Dejé el móvil sobre la mesita de noche, no quería saber nada de nadie. Esperaba que esos mensajes fueran de él, si lo fueran no querría leerlos, pero, si no lo fuera, sentiría gran decepción.
Me metí en la ducha y aunque lo intenté con todas mis fuerzas, acabé pensando y dándole vueltas a todo lo que había pasado, en el fondo, no podía juzgar su reacción, yo era muy joven y estúpida cuando ocurrió, estaba acostumbrada a que todos hicieran prejuicios sobre mí con ese y mil temas relacionados con mi vida. Al principio aquellos comentarios lograban desesperarme, desquiciarme, sobre todo porque las personas que los hacían eran las personas más cercanas a mí, las personas de cuya opinión realmente me importaba y que aun así y estando embarazada, lograron despedazarme en mil.
Cuando me liberé de mis pensamientos me di cuenta de que había perdido por completo la noción del tiempo. Podría llevar perfectamente de un minuto a media hora duchándome y no me había dado cuenta. Terminé rápido de enjuagarme y me apresuré a vestirme aun apenas seca.
Volví a ir hasta la cocina, mi padre aguardaba paciente mientras leía una de esas novelas que nadie más leería en la vida de lo aburridas que son. Lo del lejano oeste ya está muy despasado a mi opinión.
Ya me había colocado los cubiertos y el agua, el plato con la comida aún esperaba en el microondas y al verme mi padre se levantó para colocármelo.
—Gracias papá. — Comenté y empecé a engullir, lo cierto es que en todo el día solo había comido un par de tostadas y un trozo de tarta, por lo que estaba hambrienta.
El menú incluía pechuga de pollo con verduras al horno. No podía evitar pensar en lo deliciosas que debían de haber estado esas mini zanahorias nada más salir del horno.
Mi padre había acompañado el pollo con una salsa de queso azul que no sabía muy fuerte, pero que tenía lo suficiente para que le diera el toque perfecto.
Después de varias exclamaciones de gusto y de que mi padre me mirara con mala cara le susurré —Gracias papá, no imagino lo delicioso que hubo de estar cuando salió del horno. Deberías hacer esta comida más veces.
—No es muy complicado, hija, realmente he hecho poco más que hacer las pechugas y meterlo todo al horno, aunque parece que tus hermanos lo han disfrutado bastante también, sobre todo la parte del pollo y la salsa, las verduras... No tanto.
—Ya sabes cómo son mis hermanos con las verduras, están deliciosas.
—Tú eras igual hasta hace poco, solo que ahora tienes que dar ejemplo con tu hijo.
Al hablarme de él, de mi hijo, volví a recordar todo lo que había ocurrido con Kay, me sentí nuevamente algo angustiada al pensar que tenía mensajes esperando y que muy probablemente eran de él.
Pero aquello me hizo pensar también y sobre todo en mi hijo, se había ido la noche anterior, lo cierto es que lo extrañaba mucho más de lo que creía. Miré la hora, eran casi dos de la mañana, serían alrededor de las 8 en parís y conociendo a Alexander, ya estarían desayunando o incluso saliendo del hotel para continuar explorando el parque temático.
—Papá, ¿me dejas tu teléfono? Quiero llamar a Alexander y el mío está arriba.
Lo noté en su cara, le pareció raro desde un primer momento, yo siempre llevaba mi móvil encima.
—Claro. — Dijo mientras estiraba su brazo para dármelo.
Llamé directamente a Alexander y efectivamente un par de toques después una voz bastante grave me respondió.
—Hoola Alexander, soy Vi ¿qué hora es allí? ¿Está Prays despierto?
—Buenos días Vianne, son las ocho de la mañana, ¿qué hora es allí? Lamento decirte que aún duerme, ya sabes cómo es lo del jet lag. Hemos llegado muy cansados y preferiría que continúe durmiendo un poco más por ahora.
ESTÁS LEYENDO
Efímero.
RomanceVianne y Kay se conocen a través de amigos y se embarcan en una relación apasionada y perfecta. Su amor parece inquebrantable. Sin embargo, se ven obligados a enfrentarse a los diferentes desafíos que el mundo les pone en medio del siglo XXI. Secre...