𝗩𝗔𝗟𝗘𝗥𝗜𝗔 (𝟭𝟮)

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Desde que Sasha se retiró del equipo de Talía, fue como una revelación para mi. Pero en el mal sentido.

Solía llegar temprano a la pista de hielo a entrenar, y a veces escuchaba a Talía hablar con Dmitri sobre el arma maestra qué perdió. Y que ninguna de sus otras alumnas tenía el mismo valor que ella.

"La chica que podía hacer un salto cuádruple."

Eso borró mi sonrisa durante varios días. Me sentía mal de no ser suficiente para mi entrenadora favorita. No importaba lo temprano que llegara, lo mucho que entrenara, lo alto que saltara o la cantidad de peso que bajara.

Talía nunca volteó a verme.

Su atención estaba en su campeona olímpica, Alyona, y en su hija Marina. El resto de chicas éramos las rezagadas, pero eso tampoco significaba que éramos amigas.

Mi primera competencia empezó antes de tiempo, y fue con mis propias compañeras de equipo. Y en lugar de pelear por un oro, peleabamos por la atención de Talía. La única con la que yo solía hablar en ocasiones era Karina.

Aunque ella a veces no tenía intenciones de ser amable conmigo, era la única del equipo que no le importaba pisotearme con tal de tener la atención de Talia.

O al menos era la única que no lo demostraba, en caso de equivocarme.

Y como si no pudiera ser peor, días después se apareció una nueva chica de nuestra edad a los entrenamientos. Talía la presentó como su nuevo prodigio en el patinaje, y sin pelos en la lengua, dijo que sería la patinadora qué aplastaría a Alexandra en todas las competencias.

—¿El reemplazo de Sasha? —Dudé en un murmullo. —¿Tan pronto?

—¿Dudas de las capacidades de Talía? —Me respondió Karina.

La verdad es que no, pero al mismo tiempo me sorprendía. El inicio de la temporada estaba a la vuelta de la esquina, y en lugar de entrenar a las chicas que ya tenía bajo su tutela... ¿Buscó a otra para vencer a Sasha?

Eso no era lo malo, lo poco que vi a la nueva pude notar que nos miraba como chusma, como si fuéramos inferiores a ella. Entre todas le dimos la bienvenida, pero ella se negó a correspondernos.

—Le tiene poca fe a Marina para vencer a Sasha, así que buscó a otra patinadora. —Añadió Karina, dándome la razón.

—Parece ser un poco grosera... —Dije refiriéndome a la nueva.

—Es normal en ella. —Murmuró Karina, disgustada.

—¿La conoces, Kari?

—De la escuela de Ballet. Su nombre es Anastasia Zakharova. Se cree perfecta. Con sus padres perfectos, su casa perfecta, su hermano perfecto y demás cosas perfectas. —Comentó ella, despectivamente. —Y aún así, le gané en la competencia de ballet el año pasado.

—¡Bien chicas, el fin de semana serán los open skates! —Nos informó Talía. —Pero la corporación de patinaje me adelantó sus asignaciones para la Grand Prix.

A diferencia de las competencias para los senior, las junior constaban de siete competencias que se harían alrededor del mundo. Y quién acumulara más victorias en dichas competencias, pasaría a la final.

Honestamente, yo no tendría problema en esperar al fin de semana para enterarme de mis asignaciones, solo quería saber donde patinaría Sasha para verla de nuevo. Si es que en dado caso no llegaba a la final, lo que creía posible.

No tuve de otra, Talía dijo que yo competiría en la ciudad de Linz (Austria) y en Ostrava (República Checa). Por desgracia, supe que competiría contra Marina en Linz, y eso me puso nerviosa.

Afortunadamente, no competiré contra la nueva o contra Karina, quien no tuvo la misma suerte. Las dos se enfrentarían en Vancouver (Canadá) por un puesto para la final.

Luego de eso empezamos nuestro entrenamiento habitual. Me agradaban mis programas: el libre era con música de Romeo y Julieta, y el programa corto tenía por título el ángel caído.

No son programas de mi estilo, pero Zack me halagaba por la forma en que los interpretaba y Dmitri elogiaba mi técnica

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No son programas de mi estilo, pero Zack me halagaba por la forma en que los interpretaba y Dmitri elogiaba mi técnica. Supongo que me tenía que conformar con eso.

Durante todo el entrenamiento, Talía centró su completa atención en Anastasia, algunas veces se desviaba a su hija, pero su principal punto de atención era la nueva. Y todo tenía pinta de que la estaban preparando para hacer un salto cuádruple.

Eso me enfureció.

¿Por qué no podía darme esas lecciones a mi?

Estaba segura de que si yo me lo proponía, podía saltar un cuádruple o un triple axel. Saltos qué me traerían ventaja.

Si tan solo mi madre me hubiera permitido intentar un triple axel cuando era pequeña llamaría la atención de Talía, pero ella se puso paranoica al escuchar que eso me traería muchísimas lesiones.

Pero ahí estaba, siendo invisible e insignificante como una patinadora del montón.

Viendo cómo otra se llevaba la atención que debía ser mía.

—Estás nerviosa.

Cuando terminó el entrenamiento en la noche, Karina se acercó a mi en los vestuarios mientras me quitaba las botas. Yo de inmediato lo negué.

—Claro que no.

—No era pregunta. —Dijo, con su semblante frívolo. —No te preocupes por Anastasia, ni siquiera te enfrentarás a ella.

—De igual manera, será mi primera competencia a nivel internacional. No quiero decepcionar a Talía, a mis padres y tampoco a mi hermano. —Okey, tal vez y esa respuesta si hiciera notar un poco mis nervios. —Solo espero poder quedar en un buen lugar…

En eso escuchamos una repentina risa burlona entrar a los vestuarios. Karina y yo volteamos a ver extrañadas a la dueña de la risa.

—¿Qué es tan gracioso para ti, Marina? —Preguntó Karina, a la defensiva.

—Lo lamento chicas, pero no se ilusionen. —Expresó con una sonrisa burlona. —Este patrón es típico en mi madre, si estuvo entrenando más tiempo con Anastasia, es obvio que no espera a que ustedes ganen. 

—Curioso que digas eso, considerando que también te presta atención a ti.

—Porque es necia. Cada día que entreno aquí solo me disgusta más este deporte, y no me escucha sin importar cuantas veces se lo diga. —Reprochó Marina, cruzada de brazos. —Si debo perder delante de millones de personas para demostrarle que esto no es lo mio, entonces lo haré.

Karina y yo nos miramos desconcertadas.

—Vaya... estupidez. —Añadió Karina.

Por primera vez estuve de acuerdo con ella. No tenía sentido aparentar qué le gustaba un deporte cuando no era así. Pero eso era buena noticia para mi, podía quitarme a Marina como una posible rival.

—Pues a mi no me importa. —Afirmó, convencida. —Daré lo mejor de mí en todas las competencias y nada me desanimará. 

—Pff... Suerte. —Dijo Marina indiferente, retirándose de los vestidores.

Apenas se fue, di un largo suspiro y me senté en el banco de los vestidores.

Dije aquellas palabras para convencer a Marina, pero faltaba convencerme a mi misma de que podría ganar.

𝐋𝐀 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora