𝐋𝐀 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎

𝗔𝗟𝗘𝗫𝗔𝗡𝗗𝗥𝗔 (𝟭𝟬)

❄️. 𝕋𝕀𝕋𝔸ℕ𝕀𝕌𝕄

—Entonces… —Ludmila se dignó a repasar la situación. —Alexandra Ivanova fue expulsada del equipo de Talía Toradze y ahora se muda con usted. —Asentimos. —Con gusto puedo hacer el cambio, pero hay dos problemas.

—¿Cuáles? —Anna arrugó el ceño.

—Alexandra, como fuiste expulsada del pabellón de Toradze, y Anna tiene muchos alumnos, me temo que no tendrás donde hospedarte...

Eso me desilusionó, Anna ya me había advertido de ese problema y era el más complicado de resolver, pues no tenía un lugar donde dormir.

Daría lo que fuera por volver a compartir habitación con Karina en ese momento, extrañaría verla abrazar a su oso de peluche o bailar ballet en la habitación mientras pensaba que dormía.

Estoy segura de que ella también me extrañaba, aunque diga lo contrario. Pero no podía mostrarme delante de Talía.

—Se quedará conmigo. —Habló Anna.

Ludmila y yo la miramos asombradas, no esperábamos esa respuesta. Ya me veía durmiendo en una caja de cartón bajo un puente.

—¿Está segura? —Pregunté. No quería causarle incomodidades.

—Claro, no tengo problema. —Evadió. —¿Cuál sería el segundo problema?

—Bueno, como Alexandra se integró en su equipo a una semana de iniciar la temporada, tiene dos opciones: no competir esta temporada por falta de tiempo, o la dos, arriesgarse y que sea lo que Dios quiera. —Ludmila suspiró mientras se cruzaba de brazos y volteaba a verme de manera fulminante. —Niña, te metiste con Ana Dianova, es obvio que elegirán la dos.

Las tres nos pusimos a reír. Al parecer Anna tenía la reputación de poseer un temperamento fiero.

—Tienes razón, pero eso depende de Alexandra. —Comentó Anna, esperando una respuesta de mi parte.

—¡El que no arriesga, no gana! —Exclamé.

—¡Pues está hecho! Alexandra Ivanova, oficialmente eres una chica Dianova, te deseo suerte. Ya pueden irse, es la hora de irme. —Ludmila terminó de firmar los papeles y se los lanzó a Anna, agotada. Comencé a reírme con mi nueva entrenadora. —Lo digo en serio, tengo hambre.

—Adiós Mila, y muchas gracias. —Ana y yo nos despedimos de la administradora.

Al salir de la oficina pude entender su cansancio, era demasiado tarde y el sueño comenzaba a hacerme factura a mi también. A diferencia de los alumnos, los entrenadores vivían en sus propias casas, por lo que, sin exagerar, la primera vez que me subí a un auto fue esa.

El único medio de transporte al que me he subido es el bus y el metro, por lo que me sorprendí de lo cómodo y lo pequeño que era un auto. Tenía sistema de calefacción y un reproductor de música, algo realmente innovador.

En auto, la casa de Ana quedaba cerca, pero a pie si mantenía su distancia. Al ver la casa me sorprendí de lo bonita que era, incluso comencé a sentirme avergonzada.

Me sentía una intrusa.

—Ven, pasa.

Anna me animó a seguirla al interior de su casa. La cual lucía mejor por dentro que por fuera.

—Es muy bonita... —Miré todo con fascinación. —El suelo es tan limpio, no quiero ensuciarlo.

—Vamos, prefiero comprar un desinfectante para el puso que un tratamiento para la hipotermia. —Bromeó la rubia.