Capítulo 42

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-¡¿Qué?!- Prácticamente grita, abriendo mucho los ojos.

-Pues eso...

-¿Qué?- Repite, aún procesando lo que le acabo de comunicar.

-Sólo quería informarte- Explico. -Ya podemos volver abajo con todos, si quieres.

No responde, sólo se queda mirándome fijamente, aún con los ojos como platos. Abre la boca para decir algo, pero de inmediato se arrepiente y la cierra. Se mantiene así durante unos 30 segundos, sumiendo la estancia en un completo silencio. Creo que he tardado tanto tiempo en sentirme lista que ahora que ha llegado el momento no se lo cree.

-Bueno, vamos a salir- Decido yo por los dos.

Camino hacia la puerta para que me siga, pero de repente me coge de la mano y me atrae hacia él de nuevo.

-No vamos a volver abajo- Afirma con voz grave.

-¿Ah, no? Por tu reacción pensaba que...

-Voy a follarte aquí y ahora- Afirma con rotundidad, causándome un cosquilleo placentero en la entrepierna.

Esta vez soy yo la que se queda sin habla debido a la incredulidad, pero Alexander no pierde el tiempo. Me empuja con la suficiente fuerza para que caiga sobre la cama con suavidad, aunque realmente hubiese dado igual si hubiera usado más fuerza, porque el colchón está muy mullido. Bastante más que el de mi cama, lo cual demuestra a la perfección cuáles son las prioridades del marqués.

Alexander se posiciona justo encima de mí, quedando nuestros rostros a la misma altura. Comienza a besarme con ganas, muchas ganas, porque no habíamos podido besarnos desde que llegamos aquí. Ha llegado un punto en el que necesito sus besos todos los días, idealmente varias veces al día.

Separa sus labios levemente para descenderlos hasta mi cuello, dejando besos húmedos por toda la superficie. Arqueo la espalda ante el contacto, porque es algo que me encanta desde la primera vez que lo hizo. No sé qué es lo que tiene, pero es extremadamente excitante y mi entrepierna lo nota.

Baja por la clavícula hasta llegar al escote, paseando su boca tentadora por el inicio, justo la parte inmediatamente anterior a la que ya cubre mi vestido. Llegados a este punto mi respiración se ha vuelto muy fuerte y rápida, pero se dispara cuando coge con las manos la tela y la baja por completo en un movimiento sorpresivo, liberando mis pechos.

Suelto un pequeño grito debido a la sorpresa, y Alexander se ríe. La vergüenza hace acto de presencia en este momento, enrojeciendo notablemente mis mejillas, porque nunca nadie había visto mis tetas. Es más, supongo que no me ven desnuda desde que era una niña bastante pequeña y tenían que bañarme, y es algo que hago sola desde los 5 años.

Sabía que Alexander iba a verme completamente desnuda cuando llegase el momento de tener relaciones, y quizás también es por ese motivo por el que lo he retrasado tanto. Siempre he sido muy celosa de mi intimidad, y sabía que me iba a costar mucho permitir que un hombre me viese sin ropa. Porque eso significaría exponerme por completo y mostrarme completamente vulnerable, exactamente como lo estoy haciendo ahora.

Controlo el instinto de cubrirme con las manos, pero desvío la mirada para no captar su reacción. Temo la expresión que aparezca en su rostro, pues puede ser que no le guste lo que ve. Quizás encuentre alguna imperfección o no le guste la forma o yo qué sé. No estoy en su mente, y no sé cómo tendrían que ser mis tetas para que le encantaran. Ya las había tocado antes, pero no las había visto como tal.

-Es impresionante cómo todo lo tuyo supera lo que había imaginado- Comenta con deseo, agarrando mis pechos con sus manos. -Por primera vez, la realidad es mejor que la fantasía.

El linaje maldito (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora