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El silencio entre Checo y Lando se había vuelto insoportable. Habían pasado días desde su última conversación seria, y aunque ambos seguían preocupándose por el otro en silencio, el distanciamiento estaba comenzando a afectarles más de lo que querían admitir. Los pequeños gestos —las bebidas dejadas en secreto, las preguntas a través de amigos— no eran suficientes para aliviar la sensación de vacío que ambos sentían.

Oscar y Carlos no podían soportar más ver a sus amigos sufrir. Ambos sabían que Lando y Checo se amaban profundamente, pero la falta de comunicación y el orgullo estaban interponiéndose en su relación. Así que decidieron tomar cartas en el asunto.

—Hoy es el día —dijo Carlos con determinación mientras caminaba hacia el hospitality de Red Bull, donde sabía que Checo estaría revisando algunos datos post-carrera.

—Espero que esto funcione, porque Lando está hecho un desastre —respondió Oscar, visiblemente preocupado.

Ambos habían trazado un plan para reunir a sus amigos y forzar una conversación que, aunque dolorosa, era necesaria. Ya no podían permitirse más tiempo separados.

Cuando Carlos llegó al hospitality, encontró a Checo sentado en una mesa con la mirada perdida en los datos frente a él. Su amigo no era el mismo desde que había comenzado la pelea con Lando. Había una tristeza en sus ojos que Carlos no podía soportar ver.

—Checo, tenemos que hablar —dijo Carlos mientras se sentaba frente a él.

Checo levantó la vista, sorprendido por el tono directo de Carlos.

—¿Qué pasa? —preguntó, aunque en el fondo sabía que la conversación giraría en torno a Lando.

—Mira, ya no puedo seguir viéndolos así. Ni a ti ni a Lando. Sabes que esto no va a mejorar si sigues dejando que las cosas se enfríen. —Carlos cruzó los brazos, adoptando una postura firme—. Tienen que hablar, y tienen que hacerlo ahora.

Checo suspiró profundamente. Sabía que Carlos tenía razón. Esta pelea no podía continuar, pero la frustración y la incertidumbre aún lo consumían.

—No sé cómo empezar —admitió Checo, bajando la mirada—. Todo se ha complicado tanto... Mercedes, Red Bull, McLaren... No sé qué hacer.

Carlos se inclinó hacia adelante. —Escucha, amigo, lo que tienes que hacer ahora no tiene nada que ver con las escuderías. Esto es sobre Lando y tú. Lo demás puede esperar. Pero si sigues así, vas a perder lo más importante, tu relación.

Mientras tanto, Oscar estaba teniendo una conversación similar con Lando. Se encontraban en el motorhome de McLaren, donde Lando estaba sentado, distraído, mirando su teléfono.

—¿Todavía sigues revisando las estadísticas de Red Bull? —preguntó Oscar con una ceja levantada. Sabía perfectamente que Lando estaba pendiente de Checo a pesar de todo.

Lando guardó su teléfono con un suspiro.

—No puedo evitarlo, Oscar. Quiero saber que está bien, pero no sé cómo hablar con él después de todo lo que ha pasado.

—Bueno, pues tendrás que averiguarlo pronto, porque te llevaremos a hablar con él ahora mismo —respondió Oscar, su tono serio y determinado.

—¿Qué? —Lando lo miró con sorpresa.

—Así es. Ya no hay excusas. Tú y Checo van a hablar, y nosotros nos aseguraremos de que no se sigan evitando —dijo Oscar, dejando claro que no había vuelta atrás.

[...]

Horas más tarde, en una sala privada en uno de los hoteles cercanos al circuito, Oscar y Carlos finalmente reunieron a Lando y Checo. El silencio entre ellos era incómodo, y la tensión en el aire era palpable. Ninguno de los dos sabía por dónde empezar, pero ambos sabían que esto era necesario.

—Bien, ahora que están aquí, los dejamos solos —dijo Carlos, antes de salir con Oscar, cerrando la puerta tras ellos.

Lando y Checo se miraron en silencio por un momento, sin saber quién debía dar el primer paso. Finalmente, fue Lando quien habló.

—No quiero seguir así —dijo en voz baja, su mirada fija en el suelo—. Te extraño, Checo.

Checo sintió que el nudo en su garganta se apretaba. Lo que Lando acababa de decir resonaba con exactitud en lo que él mismo sentía.

—Yo también te extraño —respondió Checo—. Pero no puedo negar que todo esto ha sido difícil. El hecho de que tenga que decidir entre las escuderías, y luego... Max, Red Bull... todo se ha vuelto un desastre.

Lando lo miró, sus ojos brillando con la frustración y el dolor que había estado acumulando.

—Sé que tienes que tomar una decisión importante, Checo, y créeme, lo entiendo. Pero lo que no puedo soportar es la idea de que eligieras Red Bull... no solo porque seguirías con Max, sino porque siento que eso significa que me dejas fuera.

—No estoy eligiendo Red Bull por Max, Lando —interrumpió Checo, esta vez con firmeza—. No lo hago por él, nunca lo haría. Pero Red Bull es una opción fuerte, lo sabes. No puedo tomar esta decisión basándome solo en lo que significa para nuestra relación.

Lando suspiró, pasándose una mano por el cabello, visiblemente afectado.

—Lo sé, pero no pude evitar sentirme... comparado. Como si no fuera suficiente, como si... hubiera un Max y un yo, y tú no supieras cuál de los dos manejar.

Checo negó con la cabeza, sintiéndose mal por haber dejado que la situación llegara a este punto. Se acercó a Lando, tomando sus manos.

—No te estoy comparando, Lando. Lo que tuvimos Max y yo fue complicado, y sí, a veces las viejas heridas me hacen dudar. Pero tú... tú eres diferente. Nunca te compararía con él, porque tú has sido el mejor novio que he tenido. Te lo prometo.

Lando, aunque dolido, sintió que el peso de las palabras de Checo comenzaba a calmar el torbellino de emociones que había sentido durante días. Sabía que su relación con Checo era especial, pero las inseguridades y el miedo de perderlo lo habían consumido.

—No quiero perderte —dijo Lando, su voz apenas un susurro.

Checo lo miró a los ojos, con una sonrisa triste pero sincera.

—Ni yo a ti, Lando. Nunca he pensado en terminar esto. Solo quiero que tomemos decisiones que nos hagan bien a los dos.

Lando asintió, apretando las manos de Checo con más fuerza. 

—Apoyaré lo que decidas, Checo. Lo que sea mejor para ti. No importa la escudería que elijas, estaré a tu lado. Te lo prometo.

El alivio en los ojos de Checo fue instantáneo. Por fin, las palabras que ambos necesitaban decirse habían salido a la luz. El mexicano se inclinó hacia adelante y, sin decir nada más, besó a Lando suavemente en los labios. Fue un beso cargado de emociones, de promesas silenciosas y de amor profundo.

Cuando se separaron, ambos sonrieron, más relajados que en días.

—Somos un par de idiotas, ¿no? —bromeó Checo, sacudiendo la cabeza—. Nos dejamos llevar por el drama de las escuderías.

—Totalmente —respondió Lando con una sonrisa burlona—. Pero, ¿qué sería de nosotros sin un poco de drama?

Ambos se rieron, aliviados por haber encontrado el camino de regreso el uno al otro.

—Te amo, princesa —dijo Checo, con una mirada llena de afecto.

Lando, visiblemente emocionado, respondió con una sonrisa.

—Yo también te amo, rayo de sol.

Finalmente, volvieron a ser los mismos de antes, empalagosos y bromeando como si nada hubiera pasado. El peso de la pelea se había desvanecido, y ambos sabían que, a partir de ahora, enfrentarían las cosas de una manera diferente.

Lo que importaba, al final, era que se tenían el uno al otro, sin importar cuál fuera la decisión final sobre la escudería. Estaban juntos, y eso era lo único que realmente importaba.

Sigues con él  | Checo & Lando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora