MI JEFA (BILLIE Y TU) GIP

EPILOGO

El avión aterrizó en Los Ángeles al anochecer, y mientras veía las luces de la ciudad desde la ventanilla, no podía evitar preguntarme si había tomado la decisión correcta. Había dejado Chicago atrás, con sus inviernos fríos y los recuerdos de mis padres, para empezar de nuevo en un lugar que no conocía. Después de enviar tantos currículos y recibir tantas negativas, aquel correo que envié a Industrias O'Connell parecía mi última oportunidad. Contra todo pronóstico, me aceptaron, y aquí estaba ahora, a punto de comenzar una nueva vida.

Mi tía había insistido en llevarme al aeropuerto y despedirme con una sonrisa, aunque ambas sabíamos que le costaba dejarme ir. Había sido como una madre para mí desde que mis padres fallecieron, y aunque me dolía dejarla, también sabía que no podía seguir dependiendo de ella para siempre. Esta era mi oportunidad de demostrarme que podía ser independiente, que podía valerme por mí misma.

El apartamento que conseguí en Los Ángeles era pequeño y modesto, pero eso no me importaba. Era mi propio espacio, un lugar donde podía empezar de cero. Esa primera noche, apenas pude dormir por los nervios. Pensar en mi primer día en Industrias O'Connell me hacía sentir una mezcla de emoción y pavor. ¿Y si no estaba a la altura? ¿Y si decepcionaba a todos, especialmente a la Señorita Eilish?

El primer día de trabajo, me paré frente al imponente edificio de Industrias O'Connell con las manos temblorosas. Respiré hondo, intentando calmarme. Había escuchado mucho sobre la Señorita Eilish; una jefa joven, talentosa y exigente. En el fondo, temía no estar a la altura de sus expectativas.

Cuando la recepcionista me guió hasta la oficina de la Señorita Eilish, mi corazón latía con fuerza. Al abrir la puerta, me encontré con ella por primera vez. Billie Eilish estaba sentada detrás de su escritorio, concentrada en unos documentos. Su cabello rojo brillaba bajo la luz, y cuando levantó la mirada hacia mí, me sentí como si el tiempo se detuviera por un segundo.

-Hola, soy la Señorita Eilish -dijo con una sonrisa, levantándose para estrechar mi mano-. Bienvenida a la empresa, Señorita Walker.

Intenté devolverle la sonrisa sin que se notaran mis nervios.

-Gracias, Señorita Eilish. Es un honor estar aquí.

Aquel momento, por más sencillo que fuera, me hizo sentir un poco más tranquila. La Señorita Eilish era una figura imponente, pero había algo en su forma de dirigirse a mí, en la calidez de su voz, que me hizo sentir que quizá todo saldría bien.

Los días siguientes fueron una mezcla de estrés y satisfacción. Aprender el funcionamiento de la empresa, organizar las reuniones, gestionar los correos... todo era nuevo para mí, pero cada pequeño logro me hacía sentir que estaba avanzando. La Señorita Eilish era estricta, pero también se tomaba el tiempo para asegurarse de que entendiera mis responsabilidades. Y siempre me llamaba "Señorita Walker", lo que hacía que todo pareciera tan formal y profesional, una distancia que me ayudaba a mantenerme enfocada.

Sin embargo, a medida que los días pasaban, esa distancia comenzaba a acortarse. Había momentos, después de que la mayoría de los empleados se habían ido, en que la Señorita Eilish y yo nos quedábamos conversando. Ella compartía historias de sus proyectos y sus sueños, mientras yo hablaba de mi vida en Chicago, de mis padres, y de cómo mi tía había sido mi apoyo desde entonces. Eran esos momentos los que más apreciaba, los que me hacían sentir que no solo era una empleada más.

Poco a poco, empecé a notar algo diferente en la forma en que la miraba. Ya no era solo admiración profesional; era algo más profundo, algo que me asustaba admitir. Cada vez que nuestras manos se rozaban accidentalmente, cada vez que me sonreía de esa manera tan sincera, sentía una chispa en el aire. Sabía que no debía mezclar mis sentimientos con el trabajo, que era peligroso y podía poner en riesgo todo por lo que había trabajado, pero era difícil ignorar lo que estaba comenzando a sentir.