Capitulo dieciséis.

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Por la mañana.

–Ugh–

Yuri ríe ligeramente.

–Hmm–

Yeona se une a la risita.

–Aahg–

–Señora solo díganos que sucede–, Yeona me dice.

Me eh estado quejando toda la mañana.

Namjoon no se detuvo hasta que vió la luz del sol.

Ese maldito...

–Ugh–

Yuri ríe, –Vamos señora, debe darse un baño y debemos cambiar las sábanas–

Lo sé, también quiero levantarme, pero no siento las piernas. La mitad inferior de mi cuerpo está entumecido y dormido.

–Ni siquiera puedo moverme–, me quejo.

La puerta de la habitación es abierta. Namjoon entra tranquilamente con una bandeja de comida.

–Ya estás despierta–, dice como si nada.

–Su majestad, la señora tiene problemas para levantarse, si podría ayudarnos...

Yeona le dice. Miro a Yeona con cierta molestia, pues no quería que supiera eso, me muero de vergüenza.

Namjoon deja la bandeja en la mesita, después se acerca a mí. Sonríe ligeramente y con cuidado pasa sus brazos detrás de mi espalda y piernas.

Me levanta sin esfuerzo, llevándome a la mesita donde dejó la comida.

No solo eso, se sentó conmigo en sus brazos, por lo que quedé en su regazo.

–¿Estás molesta?–, me pregunta mientras peina mi cabello hacia atrás.

Lo miro de mala manera. Sabe que estoy molesta.

Ríe. Otra vez la sonrisa.

Mi pecho retumba por los latidos.

¡Aaaaah, ¿Qué me pasa?!

Decido dejar de verlo y extiendo mi brazo hacia la comida, picando algo de fruta para comer.

–Prepara la tina para ella, yo la ayudaré a lavarse–, Namjoon le dice a Yeona.

Ella asiente y se va al baño. Mientras tanto, Yuri quita las sábanas y las cambia por unas limpias.

Que vergüenza, cualquiera que vea eso sabrá lo que pasó.

Suspiro.

Siento un dedo en mis labios, así que volteo en su dirección.

–No hagas pucheros, puedes dormir todo el día, no hay nada importante que hacer aún–

Haciendole caso a mi impulso, le muerdo el dedo, por lo que Namjoon lo aleja rápido como reflejo.

Se mira el dedo y después a mí, sin creer que acabo de hacer eso.

Vuelvo a mi fruta, comiendo tranquilamente.

Escucho su risa tranquila.

¿A caso le parezco divertida?, yo me estoy muriendo de cansancio por su culpa.

–Ah, ¿Qué pasó con el eunuco?–, le pregunto al recordar eso.

–Se fué a mitad de la noche, la nodriza se quedó hasta que él se fué–

Asiento en entendimiento.

Y después dejo caer mi cabeza con vergüenza. Ellos escucharon todo, malditas costumbres imperiales.

𝑽𝒊𝒗𝒊𝒓𝒆 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒆𝒍 𝒇𝒊𝒏𝒂𝒍 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒉𝒊𝒔𝒕𝒐𝒓𝒊𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora