¡¡FINNEAS!!

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Me desperté por culpa del maldito sol que me daba directo en la cara. Pegaba fuerte, en serio, y cuando intenté moverme, me di cuenta de lo que estaba pasando: ¡bumm! Estaba acostada al lado de Billie, ambas desnudas. Dios mío, qué lindo despertar así. Me reí bajito, pero intentaba moverme con cuidado para no despertarla. Aún así, cada vez que lo hacía, ella me apretaba más contra su cuerpo.

—Mmh... está muy temprano, pequeña —murmuró quejándose, medio dormida.

No pude evitar reírme. Le di un pequeño empujón.

—Billie, el trabajo, estúpida —dije entre risas, intentando que se despertara.

—Oh, mierda, ¡es cierto! —Se sobresaltó de la cama como si le hubieran lanzado un cubo de agua fría.

Yo no podía dejar de reírme. Me agarraba el estómago de tanto que me dolía de reírme al verla toda desesperada.

—¿De qué mierda te ríes? —me dijo con un tono medio enojado, mirándome seria.

—Que hoy es sábado, estúpida —respondí entre carcajadas.

Billie se quedó en silencio por un segundo, luego me miró con los ojos entrecerrados.

—Oh, muy graciosa, ¿eh? —respondió con ese tono de broma, fingiendo estar seria. Se lanzó de nuevo sobre la cama y me abrazó con fuerza.

Me quedé ahí, abrazada a ella, todavía riéndome por su reacción. Esa chica era un desastre, pero era mi desastre favorito.

—Bill... —dije con voz suave, despertando a Billie.

—Dime, preciosa —respondió ella, medio dormida, pero con una sonrisa en los labios mientras me acariciaba.

—Oye, yo no he ido a mi casa... siempre estoy en la tuya, y siento que eso es una carga, ¿sabes? —dije, algo incómoda.

Billie se incorporó un poco, mirándome con esos ojos llenos de ternura que siempre me desarman.

—Nah, ¿qué va? No eres una carga, amor. Me encanta tenerte aquí. Siempre estoy sola... Zoe aparece cuando se le da la puta gana, literal. —Lo dijo con tanta calma que no pude evitar sonreírle.

—Mmh... —murmuré, tratando de encontrar las palabras correctas, pero al final me quedé en silencio, disfrutando del momento en sus brazos.

—¿Quieres quedarte todo el día aquí? —preguntó Billie mientras se cambiaba, con la voz relajada pero algo nerviosa.

—Mmm... no sé, voy a donde vayas tú —respondí, saliendo del baño y secándome el cabello.

—Oye, __... —Billie se quedó callada un momento, claramente nerviosa. Eso me llamó la atención.

—¿Sí? —dije, mirándola con curiosidad.

—Me... me puedes dar... un beso... —murmuró, pero lo dijo tan rápido y trabado que no entendí ni una palabra.

—¿Me puedes repetir? No te escuché. —Me acerqué a ella, notando cómo su nerviosismo la hacía adorable.

Billie tomó aire, con la cara un poco roja, y me miró a los ojos, decidida a repetirlo más claro.

—Que... me des un beso... —dijo Billie, esta vez un poco más segura, aunque seguía mostrando esa mezcla de vulnerabilidad que pocas veces dejaba ver.

Sonreí de lado, acercándome a ella lentamente, disfrutando cómo se le aceleraba el corazón. Me puse de puntillas, mis labios a centímetros de los suyos, y susurré:

—Si lo pides tan bonito, ¿cómo negarme? —y entonces la besé suavemente, sintiendo cómo todo su cuerpo se relajaba contra el mío.

Billie me correspondió al instante, profundizando el beso con una mezcla de deseo y ternura. Cuando nos separamos, sus ojos brillaban con esa chispa juguetona que me encantaba.

MI JEFA (BILLIE Y TU) GIPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora