bien? -preguntó genuinamente preocupado el australiano.

-¿Sabes cómo mierda se cura un corazón roto?

"Pero me dejaste el corazón frío, invierno..."

[...]

No había cura para un corazón roto. Y tanto Piastri como Norris lo sabían. Pero eso no los había detenido en buscar maneras de hacer aquello, aunque fuera una pequeña probabilidad, posible. ¿Y qué mejor manera que la conocida desde tiempos inmemoriales? El alcohol.

Lando lo intentó. De verdad lo estaba intentando. Copa tras copa era bebida por el joven británico, pero no parecía estar sirviendo de nada. No, ni un poco. Y eso estaba desquiciando al piloto.

No podía borrar la noche anterior como si fuera Thanos con un simple chasquido de dedos. Todavía tenía grabada en su mente la viva imagen de aquel precioso moreno. Los gemidos tan suaves y dulces que hubiera querido grabar para usar como tono de llamada, el hermoso sonrojo en sus mejillas acompañado de algunos mechones pegados a su frente, dándole una imagen fascinante de puro placer, o esas perfectas pecas esparcidas por su rostro y gran parte de su cuerpo, que lo hacían parecer un ángel que había jugado con las estrellas.

"¿Esa noche quién la borra?"

Lando estaba perdido. Joder, que lo estaba.

Había caído tan fuerte por el mexicano que creía que no habría salida de aquel profundo y, un poco embarazoso, enamoramiento.

Y es que Lando ni siquiera quería salir de ese tornado llamado Sergio Pérez. Quería todo lo que aquel precioso mexicano pudiera ofrecerle. Lo que fuera, aunque solo fueran migajas de amor, Lando las aceptaría como si fueran el paquete completo. Lo haría.

Si tan solo Checo lo supiera.

-La-ando, amigo-oo -llamó un borracho Piastri, colocando una mano sobre la espalda de su compañero-. ¿Me dirás qué te tiene ta-an jodido?

Oscar tampoco podía hablar con claridad. Al igual que Lando, ambos ya tenían tanto alcohol en las venas que apenas podían mantenerse en pie.

-No es... -Lando sacudió la cabeza, tratando de evitar sentir el dolor ya conocido en su corazón-. No es nada, Oscar.

-Debe de serlo, Landooo -dijo divertido el australiano, alargando el nombre del británico, haciéndolo sonar gracioso-. Debe de serlo, si eso te tiene con el corazón roto.

¿Cómo le explicas a tu amigo que estás llorando como un bebé por uno de tus compañeros pilotos?

-Es solo que no soy la persona indicada para alguien -dijo Lando, tratando de no darle demasiadas vueltas al asunto.

"Pero al final, na' de lo nuestro fue en serio..."

-¿No lo eres? -preguntó Oscar sorprendido, como si Norris le acabara de contar el mayor secreto del mundo.

-Al parecer no, mi querido amigo -respondió Lando con una mueca y una tristeza genuina reflejada en sus ojos.

-¿Y no puedes hacer nada al respecto? -preguntó Oscar, mirando a Lando antes de dar un sorbo a su vaso vacío.

-No sé si quiero hacer algo ahora -respondió Lando, sacando su celular para revisar la hora.

Al notar que eran pasadas las tres de la madrugada, Lando bajó la mirada y vio que tenía cuatro llamadas perdidas y once mensajes sin leer de Checo.


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