𝗔𝗟𝗘𝗫𝗔𝗡𝗗𝗥𝗔 (𝟭)

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❄️. 𝕆ℝ𝔽𝔸ℕ𝔸𝕋𝕆

Imagina un edificio antiguo, con paredes de ladrillo y techos altos, dignos de la extinta era soviética. A pesar de eso, el orfanato era bastante estructurado. Como cada mañana, a las 6:00 sonaban las campanas de la capilla y las hermanas llegaban a despertarnos.

—¡Niñas, despierten! —Exclamaba la hermana Helena, mientras le quitaba las sábanas a cada niña en su litera. —¡Despierta Alexandra!

Traté de ignorarla y seguir durmiendo un rato más, pero era obvio que se refería a mí en el momento que me arrebató las sábanas y me expuso al frío de la mañana.

—Ya voy... —Dije de mala gana, para luego levantarme junto a las otras niñas a lavarme y cepillarme los dientes.

Esperen, ¿No me presenté? Lo siento mucho.

Yo soy Alexandra, pero mis amigos me dicen Sasha. En realidad, casi nunca me dicen así, ya que no tengo amigos. Tengo catorce años y vivo en un orfanato ubicado en Moscú desde que era una bebé.

No sé quiénes son mis padres…o bueno, podría decir que conozco únicamente a mi madre. Su nombre es Sofya, y me preguntarán cómo lo sé, pues ella me manda cartas todos los viernes a las 5:00PM.

A través de esas cartas descubrí que se llamaba así, también dice que a pesar de no conocer su rostro, siempre me cuida y jamás me olvida.

—¡Hey, Alexandra! —Me llamó una de las chicas durante la hora del desayuno. —¿Quieres una galleta?

—No gracias, Irina. —Rechacé, mirando mal aquella galleta.

—¡Ugh! ¿Ves que trato de ser amable contigo? Después lloras por no tener amigos. —Dijo Irina, mientras reía con su grupo de amigas.

Burlándose de mí.

Honestamente, si me preguntas la razón por la que no tengo amigos, no sabría decirla con certeza.

Mi teoría es que me envidian por ser bonita. Tengo un rostro fino, cuerpo en forma, y lo que captura todas las miradas: mi largo cabello.

Adoro mi cabello, soy como Rapunzel, además de tener algunos mechones rubios que contrastaban con el marrón, lo tengo tan largo que me llega por debajo de los glúteos.

Adoro mi cabello, soy como Rapunzel, además de tener algunos mechones rubios que contrastaban con el marrón, lo tengo tan largo que me llega por debajo de los glúteos

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No me considero creída ni nada, pero esa es la única explicación que encuentro para hacerme bullying. Siempre lo han hecho, desde primaria, sobretodo Irina y su grupo.

Por eso rechazo toda muestra de "amabilidad" por parte de ella, no quiero saber qué tenía esa galleta. Veneno quizás.

Y gracias a ella, tenía una mala fama con todas las niñas del orfanato, quienes preferían lamerle las botas antes de ser mis amigas.

En resumen, estaba sola. Solo con las cartas de una madre misteriosa y un sueño.

¿Cuál es mi sueño?

Ser patinadora sobre hielo.

En las horas libres, suelo escaparme a una pista de patinaje cerca de la escuela. El día que cumplí ocho, mi madre me mandó mi carta junto a unos patines, y desde ahí mi vida cambió.

Y eso es todo lo que tengo que contar sobre mí. Supongo.

Al terminar de desayunar, fuimos enviadas a la escuela. La verdad no presté mucha atención a la clase, debido a que hoy era viernes y tenía la cabeza en otro lado.

Cuando sonó la campana para el descanso me retiré del salón, me fije en el horario y marcaba que la siguiente hora sería matemáticas. Es una materia que odio, por lo cual pensé en escaparme temprano a la pista de patinaje.

—¡Oye, Alexandra! —Escuché que me llamó un chico.

¿Desde cuándo dejé de ser invisible?
¿Por qué ahora me llaman tanto?

—¿Qué pasa? —Pregunté, sin cruzar miradas con el grupo de chicos.

—En la tarde iremos a comer pizza, ¿Te gustaría venir?

—No puedo, estoy ocupada. —Evadí, mientras me di la vuelta para irme.

—¿Qué clase de planes tiene una huérfana como tú? —Preguntó el mismo chico, burlón. —¡Ya sé! Comer ratas y contar los piojos de su cabeza.

Lo último que escuché fueron las carcajadas de los chicos. Yo solamente trague seco y seguí mi camino. Esperé que fuese la hora de volver a clases para escapar sin que nadie me viera. Salí por una salida secreta de la escuela y fui directo a la pista.

Cuando llegué me dirigí a mi taquilla, también conseguida gracias a mi madre. Guardaba todas mis cosas de valor ahí y no en uno de los cajones del orfanato, donde las manos eran muy fisgonas.

Dentro de la taquilla tenía mis patines, una que otra vendita y pomada para el dolor causado por caídas, ligas para el cabello y las cartas de mamá.

Hoy tenía que recibir otra carta de ella, eso me emocionaba mucho.

Siempre guardaba mi ropa en la mochila, por lo que me cambié a una ropa más cómoda, me puse mis patines y entre en la pista.

Mi único hogar, uno donde me habían adoptado finalmente.

Pasaron las horas y yo seguía en la pista haciendo coreografías, sobretodo practicando mis saltos, hasta que se hicieron las 6:00PM, la hora límite para volver al orfanato. En contra de mi voluntad, me tuve que quitar los patines y guardarlos en la taquilla.

Al llegar ví que tenía una carta pegada.

—¡Carta de mamá!

Corrí a abrirla, y me emocioné aún más al ver que era una carta más extensa que las demás. Decía;

"Mi querida Alexandra, sigue mejorando ese hermoso cuádruple toe loop. Me recuerdas tanto a cuando patinaba a tu edad, queriendo romper las barreras y hacer lo imposible.

Me encantaría acercarme a ti y abrazarte, es una lástima no poder hacerlo. Pero hay una forma de vernos y que podamos estar cerca una de la otra, hija mía.

Mañana en el mediodía debes ir a esta dirección, lleva tus patines y demuestra tu talento con todas las ganas del mundo, muero por verte de cerca mi niña.

Con amor, tu madre."

Abajo decía la dirección. No tuve que pensarlo ni una vez, ¡Claro que iré! Muero de ganas por ver a mi madre.

Guardé los patines y la carta, ya mañana vendría por ellos después de almorzar. Una suerte que sea fin de semana y no deba ir a la escuela. 

Estoy nerviosa, mi madre no dijo a dónde iría, solo sé que patinare y tengo que dar lo mejor de mí. Debo superar los nervios, haré lo que sea con tal de ver a mi madre orgullosa de mí.

Y tal vez, así me quiera junto a ella.

𝐋𝐀 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora