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El ambiente en el paddock había cambiado. No era la primera vez que Checo y Lando competían entre sí, pero esta vez había una tensión palpable, algo que ninguno de los dos había previsto. Los rumores corrían como pólvora, y no solo se trataba de su relación. Checo estaba en una encrucijada, tenía que decidir entre dos escuderías para los próximos dos años. Por un lado, estaba McLaren, el equipo de Lando, y por otro, la potencia de Mercedes, una oportunidad que cualquier piloto consideraría seriamente. La decisión no era fácil.

Lando, aunque no lo decía directamente, esperaba que Checo eligiera McLaren. La idea de tener a su novio como compañero de equipo le parecía perfecta. No solo estarían juntos fuera de la pista, sino también dentro de ella. Podrían apoyarse mutuamente y vivir cada momento del campeonato como equipo. Pero cuando Checo comenzó a mostrar dudas, todo cambió.

-¿Por qué dudas? -preguntó Lando una noche mientras estaban en su departamento en Mónaco. La tensión ya se notaba en su voz-. ¡McLaren es una oportunidad increíble para nosotros! Estaríamos juntos en todo, ¡no solo en casa!

Checo suspiró, sintiendo el peso de la situación en sus hombros. Sabía que Lando lo quería en McLaren, pero las cosas no eran tan simples como él lo veía.

-Lando, no es solo sobre estar juntos. Mercedes también es una opción importante para mí. Estamos hablando de un equipo con múltiples campeonatos mundiales. Y luego está el hecho de que... no sé si estar en el mismo equipo sea lo mejor para nosotros. No quiero que esto se torne tenso... como lo fue con Max.

Lando se congeló al escuchar el nombre de Max salir de la boca de Checo. ¿Lo estaba comparando con Max? La frustración y el enojo comenzaron a hervir dentro de él.

-¿Me estás comparando con Max? -preguntó Lando con incredulidad, su voz temblando por la mezcla de emociones-. ¿En serio? No soy como él, Checo. No soy como él, y tú lo sabes. ¡Esto no es lo mismo!

-No es eso, Lando... -comenzó Checo, sintiéndose cada vez más atrapado en la conversación-. Pero sé lo que puede pasar cuando las cosas se complican entre compañeros. Ya lo viví antes, y no quiero que eso pase con nosotros.

Lando soltó una risa amarga, incrédulo por lo que estaba escuchando.

-Así que, en resumen, no confías en nosotros. ¿Es eso? ¿No crees que podamos manejar ser compañeros y pareja al mismo tiempo? -La voz de Lando se elevaba con cada palabra, mientras intentaba procesar lo que Checo le estaba diciendo.

Checo intentó calmar la situación, pero la conversación ya había tomado un rumbo peligroso.

-No es que no confíe en ti, Lando, es solo que...

-¡Es solo que tienes miedo! -interrumpió Lando, dejando que su frustración lo dominara-. Tienes miedo de que esto termine mal, como lo hizo con Max. Pero no soy él, Checo, y tú no eres la misma persona que eras en esa relación.

Ambos se quedaron en silencio, enfrentándose a sus propias emociones, y por un momento, ninguno de los dos supo qué decir. Lo que normalmente resolvían hablando y apoyándose mutuamente, esta vez parecía insuperable. Checo se sentía acorralado, mientras que Lando se veía profundamente herido.

Y como si no fuera suficiente, otro nombre empezó a circular en los rumores del paddock: Red Bull también quería renovar el contrato de Checo. Y para colmo, fue Max quien tuvo que ver en esta oferta. Eso fue la gota que colmó el vaso para Lando.

-¿Red Bull? -espetó Lando cuando se enteró de la noticia. Estaban en el paddock, después de una jornada de entrenamientos, cuando escuchó a algunos miembros del equipo hablar sobre la oferta-. ¿Y Max? ¡Max está detrás de esto! ¿Qué demonios está pasando, Checo?

-No es lo que piensas, Lando -respondió Checo, sintiéndose cada vez más acorralado por la situación-. Sí, Red Bull ha mostrado interés, pero no es por Max, ¡es por mi rendimiento!

-¡Claro! -Lando soltó una risa sin humor-. Por supuesto que no es por Max, pero es él quien está empujando para que te quedes en Red Bull. ¿Cómo no voy a pensar mal, Checo?

Checo se sentía atrapado entre las ofertas, las expectativas de Lando y la creciente intervención de Max. A pesar de que nunca había considerado quedarse en Red Bull por Max, ahora Lando estaba convencido de que su exnovio estaba interfiriendo en su relación de nuevo.

-¡Esto no tiene nada que ver con Max! -gritó Checo, exasperado-. ¡Estoy tomando una decisión de carrera, Lando! ¿Puedes dejar de verlo todo a través de esa perspectiva?

Pero Lando no lo veía de esa forma. Para él, la sombra de Max seguía ahí, y cada vez que pensaba en que Checo pudiera seguir en Red Bull, bajo la influencia de su exnovio, la situación se volvía insoportable.

Las tensiones siguieron aumentando, y ambos sabían que la pelea había llegado a un punto crítico. Estaban perdiendo el control, y lo que antes era una discusión entre dos personas que se amaban, se estaba convirtiendo en un enfrentamiento doloroso.

Fue entonces cuando decidieron que lo mejor sería distanciarse. No querían romper, eso jamás había pasado por sus mentes, pero ambos creían que un tiempo separados podría ayudarles a aclarar sus pensamientos. Sin embargo, el distanciamiento solo empeoró las cosas. Las noches eran largas y solitarias, y a pesar de estar separados, no podían dejar de pensar el uno en el otro.

Lando se refugió en Oscar, y aunque intentaba concentrarse en las carreras, su mente siempre volvía a Checo. Preguntaba por él a través de Oscar, buscando saber cómo estaba, cómo le iba en las prácticas. Incluso, de vez en cuando, dejaba discretamente su bebida favorita, un jugo de fresa con agua gasificada, en el motorhome de Red Bull, con la esperanza de que Checo lo notara.

Checo, por su parte, se apoyó en Carlos. Aunque intentaba mantenerse enfocado en sus decisiones de carrera, cada día se hacía más difícil estar lejos de Lando. A menudo, preguntaba a Carlos cómo estaba Lando, o revisaba las prácticas de McLaren para asegurarse de que su novio estaba rindiendo bien. Más de una vez, dejó una limonada de kiwi con mango, la bebida favorita de Lando, en el hospitality de McLaren, esperando que él lo viera como una señal.

Pero el dolor de la distancia se hacía insoportable para ambos.

Fue entonces cuando Oscar y Carlos, viendo que la situación no mejoraba, decidieron que ya era hora de intervenir.

-No puedo seguir viendo cómo se destrozan por esta pelea -dijo Oscar a Carlos una tarde, frustrado por la situación-. Tenemos que hacer algo.

Carlos asintió. -Tengo un plan. Es hora de reunirlos, quieran o no.

La tensión estaba a punto de estallar. Ninguno de los dos, ni Lando ni Checo, sabía lo que sus amigos estaban planeando. Pero la reconciliación estaba más cerca de lo que creían, aunque la herida aún seguía abierta.

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