CAPÍTULO 01

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Violeta

El techo de mi habitación no es para nada interesante. No tiene ni una mancha de humedad, o un pedazo de pintura saltado con el que poder distraerme pensando cómo arreglarlo y por qué lo dejé estar. No, nada de eso. Está liso, blanco. Hasta las aspas del ventilador de techo están limpias. Si las hubiera dejado unos días más, podría distraerme limpiándolas, en vez de estar pensando en Chiara desde que abrí los ojos.

Cuarenta y ocho horas se han pasado tan rápido que estoy segura que alguien ha jugado con el tiempo y ha acelerado el paso del mismo, como si Thanos hubiera vuelto a hacerse con la gema del tiempo sólo para joderme la vida.

No estoy lista para el día que tengo por delante, mucho menos para volver a verla. Ha pasado demasiado tiempo en el cual me obligué a olvidarla, a no pensar en ella, en sus ojos, en su risa, en sus gestos. Me he acostumbrado a no pensarla, y el hecho de que hace dos días que vengo pensando en ella constantemente no es bueno, pues creo que fue contraproducente tanto tiempo evitando traerla a mi mente, ya que no hay segundo del día que no se me venga a la cabeza. Tengo una leve sospecha de que nunca se ha ido de ahí, porque tengo los recuerdos tan nítidos que es como si la hubiera visto hace poco.

Un suspiro pesado sale de mis labios y quito las sábanas de encima de mi cuerpo antes de levantarme. Decido ir descalza al baño para lavarme los dientes y la cara, con un solo brazo, por supuesto. Me miro al espejo, puedo notar el terror que me da afrontar este día con sólo mirarme directo a los ojos. La situación y lo que me depara el día equivale a una tragedia para mi cerebro. Si este al menos tuviera la decencia de pensarlo como una película de terror, sabría que no tengo que ir al sótano para intentar escapar. Pero no, cada escenario hipotético en el que Chiara y yo nos volvemos a encontrar, termina muy mal.

—Tu puedes, Violeta.

Susurro para darme ánimos. Termino por sacudir la cabeza y salir del cuarto de baño para ir a la cocina. Lo peor de tener un brazo lisiado es que no puedo cocinar como me gusta, entonces no puedo usar mi mejor vía de escape para abstraerme de la realidad como he hecho siempre.

Abro el refrigerador y saco el último huevo del cartón. Mientras coloco una sartén a calentar, enciendo la máquina de café, colocando una cápsula de café con leche y después meto dos rodajas de pan a la tostadora. Algo sencillo, pues tampoco puedo hacer mucho más y el doctor fue claro al decirme que, si llego a exigir mi brazo lisiado demás, la recuperación tardará más aún. El huevo revuelto se hace más rápido que las tostadas, por lo que lo paso a un plato y le doy a iniciar a la máquina para que comience a hacer el café en una taza que es totalmente blanca, a juego con gran parte de mi vajilla, algo en lo que soy completamente quisquillosa.

Así como hay gente que no puede beber en vasos de colores, o que no sean de vidrio completamente transparente, yo necesito que mi vajilla, en su mayoría, sea blanca, porque en mi cabeza equivale a limpio. Alejandro tuvo que comprar vajilla blanca para que yo pudiera emplatar a gusto y no sentir que lo que mandaba a los comensales era una mierda. Siempre me ha malcriado bastante, ¡y luego se enoja si me enojo porque me dice que no!

Doy un pequeño salto, asustándome cuando la tostadora saca las tostadas ya listas en el punto justo. Termino de armar mi desayuno y colocarlo en la barra. Dos tostadas con huevo revuelto y un café con leche para comenzar mi día no está mal para haberlo hecho con mi brazo para nada hábil. Antes de poder sentarme, escucho mi teléfono sonar en algún lado de la casa. Como probablemente esté en mi habitación, camino hacia allí y lo busco por debajo de las almohadas de la cama. La pantalla está iluminada con una foto de mi amiga, Denna, y una videollamada entrante, la cual atiendo sin pensarlo dos veces.

—¡Buenos días, estrellita! —ruedo los ojos, sin poder ocultar la sonrisa. Denna ha comenzado a saludarme así desde que comencé a trabajar en el restaurante como chef.

SI ERES TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora