Capítulo 11: Pruebas.

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Desperté al escuchar como alguien entraba en la habitación, una voz masculina que me hablaba con una dulzura peculiar a comparación de como las enfermeras que me habían estado despertando continuamente durante la noche para controlar mi fiebre que, no había bajado ni un poco y que a mí me comenzaba a agotar.

Kay revisaba el portapapeles en el que se encontraban los datos de mis temperaturas durante todas las horas de la noche, entre otras cosas.

—Buenos días, linda. Lamento despertarte tan temprano, pero debemos empezar a hacer pruebas cuanto antes hoy.

Cuando yo reaccioné un poco moviéndome para acomodarme y frotarme levemente los ojos Kay se sentó a mi lado, en la cama.

—¿Cómo te sientes? — Volvió a hablar.

—Ahora mismo, supongo que bien. Estoy bastante hambrienta, la comida de ayer... Fue horrible.

El chico rió ante mi comentario.

—Te entiendo, realmente sabe asquerosa. Con suerte en nuestro comedor sirven comida con un poco más de calidad, pero, hasta comprobar que no tiene nada que ver con algo de la comida tendrás que soportarlo.

—No sé si seré capaz, fue un reto total anoche.

—Confío en ti, eres fuerte. —El chico me mostró una sonrisa, sus palabras enternecían mi corazón.

En aquel momento no me sentía tan mal como solía sentirme, aun sabiendo que la fiebre no había bajado ni un poco. Sabía que quedaba poco para que me sintiera de nuevo horrible. No había tomado las pastillas que eran las que hacían que al menos durante un tiempo me sintiera un poco mejor.

El chico tomó una de mis manos.

—Vamos a descubrir que es lo que ocurre y vamos a tener nuestra cita de una vez. Pero aún tienes que mejorar.

—Kay. —Susurré. —¿Me darías un abrazo? Lo necesito.

Evité el contacto visual mientras decía aquello, en el fondo, me daba algo de vergüenza pedir algo así, me resultaba penoso.

Sin embargo, él no se cuestionó aquello ni un solo segundo. Se levantó y me rodeo con sus brazos. Me sentí durante unos segundos querida, segura en sus brazos y sobre todo, extremadamente cómoda. En particular por lo que ocurría con mi enfermedad, por la incertidumbre que sentía. Todo era un torbellino de emociones y en algún momento realmente me preguntaba qué pasaría si todo aquello fuera mucho más grave de lo que creía. Mientras que me abrazaba, todo eso salía de mi mente. Si por mi hubiera sido, me hubiera quedado dormida en sus brazos, le hubiera abrazado durante horas.

—Gracias, Kay, lo necesitaba más de lo que puedes llegar a creer. — Agarré su mano, quería su contacto físico.

Su pulgar acariciaba la palma de mi mano, estuvimos callados durante unos segundos hasta que escuchamos como alguien tocaba la puerta. Era mi padre. Qué vergüenza.

Vi como mi padre se alejaba un poco de la puerta mientras esperaba a que al menos nos apartáramos un poco.

Kay me miró a los ojos y me mostró nuevamente su sonrisa, levantándose segundos después para comportarse como un médico y no como algo más que mi amigo.

Mi padre entró minutos después mientras Kay revisaba bien el portapapeles.

—Señor Lsnowtter. — Dijo para saludarle.

—Buenos días. Hija. — Dijo aquello último como saludo, iba a seguir hablando cuando fue interrumpido por Kay.

—Por lo que veo, la fiebre no ha bajado en toda la noche, se ha mantenido más alta de lo que debería. Comenzaremos por algunas pruebas en las que se pide que por alguna razón que el paciente no haya comido previamente nada, como la de sangre, intentaremos hacer estas lo más rápido posible para que no pases tanto tiempo sin comer.

Efímero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora