CAPÍTULO 04

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Violeta

No recuerdo cuándo fue la última vez que, al sonar el despertador, no quise volver a apagarlo para seguir durmiendo. Es más, cuando lo apagué, me senté en la cama y sonreí. No puedo estar tan emocionada por un picnic con mis compañeros de trabajo, aunque no es por el picnic en sí.

Tengo un presentimiento y tiene que ver con Chiara.

No sé por qué, pero desde ayer que siento que algo puede llegar a pasar. Me da un poco de ansiedad no saber si es bueno o malo, pero hoy quiero mantenerme positiva. Además, el presentimiento me hace sentir bien, me hace sentir un ligero cosquilleo en el estómago, eso no debe significar algo negativo.

Coloco los pies en el suelo y estiro mi brazo no enyesado para poder espabilarme, luego me pongo de pie y camino hacia el baño, donde hago mis necesidades y lavo mi rostro y dientes. Al salir, camino a prepararme algo para desayunar mientras pienso qué es lo que puedo hacer para llevar, no mucho, claro está, pues mi lesión me lo impide. Mientras me preparo el café, del cual en realidad se encarga la máquina, comienzo a abrir las alacenas para poder inspirarme en alguna idea sencilla y todo lo que viene a mi mente requiere de demasiados pasos que sola no puedo sin que todo resulte un desastre.

Voy cerrando las alacenas y camino hacia el refrigerados, en el cual sólo está lo básico y algunas sobras de anoche y antenoche de comida que he pedido o que me he traído del restaurante; cierro y abro el congelador.

—¡Bingo!

Exclamo cuando reconozco el tupper que guardé hace dos semanas, unos pocos días antes de fracturarme el brazo preparé galletas y guardé masa cruda para hacer cuando tuviera ganas. Saco el recipiente y lo apoyo en el granito de la mesada para abrirlo. Amplío mi sonrisa cuando noto que hasta separadas en bolitas está.

—Eres una genia, Violeta del pasado.

Busco una placa para horno y enciendo el mismo en lo que endulzo mi café y le doy un sorbo, luego coloco las bolitas en la placa y las dejo descansar para que tomen temperatura ambiente y se descongelen. Pienso qué más puedo llevar, quizás puedo comprar algo de camino al parque y complementar. Sí, eso haré.

Un rato después, con las galletas haciéndose y habiendo terminado de desayunar, me dispongo a prepararme para el día. No sé qué me voy a poner, estoy indecisa. ¿Un vestido? Es demasiado, además no hace tanto calor.

Coloco en la cama las opciones que separé la noche anterior, observo con detenimiento las prendas y ladeo la cabeza tratando de ponderar mis intereses a la hora de vestirme. Primero, comodidad, luego estilo y tercero, color. Termino eligiendo unas bermudas de jean con una remera corta de color blanco con un estampado en el medio de unas cerezas. Me llevaré un abrigo liviano por si levanta algo de viento antes de volver a casa y me da frío.

Me visto con cuidado de mi brazo, antes de ponerme el cabestrillo y luego camino al baño para poder maquillarme. Primero, la rutina de skincare, decido finalizarla con protector solar con color para evitar usar una base de maquillaje durante el día y después coloco un poco de corrector para tapar mis ojeras. Resalto mis pómulos con un poco de rubor y con más cuidado que todo lo anterior, me coloco máscara de pestañas. Termino con mis labios justo cuando el horno suena y sonrío a la Violeta que devuelve el espejo.

Hoy me siento bonita y en el fondo creo que es porque me siento de mejor ánimo.

Vuelvo a la cocina para sacar las galletas que se hornearon perfectamente, dejo que tomen un poco de temperatura ambiente. Aún falta para tener que irme, pero ya estoy casi lista. Decido que mejor voy a comprar algo para complementar y tomarme mi tiempo, es decir, iré caminando.

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