❄️. 𝕍𝔸ℕℂ𝕆𝕌𝕍𝔼ℝ
Quería tirarme de un quinto piso.
En términos generales, no me gustaban las personas. No me gustaba socializar, era muy reservada y amante de la soledad.
Sin embargo, podía ser bastante tolerante...
¡Pero si volvía a escuchar una estúpida marca de lujo como Gucci o Chanel nuevamente de la irritante voz chillona de Anastasia, juro que voy a...!
—Que bien, Valeria ganó en Linz. —Habló Zack, nuestro coreografo, distrayendo mis pensamientos.
—¿De verdad? —Comenté, sorprendida. —¿Y Marina? Imagino que obtuvo la plata...
—Quedó de cuarta. —Contestó él, sorprendiéndome todavía más. —Talía quiere que cuando lleguemos a Moscú le haga un nuevo programa libre, uno más competitivo.
Claro, Talía no enfrentaría a su hija contra Sasha con un "programa perdedor".
Tal vez Alexandra había ganado la medalla de plata en Zagreb, pero en las redes sociales todos hablaban de ella y de su intento de un cuádruple lutz.
Eso la hacía una competidora peligrosa para sus rivales.
—¿Tendrían que hacerle uno a Elizaveta también, no? —Añadí con ironía.
Zack rió levemente.
Lo decía porque, si mal no recordaba, Elizaveta quedó de octava en Zagreb.
Y si el problema era el programa y no la patinadora, ¿La kazaja no tendría derecho de exigir otro programa también?
—Talía solo se toma esas molestias con su hija. —Dijo Zack, derrotado. —Tú lo sabes, yo lo sé, todos lo sabemos.
Él y yo conversamos todo eso durante nuestro traslado a la competencia en Vancouver, Canadá. Era la primera vez que salía de mi país natal, pero no estaba tan nerviosa como esperaba.
Y eso que dejé a mi oso de peluche Brown en la academia. No quería exponerlo a una amenaza llamada Anastasia Zakharova, quien desde el aeropuerto de Moscú se tomaba selfies en todas partes y presumía hasta sus tangas Gucci.
Lo aceptaría si ella le tomará fotos al paisaje o a cosas aleatorias... ¿Pero qué tenía de bonita su cara?
No había cambiado en nada desde que la conocí en la escuela de ballet.
Lo peor era cuando se ponía a hablar con sus padres por videollamada, escuchaba como ellos le prometían más ropas de marca, viajes a París o el último IPhone si clasificaba a la final de la Grand Prix.
Definitivamente, Dios premiaba a las personas que no lo necesitaban.
Si yo tuviera ese dinero ni siquiera lo malgastaría en esas cosas innecesarias, lo usaría para avanzar en mi carrera deportiva. Como comprar mejores botas, acceder a competencias más rentables o darle una mejor vida a mi abuela...
Se preguntarán, ¿Y acaso tu padre no trabaja en la Nasa Rusa?
Pues a veces su manutención daban ganas de llorar.
Casi y no pude costear mis vestuarios debido a todas las excusas que me dio ese hombre argumentando que no tenía dinero, que primero debía atender los gastos escolares de mis medios-hermanos, etcétera...
¿Un hombre que trabajaba en la NASA rusa sin dinero? ¡Por favor!
También se preguntaran, ¿Dónde está mi mamá?
Pues esa misma pregunta me la hago yo desde los 3 años...
—Karina, patinarás tu primero. —Me informó Zack, mientras veía el cronograma. —Anastasia irá de última.
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𝐋𝐀 𝐑𝐄𝐈𝐍𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐇𝐈𝐄𝐋𝐎
Ficção AdolescenteEn el competitivo mundo del patinaje artístico, nuestra protagonista es una talentosa joven que sueña convertirse en campeona olímpica. Desde pequeña, ha dedicado su vida al hielo, donde se siente más viva que nunca. Sin embargo, no tener el apoyo...