El sol de agosto brillaba sobre el majestuoso Lago Como, el escenario perfecto para un día que cambiaría sus vidas para siempre. La boda de Lando y Checo era un evento privado y discreto, solo con sus seres más cercanos en una villa espectacular a la orilla del lago. El agua azul relucía bajo el sol, y la brisa fresca acariciaba suavemente las flores blancas que adornaban cada rincón del jardín.
Ambos estaban de pie, frente a sus amigos y familias, vestidos en trajes impecables que los hacían ver tan elegantes como siempre, pero en sus ojos se veía algo mucho más profundo: amor, nerviosismo, y la certeza de que este momento era el comienzo de una nueva etapa.
El oficiante, con una sonrisa cálida, los miraba mientras se preparaban para intercambiar sus votos. Justo antes de que comenzaran, tomó los anillos en sus manos y habló sobre su significado, un toque que añadió una capa de solemnidad al momento.
-Los anillos que hoy intercambian son un símbolo de la eternidad. Sin principio ni fin, representan el amor infinito que comparten. Pero también son un recordatorio de que el matrimonio es un compromiso que se renueva cada día. Al ponerse estos anillos, estarán sellando una promesa de amor incondicional, respeto, y dedicación mutua.
Con ese preludio, Lando fue el primero en hablar. Su voz temblaba levemente al inicio, pero pronto recuperó su firmeza mientras miraba profundamente a los ojos de Checo, esos ojos oscuros y profundos en los que se había perdido tantas veces.
-Sergio... -comenzó, sonriendo nerviosamente-. Desde el primer día que te vi, supe que algo en mi vida iba a cambiar. Aunque en ese momento no lo entendía del todo, estaba enamorado de ti incluso antes de conocerte. Y luego, con el tiempo, cada cosa que hacías, cada sonrisa, cada mirada... me fui enamorando aún más. Hoy, frente a todas estas personas, te prometo que seguiré amándote de esa manera. Amo la forma en que me haces reír, la forma en que tus pecas se iluminan bajo el sol, y la manera en que siempre encuentras lo mejor en mí. Prometo amarte no solo en esta vida, sino en cualquier otra que venga después. Te amaré siempre, incluso cuando nuestras vidas terminen, y sé que nuestras almas se encontrarán una y otra vez, porque estamos destinados a estar juntos para siempre.
Checo, conmovido por las palabras de Lando, respiró hondo antes de decir sus votos. Sabía que no podría igualar la poesía de lo que Lando acababa de decir, pero lo haría a su manera, como siempre había sido.
-Lando... no puedo negar que cuando nos conocimos, tu actitud me sacaba de quicio -dijo con una sonrisa traviesa, provocando risas entre los presentes, incluida la de Lando-. Pero a pesar de que a veces quería sacarte del camino en la pista y fuera de ella, me enamoré de ti. Me enamoré de esos ojos tuyos, que son de un azul tan profundo que siento que podría perderme en ellos para siempre. Me enamoré de tu sonrisa, esa que ilumina cualquier lugar al que vas, y me enamoré de las pequeñas cosas, como las veces que tratas de ocultar tu nerviosismo con bromas tontas. Pero, sobre todo, me enamoré de ti, de tu persona, de tu alma. No puedo imaginar mi vida sin ti, porque siempre supe, incluso antes de admitirlo, que estábamos destinados a estar juntos. Eres la persona más bella que conozco, y sé que no podría caminar por este mundo sin ti a mi lado.
Las palabras de Checo resonaron profundamente en el corazón de Lando, y ambos intercambiaron una mirada llena de amor. El oficiante les indicó que era el momento de intercambiar los anillos.
-Con este anillo -dijo Lando, deslizando el anillo en el dedo de Checo-, te tomo como mi esposo y compañero de vida.
-Con este anillo -repitió Checo, haciendo lo mismo-, te tomo como mi esposo, hoy y para siempre.
El beso que compartieron tras las palabras del oficiante fue suave pero lleno de promesas. Los aplausos y los vítores de sus amigos llenaron el aire, mientras ambos saboreaban el comienzo de su vida juntos.
[...]
La fiesta fue una celebración íntima, pero llena de risas y felicidad. La música, las luces suaves y el ambiente relajado hicieron que todos se sintieran cómodos y felices de compartir ese momento con Lando y Checo. Entre los invitados estaban Carlos, Charles, Oscar y Lily, quienes no perdieron la oportunidad de bromear con la recién pareja casada.
-¿Quién habría dicho que ustedes dos terminarían casados? -bromeó Carlos mientras bebía una copa de champán, sonriendo ampliamente-. Hace unos años, solo eran compañeros, y ahora mírense.
-Sí, y lo que es peor, aún tengo que escuchar sus quejas en la pista -respondió Checo con una sonrisa mientras recibía un pequeño golpe en el hombro de parte de Lando.
-Bueno, la única diferencia es que ahora te llamas Sergio Norris, así que tendrás que aceptarlo -añadió Lando en tono burlón.
Oscar, riendo con Charles a su lado, no pudo evitar unirse a la conversación.
-Sergio Norris... no suena nada mal. Pero Lando, no te relajes demasiado, porque Checo aún te supera en elegancia, así como en la pista.
-Ah, claro, como siempre -respondió Lando con una sonrisa mientras miraba a Checo, quien le devolvió una mirada cómplice.
Los amigos se rieron, disfrutando de la calidez del momento. A pesar de las bromas y las risas, todos sabían que estaban presenciando algo especial, la unión de dos personas que, a pesar de las diferencias y desafíos, habían encontrado su camino hacia el amor verdadero.
[...]
Conforme avanzaba la noche, y los invitados seguían celebrando, Lando y Checo no dejaban de estar cerca el uno del otro. Entre besos, caricias suaves y miradas llenas de afecto, era evidente para todos que no podían estar más felices con su decisión. Sus manos siempre estaban entrelazadas, y cada tanto, Lando se inclinaba para darle a Checo un beso rápido en los labios, como si no pudiera evitar demostrar su amor.
-Te amo, Sergio Norris -dijo Lando con una sonrisa mientras ambos caminaban bajo las estrellas, disfrutando de un momento tranquilo en el jardín.
-Y yo te amo, Lando Pérez -bromeó Checo, antes de añadir con una sonrisa traviesa-. No puedo esperar a nuestra luna de miel.
Lando río, dándole un suave golpe en el hombro antes de abrazarlo.
-Bueno, espero que no tengas demasiadas expectativas, estoy realmente cansado... aunque te prometo que lo haré inolvidable.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la compañía del otro y recordando cómo todo había comenzado. Lando, el joven piloto británico que había sido torpe y nervioso al conocer a Checo, nunca había imaginado que terminaría casándose con el hombre que una vez le había parecido inalcanzable. Y Checo, que al principio se había resistido a la atracción que sentía por Lando, ahora sabía que sus almas siempre habían estado destinadas a encontrarse.
A pesar de los obstáculos, las dudas, y los momentos difíciles, ambos habían encontrado su camino hacia el amor. Y ahora, de pie bajo las estrellas, sabían que este era solo el comienzo de una vida llena de aventuras, amor y felicidad.
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Sigues con él | Checo & Lando.
FanfictionTe veía tan enamorado que ni lo intente, ahora me pregunto, ¿por qué sigues con él?