CAPÍTULO 06

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Violeta

—¡Buenas tardes!

La energía de Chiara entra como un torbellino al vestuario, al igual que ella, con una sonrisa y despeinada, nada que no sea normal. No puedo evitar devolverle el gesto mientras cierro mi taquilla.

—Al fin apareces, mujer —reclamo, observándola luego de todo un día sin habernos visto—. ¿Cómo te ha ido?

—Bien, por suerte ya me hice todos los exámenes médicos de rutina del año, no tengo que volver hasta el próximo —deja sus cosas dentro de su casillero, amontonando, como siempre—. Y nos hemos hablado todo el día, Violeta.

—¿Y? —la miro, entrecerrando los ojos, ella niega con la cabeza.

—¿Sabes qué pensaba de camino aquí? —pregunta, luego comienza a atarse el cabello para colocarse la red de higiene.

—Nop, ¿qué? —me acerco a ella, me apoyo en el casillero que está a su lado.

—Que no puedes despedirte del yeso sin que te lo haya firmado.

Alzo las cejas, era algo que no me esperaba ni que me hubiera planteado. Cada vez que pienso en el yeso es para quitármelo, nada más. Por suerte, me quedan pocos días con él.

—No sé si sea buena idea —admito, tomando uno de los clips para el pelo y alcanzándoselo—. No tengo ganas de encariñarme con el yeso ahora que me lo quitarán.

—No vas a encariñarte, simplemente se te verá más cool en sus últimos días —toma de mis dedos el clip y se lo coloca, luego se pone la red—. Compré un marcador rosado para hacerlo.

—¿Asumes que voy a dejarte firmar mi yeso? —alzo una ceja, casi que desafiándola con la mirada.

—¿Vas a dejarme hacerlo? —su ceño se suaviza, sus cejas se alzan en un gesto tierno que acompaña elevando su labio inferior en un puchero.

¿Cómo se supone que pueda negarme cuando me mira de esa forma?

—Sí, Kiki, puedes firmarme el yeso.

La sonrisa que me devuelve hace que valga la pena tener que encariñarme con una de las cosas que más detesto y que he tenido que cargar conmigo.

Chiara termina de colocarse la red y procede a colocarse la chaqueta. Es cuando reparo en que lleva uno de los atuendos menos casuales que le he visto, no porque lleve un registro de ellos, sino porque siempre le ha gustado usar ropa cómoda y ancha, además que para venir a trabajar no requiere ningún tipo de formalidad más que para el uniforme. Lleva puesto unos jeans ajustados de color negro y una camiseta blanca, básica, de tirantes. Sumado a ello, los borcegos que la hacen unos pocos centímetros más alta. Estos se los quita para colocarse unas zapatillas cómodas. Yo la sigo mirando, en silencio, asumiendo que debe haberse vestido así para ir a hacerse los análisis de rutina y que no debería sorprenderme, porque no existe persona sobre la tierra a la que su familia le haya inculcado el que al médico hay que ir bien vestido. ¡Pobre de mí si mi abuela se enteraba que fui al doctor vestida de 'entre casa'!

La voz de Chiara me trae al presente.

—Dame el brazo.

Hago caso y suelto el cabestrillo para que pueda tener el espacio necesario para escribir. Quita la tapa al marcador y se queda unos segundos pensando qué hacer, escribir, dibujar. Puedo ver que muchas ideas pasan por su cabeza, hay momentos que pareciera que sus pensamientos salen de su cerebro y revolotean por encima de su pelo.

No tarda mucho más tiempo pensando y comienza a crear, lo que sea por lo que se ha decidido, que no me deja ver. Mirando su cara de concentración, no puedo evitar recordar aquella vez en la que nos enseñaron a utilizar colorantes.

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