La iglesia estaba decorada de manera impecable, con las flores y los arreglos elegidos meticulosamente para el que debía ser uno de los días más importantes de la vida de Sakura. El ambiente era solemne, y la mayoría de los presentes miraban con atención al altar, donde Sakura, en su elegante vestido blanco, permanecía al lado de Sasuke, su futuro esposo. Sin embargo, dentro de ella, había una agitación que no podía ignorar. A medida que las palabras del sacerdote resonaban en la iglesia, todo se sentía más pesado, como si algo estuviera fuera de lugar.
—Si alguien tiene una razón para oponerse a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre —anunció el sacerdote, su voz fuerte pero serena.
Un silencio cargado de tensión siguió a esa declaración. Nadie se movía, pero antes de que el sacerdote continuara, una voz profunda y firme rompió el ambiente estático.
—Yo me opongo.
Sakura giró la cabeza inmediatamente hacia la entrada de la iglesia, al igual que todos los invitados. Y allí, de pie bajo el marco de la puerta, estaba Kakashi, con su rostro descubierto, algo que pocos tenían el privilegio de ver. Su mirada, firme y llena de emociones, estaba completamente fija en ella.
El corazón de Sakura se detuvo. No podía creer lo que veía. Kakashi, el hombre que había estado a su lado en los momentos más oscuros y felices, ahora interrumpía su boda.
—¿Qué estás haciendo? —murmuró Sasuke, sin siquiera mirarlo, con la mandíbula tensa.
Pero Kakashi no le dirigió la palabra a él. Solo tenía ojos para Sakura.
—No puedo quedarme en silencio. Sakura... no puedes casarte con Sasuke. No cuando lo que sientes por mí sigue ahí. No cuando lo que hemos vivido juntos ha sido real, y lo sabes. Esto no es lo que quieres —dijo Kakashi, avanzando unos pasos hacia el altar, su tono lleno de una verdad que hacía eco en todo el lugar.
Sakura sintió que su pecho se cerraba y que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. El sonido de su respiración era lo único que escuchaba, mientras las palabras de Kakashi la atravesaban.
—Tú y yo... hemos pasado por tanto juntos —continuó Kakashi, su voz suavizándose mientras se acercaba más—. ¿Recuerdas esas noches en las que me buscabas para hablar después de tus turnos en el hospital? Las veces que nos sentábamos en el tejado del edificio Hokage, en silencio, simplemente disfrutando de la compañía del otro. No había necesidad de palabras. Todo lo que sentíamos estaba ahí, en el aire. Me dijiste que te hacía sentir tranquila, que podías ser tú misma cuando estabas conmigo.
Los murmullos de los invitados comenzaron a elevarse, pero Kakashi no parecía escuchar nada más que su propio corazón y el de Sakura. Se acercó un poco más, dejando espacio entre Sasuke y Sakura, como si ambos estuvieran a punto de ser separados por una verdad innegable.
—Sakura, sabes lo que significas para mí. Lo que hemos hecho... lo que hemos vivido. ¿Recuerdas las veces que nos escapábamos para entrenar juntos, no porque lo necesitáramos, sino porque queríamos estar solos, lejos de todo? —Kakashi sonrió con nostalgia—. Las tardes en las que compartíamos ramen, como si fuera un simple acto cotidiano, pero sabíamos que era más que eso. O las veces en que te dejaba pequeñas flores en tu escritorio y te veía sonreír, sin saber que yo estaba allí observándote.
Sakura tragó saliva. Los recuerdos que Kakashi mencionaba la golpeaban con fuerza. Recordaba todo con claridad, desde los pequeños momentos hasta los más profundos. Las conversaciones furtivas, las risas a escondidas, el tiempo compartido en silencio, todo lo que nunca se había atrevido a reconocer.
—Kakashi, no... —intentó decir, pero su voz se quebró.
—Sé que intentas convencerte de que Sasuke es tu futuro —dijo él, suavemente, pero con firmeza—. Pero lo que sentimos el uno por el otro es real, Sakura. Lo que hemos hecho juntos, lo que hemos vivido, no es algo que puedas ignorar. ¿Recuerdas la primera vez que me besaste? Fue en esa misión en la frontera, cuando pensabas que no regresaríamos. Y yo también lo sentía. No me atreví a decirte lo que sentía en ese momento, pero ese beso cambió todo.