La guerra rugía a su alrededor. Explosiones, gritos y caos reinaban en el campo de batalla mientras los shinobi luchaban por sobrevivir. Kakashi jadeaba, cubierto de heridas, su cuerpo exhausto y sus músculos a punto de ceder. La tierra bajo sus pies temblaba con violencia, y su visión borrosa dificultaba distinguir entre los escombros y la destrucción que lo rodeaba. Sabía que necesitaba moverse, alejarse del acantilado que se extendía ante él, pero su cuerpo no respondía con la rapidez que requería la situación.
Cada paso era una lucha. Las fuerzas lo abandonaban, el cansancio y el dolor pesaban en cada fibra de su ser. Todo parecía moverse en cámara lenta, y cada explosión resonaba en sus oídos como un eco distante. Intentó enfocarse, pero todo lo que pudo ver fue la figura de una mujer corriendo hacia él a través del humo y los escombros. Su cabello rosado era inconfundible.
— ¡Kakashi! —gritó Sakura, su voz llena de terror.
Kakashi levantó la vista, sus ojos pesados enfocando con dificultad. La vio correr hacia él con una mezcla de desesperación y determinación en su rostro. Pero antes de que pudiera reaccionar, el suelo bajo sus pies cedió. En un instante, sintió cómo la tierra se desmoronaba y él caía al borde del acantilado. Su cuerpo pendía en el aire, a punto de desaparecer en la oscuridad del abismo.
— ¡No! —Sakura gritó con todas sus fuerzas, lanzándose hacia él en un intento desesperado por salvarlo.
Con una agilidad sorprendente, Sakura logró alcanzar su mano justo antes de que cayera completamente. Sus dedos se cerraron firmemente alrededor de los de Kakashi, aferrándose con toda la fuerza que podía reunir. El cuerpo de Kakashi colgaba ahora precariamente sobre el borde, su peso tirando de ella, y aunque intentaba mantenerse sujeto, la debilidad en sus brazos hacía que su agarre fuera cada vez más frágil.
— ¡No te sueltes! —le suplicó Sakura, sus ojos llenos de lágrimas mientras tiraba de él con todas sus fuerzas— ¡No lo hagas, Kakashi!
El cansancio en el rostro de Kakashi era evidente. Cada segundo que pasaba parecía acercarlo más al abismo. Sentía cómo sus dedos resbalaban, incapaces de mantener el agarre por mucho tiempo. Todo su cuerpo temblaba, agotado, y la tierra bajo los pies de Sakura también comenzaba a agrietarse.
— Lo siento... Sakura... —murmuró Kakashi con un susurro apenas audible.
El dolor en su pecho era profundo, no solo por las heridas físicas, sino por la impotencia de saber que no podría cumplir la promesa silenciosa que siempre le había hecho: estar a su lado, protegerla. Sus ojos se encontraron con los de ella, y lo que vio lo rompió. Sakura, con lágrimas rodando por sus mejillas, luchaba por mantenerlo allí, aferrada a una esperanza que ya él sabía perdida.
Sakura sentía que el peso del mundo estaba sobre sus hombros. Su cuerpo temblaba de agotamiento, sus músculos quemaban por el esfuerzo. Sabía que Kakashi estaba al borde de soltar, y el miedo la consumía. No podía perderlo. No de esa manera. No ahora.
— ¡Kakashi, por favor! —gritó, su voz rota, mientras seguía tirando de él.
Pero la realidad era implacable. Kakashi, con un último suspiro de resignación, soltó su agarre. Sus dedos se deslizaron de los de Sakura, y ella solo pudo ver cómo caía. Todo su mundo se detuvo en ese instante.
— ¡No! —Sakura gritó en agonía mientras Kakashi desaparecía en la oscuridad del abismo.
Fue en ese momento cuando Naruto y Sasuke llegaron corriendo, sus rostros pálidos al ver lo que estaba ocurriendo. Sin dudarlo, Naruto invocó el poder de Kurama. Una garra de chakra gigante se extendió en el aire, descendiendo velozmente para atrapar a Kakashi antes de que tocara el fondo.