De un momento para otro empecé a sentir unas ganas incontrolables de vomitar, su presencia me causaba nauseas.
La mujer me miraba con extrañeza, veía en sus ojos intenciones de preguntarme, probablemente solo por ver la bata hospitalaria que llevaba, y yo solo quería salir huyendo de allí.
Vi como cargaba en brazos al bebé de Margaret, las escuché hablar aun sin quererlo, están a pocos centímetros de mí.
—¿Y tu hermano? ¿Sabes cuándo podrá venir?
—No tengo ni idea, Adrik sigue de misión, sé que ha pedido volver antes por el nacimiento del bebé, pero aún no sabemos si le darán el permiso.
Adrik, el hermano pequeño de Leah trabaja en las fuerzas especiales. Leah me había hablado una infinidad de veces de él y de Margaret, pero nunca imaginé que Margaret fuera así, un total polo opuesto comparado con su marido.
Parecía que a Leah si le preocupaba más su sobrino de lo que le había preocupado en algún momento mi hijo. No aguantaba más en aquel lugar.
—Debo irme, me esperan en mi habitación. Ha sido un gusto Margaret.
Me levanté en el momento y me dirigí hasta mi habitación, no le había dejado ni siquiera un poco de tiempo a Margaret para despedirse y aunque en aquel momento se hubiera quedado extrañada, pronto descubriría quien era yo en realidad. La famosa expareja de Leah.
Al llegar a mi habitación las náuseas habían desaparecido, pero me habían inundado las ganas de llorar, tras cerrar la puerta de la habitación no había podido evitar que un par de lágrimas se escaparan de mis ojos, era la gota que colmaba el vaso, era lo único que faltaba para hacer de mis días y mi estancia en el hospital mucho más lamentable.
No iba a volver a comer fuera de la habitación, ya podía comerme la amargura que me negaba a volver a ver a Leah una vez más.
Mirarla a los ojos me traía de vuelta recuerdos y traumas en los que no quería pensar de nuevo ni un solo segundo y mucho menos en aquel momento y en aquella situación.
Estaba interesada en Kay y aunque era muy pronto para decir algo así, quería concentrarme en él.
Lo cierto es que había pasado varias horas hablando con la mujer, ya quedaba poco para que trajeran la cena de nuevo. Lo único que quería hacer era comer, dormirme y darme un buen baño. Hacía días que no me duchaba, extrañaba sentir el agua caliente recorrer por mi cuerpo, pero lo cierto es que me impuso el lugar, no quería hacerlo yo sola. Si mi padre venía probablemente le pediría que me ayudase, de otra forma, no lo haría.
Me distraje tanto en mis pensamientos que no vi a Kay llegar. Tocó mi puerta y tras ello entró. Ya no usaba su uniforme de trabajo; calzaba sus zapatillas blancas y usaba su ropa negra. La chupa de cuero que llevaba junto con su cabello despeinado y grandes ojeras le daban un toque de tío malote. Parecía uno de esos que te intimidaban hasta que los conocías realmente.
Cumplía en su totalidad con la descripción.
No fue hasta que me vio que dejó florecer su tan bonita sonrisa, aunque en el fondo parecía falsa. No estaba yo del humor para cosas del estilo.
—Por fin puedo verte, llevo esperando todo el día para esto. Eres mi momento de paz.
—Te he extrañado mucho, he estado todo el día sola. Al final estuve comiendo en el comedor con una chica a la que conocí.
—¿Sí? ¿Lo has pasado bien con ella?
—Bueno, ha sido un momento curioso, pero, la chica era muy maja.
Me interrumpió antes de que antes de que pudiera continuar hablando.
—¿Vinieron a revisarte eso que te dije?
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Efímero.
RomanceVianne y Kay se conocen a través de amigos y se embarcan en una relación apasionada y perfecta. Su amor parece inquebrantable. Sin embargo, se ven obligados a enfrentarse a los diferentes desafíos que el mundo les pone en medio del siglo XXI. Secre...