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La madriguera

Una vez dentro de la chimenea de los Dursley, dije el nombre del lugar a donde tenía que trasportarme y tras el movido viaje llegue a mi destino.

Una salita de estar con sillones de diversos tamaños y colores llenaba el lugar, Harry estaba de pie junto a la chimenea esperándome, el resto de la familia esperaba detrás de un gran sillón, eran tantos que llenaban la cocina, aunque esta no fuera lo que se dice "grande"

—Bienvenida a la Madriguera, Tía Alessa— me dijo Harry dándome una mano para ayudarme a salir de la chimenea.

Una mujer regordeta y de cabello rojo como todos los demás a excepción de Harry, Hermione y yo, por supuesto; se acerco a mí con gran rapidez y con los brazos abiertos, era casi como ir a la casa de una abuela que siempre te recibe con cariño.

—Bienvenida, eres absolutamente bienvenida, querida, es un placer poder conocerte finalmente, Harry nos ha hablado mucho sobre ti, Ron también y Fred y George no dejan de halagarte, Ginny a veces nos expresa sus ganas de poder tener una clase contigo.

—Oh...vaya, gracias, el placer es mío señora Weasley.

—Llámame Molly, por favor.

—Es un placer conocerla, Molly—le sonreí y correspondí a su abrazo.

—Arthur ¿Qué esperas? ven aquí—lo llamo su esposa.

—Alessa Potter, es realmente un gran placer tenerte en nuestra casa, y a Harry por supuesto.

—Señor Weasley—lo salude yo estrechando la mano que había tendido hacia mí

—Arthur—me corrigió, yo sonreí apenada y asentí con la cabeza.

—Bueno, supongo que ya conoces a los chicos— dijo Molly—pero te los presentare por si las moscas—sonrió y me tomo de gancho para dirigirme a la cocina—esta es nuestra Ginny—señalo.

—Hola profesora.

—Hola, linda—le dije.

—Supongo que ya sabes quién es Ron—dijo la pelirroja señalando a su hijo.

—Por supuesto—dije sonriéndole.

—Bienvenida a nuestra casa, Profesora, es pequeña, pero...es acogedora.

—Lo es, Ron—asentí.

—Estos son Fred y George. Realmente espero que no te hayan dado demasiados problemas.

—Unos cuantos —dije mirándolos con complicidad, ellos sonrieron y se lanzaron a abrazarme, en el mes que había dejado de verlos parecía que se habían estirado mas, y ya me llevaban media cabeza de ventaja.

—Tía Alessa—dijeron ambos, su madre enseguida los golpeo con una cuchara en las cabezas y ellos se alejaron de mi quejándose.

—Hola chicos—les dije tratando de no reír.

—Es su profesora, no su tía, ustedes dos...—susurro su madre molesta.

—Pero a ella no me molesta que le digamos Tía ¿verdad? —pregunto Fred, almenos ya había aprendido a reconocerlos.

—Es cierto, ella es muy amable con todos, ¿cierto Tía?

—Me sentiría mejor si me llamaran Alessa, gracias—les dije fingiendo estar molesta, pero ellos simplemente me giñaron un ojo y sonrieron.

—De acuerdo, Alessa...es una lástima que estés casada con Sirius Black, yo que esperaba una oportunidad—dijo Fred y nuevamente su madre lo golpeo.

The PottersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora